jueves, 30 de julio de 2015

No me verás caer

Anoche, a las 2 de la mañana, me llamó el pelotudo. Yo no sé si se cree con derecho a cualquier cosa, si se supone que me está haciendo un favor, si cree que lo estoy esperando cualquier día y a cualquier hora, si eso fue una muestra de su esfuerzo por vencer el cagazo que me tiene. Que quería tener noticias mías, que quiere poner a mi nombre uno de sus autos, que quería saber si se puede hablar conmigo porque las últimas veces parecía que no. Yo, que soy de reacción lenta, traté de disfrutar el tenerlo ahí mancito diciéndome "Está bien, está bien?" y de mostrarle mi enojo porque no sabe por qué me enojé. No caí ni en su "refrescame la memoria" ni en su "te enojaste porque yo estaba enfermo" ni en su "te dejo el auto por si me pasa cualquier cosa" ni en su "¿querés que te llame mañana?" ni en su "ah, yo soy una mierda". Me le cagué de risa un poco en la oreja, ironicé otro poco sobre sus excusas: o estás drogado, o estás en pedo, o te estás muriendo o te cogiste a una trola. Pero no quise ponerme a discutirle nada ni a matar mi curiosidad malsana ni mi despecho despechado. Ojalá pueda yo vengarme, curarme y hasta dejar de pensar en él.

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