Tenía miedo de no poder volver a ser feliz sola en mi casa. Miedo de haberla cagado para siempre, de haberme acostumbrado a que él me sostuviera el culo y tener yo que estar pendiente de su vida chueca. Pero no, no, no, no, mi ecosistema doméstico se recompone: aquí estoy, entera, con Fido, mis gatos y gatas, mis plantas, mi mate, mi cocina, mis hijos e hija que entran y salen, la música de mis vecinos, la ropa al sol, mis libros, mi poesía, mis amigos y amigas, uf, cuántas cosas amorosas...
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