viernes, 31 de julio de 2015

Rosita, la polaca, y el pan duro

Dice en feis Bruno Di Benedetto
13 horas · Editado · 
Pienso en una polaca, de nombre Rosa, igual que mi madre.
Años sesenta en Villa Domínico, Ahí éramos todos iguales: paraguayos, gallegos, polacos, portugueses, sicilianos, argentinos pobres: gentes del sur del mundo, gentes del este del mundo: mierditas.
Mi madre me decía: andá a lo de la polaca y cambiale este pan duro por huevos. Y yo iba. Y la vieja polaca me daba seis huevos gordos, hermosos y tibios por una bolsa de pan duro. 
Nunca me pareció un trato justo, porque el pan duro es lo que no podemos comer, mientras que los huevos son una cosa calentita y viva.
Una vez, tenía nueve, diez años, le pregunté a Rosa, pañuelo en la cabeza, botas siberianas, marido alcohólico y terrible, por qué habían venido a la Argentina. La polaca hizo ademán de arrodillarse y dijo: paz, bendita paz
Diez años después, mierda de paz.
Pero yo sigo acordándome de Rosita, la polaca.

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