El chofer del bondi que me trajo hasta casa era alupno mío. Hola, profe, me dijo el lindo, mientras yo pasaba la sube. Hola y le di un beso como se merecía. No me acuerdo (ni le pregunté) su nombre, ni año, ni escuela. No sé si le enseñé el sujeto y el predicado, lo obligué a leer El Quijote o descubrimos juntos alguna novela juvenil. No sé si fui su pesadilla y todo bien, pero un orgullo ese hombre sonriéndome al volante.
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