lunes, 6 de julio de 2015

Felix consulta al salamín vencido a través de la máquina del tiempo

Dice en feis Felix Bruzzone
3 horas · 
Algunos la recordarán: es mi clienta que hace dos veranos, para la postnavidad de 2012 (se ve que para navidad no llegó a acordarse de mí, puede pasar, pasa siempre), me regaló un salamín vencido. Antes de que me dijeran “no pasa nada, los salamines no vencen”, yo ya me lo había comido; buen sabor. Ahora le escribo para informarle que le voy a aumentar el precio de cada limpieza. Módicos veinte pesos de aumento. Al toque me contesta: ok. Al toque me manda una foto con las promociones de Carrefour de esta semana. Al toque me escribe que la foto no era para mí, “perdón”. Le escribo “jajaj ok” y ella al toque me escribe que igual las promociones me pueden servir.
Pasa la mañana. Pienso. Me olvido del tema. Después del almuerzo me acuerdo y vuelvo a pensar. ¿A quién le mandaba mi clienta la foto? ¿Era posta una foto con promociones de Carrefour? Reviso mis mensajes y sí, era. Lomo de burro. La camioneta salta. Perdón, no te vi, lomo de burro. Perdón, camioneta. Pienso: no tengo que revisar mensajes mientras manejo. Pienso: a quién le puedo preguntar si esa foto mi clienta iba a mandársela a otro o era para mí, nomás. No tardo mucho en saberlo: termino de limpiar una pileta, me meto en la máquina del tiempo y lo consulto con el salamín que ella me regaló, él seguro que sabe, porque seguro que fue un salamín comprado en una promoción de Carrefour.
Cuando hablo con él todo se confirma. El salamín fue comprado en una promoción, por eso estaba vencido. Nadie se lo quiso comer, por eso me fue regalado. Le gustaría que alguien se lo coma, ya que su función es ser comido. Le digo que mi yo de 2012 se lo va a comer, que no tema. Se emociona y me da una palmadita en la espalda y me hace doler el omóplato, por el frío. (Ustedes quizá no lo sepan, pero viajar en el tiempo, aunque uno viaje hacia el verano, siempre da muchísimo frío.) Después intenta abrazarme, pero es un abrazo un poco deforme y siento que me abrazara la clavícula. (Mi amigo Leo dice que eso es imposible, que no se puede abrazar una clavícula. Yo te digo que sí, Leo, ¡me acaba de pasar!) Después nos separamos y el salamín me confiesa: “Ella le manda ofertas de Carrefour a todo el mundo, es rarísimo que vos hayas tardado tanto en recibir alguna”. Desconfío. Antes dijo la verdad. Pero ahora miente. El salamín debe estar encubriendo a mi clienta regaladora de alimentos navideños vencidos. Se le nota en la mirada. Hay algo muy oscuro guardado en la mente macabra de ese salamín. Lamento habérmelo comido y estoy por esconderlo, para que mi yo del 2012 no lo haga, pero como sé que eso podría cambiar muchas cosas en forma impredecible prefiero dejar todo como está, no sea que al volver al futuro descubra que vivo en un pozo, o que no fui yo quien se comió al salamín, sino él a mí.
El viaje de vuelta es tranquilo y al llegar descubro que un perro me masticó una manguera. De casualidad no dañó la máquina del tiempo. (Es de las que se quedan en el lugar y el que viaja es uno, todavía no conseguí otra.) Espero a que se me pase el frío y me hago masajes en los brazos y en el pecho. Pero está tan nublado y sopla tanto viento sur que mejor ponerse en movimiento. La camioneta avanza lento y con ruido a bombeador, como si anduviera en tres cilindros. No se me ocurre a quién más consultar. Espero olvidarme del asunto pronto. Las promociones, por lo demás, eran bastante flojas. Quizá la semana que viene…

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