jueves, 11 de junio de 2015

La poesía dice cosas brutales

¿Qué es la poesía? #2 Fernando Bogado: “Hay que atreverse a escribir poesía y más a leerla”
“La poesía  tiene ese gesto de ponerle palabra a algo que estrictamente no lo tiene” afirma Fernando Bogado. Considerada muchas veces como la hermana menor de la industria editorial o simplemente como un género que empieza a entrar en desuso, surge esta serie de entrevistas a poetas y referentes del ámbito de la muchas veces oculta poesía nacional. Con la intención de derribar los mitos que rodean a este género y dar a conocer distintas visiones alrededor de una de las preguntas más obvias, pero que a pesar de eso no tiene una respuesta única.(Foto: Guadalupe Rojo)
Sobre el autor: Fernando Bogado nació en Buenos Aires en 1984. Es escritor, periodista y docente universitario. Colabora en Página/12, Le Monde Diplomatique y otros medios gráficos y online. Organiza desde hace cuatro años el ciclo “Tercer jueves” donde se funden la poesía y la música, actualmente en El Universal (Pablo Soria 4940, CABA) En 2014 Nulú Bonsaí publicó Jazmín paraguayo que reúne toda su poesía publicada e inédita.
-Para vos, ¿qué es la poesía?-Tengo un problema con la definición de poesía, porque siempre se tiende a ponerla en un lado muy irracional, en el sentido de “la poesía es la expresión de…”. Tradicionalmente siempre fue puesta bajo esa nómina.
-Como la expresión del alma, ¿no?
-Claro, la idea misma de que la idea poética se tenga que llamar yo expresivo es compleja. Pero sí, obviamente hay un componente de la poesía que no tiene nada que ver con lo narrativo y que a mi juicio, en un plano más teórico, está emparentado a una relación del cuerpo con la lengua. En el sentido de que es en la poesía donde hay una suerte de presentación de esa relación muchísimo más efectiva en que la narración; la narración tiene siempre ciertas mediaciones que no son las de la poesía y que en algún punto permiten una conexión “amable” con otros registros de lectura. Por ejemplo, es más fácil poner a una novela en relación a un evento histórico que la poesía, que es siempre escurridiza para esos planteos de lectura porque se convierte en una instancia de lo que no tiene palabra, que es el cuerpo. Por eso la poesía siempre parece que tiene ese gesto adánico de ponerle palabra a algo que estrictamente no lo tiene: no hay palabra para el cuerpo, que tranquilice lo corporal, por lo que siempre resulta complejo pensar cómo la poesía puede nombrar esa relación.
“Hay un componente de la poesía que no tiene nada que ver con lo narrativo y que a mi juicio, en un plano más teórico, está emparentado a una relación del cuerpo con la lengua”
-¿Termina logrando nombrar esa relación o es siempre un intento?
-Bueno, en definitiva no la nombra. La poesía sería más bien el resto del intento de nombrar la relación con el cuerpo, lo que queda de esa intención. También la idea de lo corporal abre la posibilidad de formas que tienen que ver con cierta escritura de poesía contemporánea. En principio efectivamente en la idea misma del cuerpo del poema. Osea, la relación con un poema cae siempre en una atención sobre las palabras que parece ya más una atención ética, no estética, como si se estuviese cuidando un cuerpo, que es el cuerpo poético de aquel que escribe con el lenguaje. También, en otro sentido, la idea de lo corporal, tiene que ver con cierto tono literal que tiene la poesía que se está escribiendo ahora. Ya no hay metáfora, recurso, que pueda tranquilizar esa existencia de lo corporal. Hoy se nombra directamente esa presencia y en esa instancia es donde la categoría de cuerpo resulta muy útil. No se puede metaforizar lo corporal, sino presentarlo. La literatura en general trata de nombrar lo que pasa, de rechazar el juego retórico, lo que termina transformando a la literalidad en un recurso retórico más.
-¿Se puede hablar de una apuesta hacia la literalidad?
-Claro, la literalidad opera como un elemento más dentro de la poesía, no es que no existe más la retórica poética. En sí mismo sin retórica no habría lenguaje, lo que hace la literalidad es tratar de mantener un vínculo con lo corporal que no existe en otros géneros como el cuento y la novela.
-También existe una tendencia dentro de la poesía actual más vinculada con el objetivismo en décadas anteriores, que trata de borrar el “Yo” de la poesía y que el poema se entienda más como una máquina teniendo en cuenta su estructura, borrando la sentimentalidad y el “yo poético” que se suele pensar que siempre tiene un peso muy importante. Esa vertiente iría un poco a contrapelo a lo que venís diciendo de la literalidad.-Podría ser, entiendo a donde vas. Hubo una producción que ubicaría sobretodo en los 80’s, pero en la lectura que estás proponiendo yo también pondría a Carrera, la línea Lamborghini que trató de establecer una distancia con lo poético, al mismo tiempo una maquinización, un funcionamiento más vinculado a entender al poema como un dispositivo. En la actualidad es distinto, más como un documento del presente: “Esto pasa ahora”. La idea de lo maquínico era más “esto produce algo”. Yo no veo la idea de producción, hay intención de registro, y va muy de la mano con lo que dice Beatriz Sarlo sobre aquello que se llama de forma muy brutal “la nueva narrativa argentina”. Sarlo hablaba de un tono desapegado, estrictamente etnográfico en cierta prosa de las novelas, mostrando los sucesos sin ningún marco de interpretación. A mí no me parece tan correcta esa interpretación, pero sí me parece que hay algo que se da en la poesía con el registro de lo que pasa. Lo que pasa es lo siguiente: si bien la literalidad es un recurso predominante, como dije antes, lo que trata de hacer es operar como una transparencia que deja ver el orden paradojal del mundo. O sea: los poemas que recurren a la literalidad no son precisamente lógicos, totalmente despojados de cualquier tipo de giro sorpresivo o ilógico.
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-Claro, no son notas periodísticas.-Exacto, no es eso, sino todo lo contrario. Tienden a la paradoja, pero que no se ubica en los márgenes del poema, sino que está ubicada directamente en el mundo y la literalidad es la forma de hacer ver esa paradoja. El resultado es eso: un registro de una paradoja extra estética.
-¿Cómo fue tu acercamiento a la poesía? ¿Cómo la descubriste?-Yo la descubrí ya dentro de la facultad, no era un lector de poesía previamente. Leía otras cosas, sobretodo la novela: empecé a leer Cortázar, escritores rusos, lo que cualquier adolescente de clase media-baja empezaría leer. También leía y sigo leyendo mucha historieta, que me abrió otras lecturas. También había sido y sigo siendo seguidor de algunas bandas de rock que podían deslumbrarme con sus letras, eso era lo más poetico que podía llegar a tener a mis diecisiete años. Leer poesía e interesarme por ella fue de más grande, estuvo muy ligado a cursar materias teóricas como Análisis Literario y empezar a estudiar obras de poetas como Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Héctor Viel Temperley, Susana Thénon, entre otros. Todo eso acompañado a leer paralelamente textos teóricos que hablen de poesía y vanguardias estéticas. A partir de ahí sí empecé a leer mucho más enfocado. También en el marco de la facultad conocí a mis primeros amigos o compañeros en lo que sería el mundo de la poesía, con los que empecé a formar editoriales, conocer ciclos de poesía y escuchar recitales, como pasó con todo el grupo de los verbonautas: Osvaldo Vigna, Hernán, Vicente Luy, etc. Fue una doble educación en ese sentido: una con una base acádemica muy fuerte y otra con una base muy fuerte con lo que estaba al “margen de la academia”, entre comillas, porque es lo que termina pasando con esas cosas, que son también “motivadas por”. La mayoría de ellos cursaron materias en Puán, el margen es muy compleja y bastante mentirosa. En definitiva, esas dos vertientes conviven en lo que podríamos llamar mi carrera profesional, no solo como poeta, sino en el sentido académico, donde investigo sobre literatura.
 “Me parece que hay algo que se da en la poesía con el registro de lo que pasa. Lo que pasa es lo siguiente: si bien la literalidad es un recurso predominante, como dije antes, lo que trata de hacer es operar como una transparencia que deja ver el orden paradojal del mundo”
-¿En ese mismo momento tuviste la inquietud de escribir poesía?-Sí, empecé a escribir en ese momento, a los diecinueve años. Escribía cosas malísimas, muy pegadas a un recorte biográfico del yo poético.
-¿Muy sentimentales? Suele suceder que las primeras escrituras tienen un tono más romántico o sentimental.-Sí, porque es un descubrimiento del propio cuerpo, que es lo que hablamos al principio. Es una experimentación con los límites. No sé si la palabra es sentimental, sino más relacionados a un vanguardismo pueril. Me acuerdo uno de mis primeros poemas decía algo como “quiero ser hermano de la madre máquina”, como si vanguardias anteriores no hubieran escrito eso. Al estar metiéndote en un mundo nuevo, entonces te sentis un precursor de cosas que después ves con el tiempo que eran estupideces, pero son intentos necesarios. Los primeros libritos que saqué eran fanzines, que más que poemas eran microcuentos muy inspirados en la lectura de  Crónicas del Angel gris, de Alejandro Dolina. Después si saqué otro librito, hecho a mano, que es la paz desnuda, que sí está en Jazmín Paraguayo, porque me parece que ahí sí hay un tono poético particular. Ahora lo leo y noto que está muy atravesado por la lectura de Viel Temperley, estrictamente de Hospital Británico. Eso dejó una fuerte influencia en mí que todavía sigo viendo. Mis primeras escrituras tuvieron que ver con esto: primero un gesto vanguardista a destiempo; y segundo hacerme responsable, dar crédito a cierta influencia de lectura más que nada.
-¿Tenés alguna rutina o método a la hora de escribir?
-Es muy introspectiva mi forma de escribir. Lo hago generalmente presionado por dar un orden. Es una presión doble: una presión mía para ordenar lo escrito y una presión de comprometerme para que salga algo y ponerme fechas topes. Ahora me está pasando algo que nunca me pasó, que es que la gente me pida que escriba cosas y no ser yo molestando a la gente con lo que escribo, que es una nueva presión que estoy descubriendo. Mi forma de escritura está muy relacionada a lo que me pasa con la poesía: a mí lo que me sorprende es un verso, algo que escucho o capturo por ahí, del habla cotidiana, que a mí me llama mucho la atención. Eso generalmente se mantiene tal cual en el poema y lo que hago es desplegar la energía de ese verso robado a lo largo del poema. Esos versos los guardo, puede pasar mucho tiempo, pero sé que van a derivar en un poema. La mayor parte de las veces escribo en la noche o trasnoche, acompañado de una fuerte carga de conmoción estética que puede surgir de lecturas, películas, vivencias.
-Se puede decir que no trabajás con un plan previo.-Hay un libro particular que se llama Patria, donde tenía la forma del libro antes que el contenido mismo. Si me pongo a pensar es lo mismo que Jazmín Paraguayo, donde tengo una idea del libro y acomodo lo que tengo escrito para que entre dentro de esa idea. Muchas veces para llegar a un libro tenés que encadenar las partes con la idea rectora. Jazmín Paraguayo tiene mucho de eso, también con la idea de cerrar toda una época de escritor para abrirme a escribir cosas nuevas.
“Mi forma de escritura está muy relacionada a lo que me pasa con la poesía: a mí lo que me sorprende es un verso, algo que escucho o capturo por ahí, del habla cotidiana, que a mí me llama mucho la atención. Eso generalmente se mantiene tal cual en el poema y lo que hago es desplegar la energía de ese verso robado a lo largo del poema “
-Justamente en Jazmín Paraguayo decís en un momento, también volviendo a lo que hablábamos antes sobre la literalidad, que “las clases de stand up /diezmó/ a una posible buena o medianamente/ buena/ generación de poetas”. Yo lo entiendo como una suerte de crítica hacia ese movimiento, donde muchas veces ya pensando en la oralidad o el momento de lectura, se subordina la escritura para ese fin, lo que puede terminar debilitando a esa poesía.-Ya en un costado más teórico y menos brutal que en ese poema que citaste, lo que pasa es algo lógico: el formato oral es muy bueno, muy productivo, no voy a negar eso -conozco un montón de escritores de ese ámbito que son muy buenos-, pero lo que termina pasando es que la idea de lo oral tiende a lidiar con la idea de presencia de un público y hay algo en la escritura que se resuelve en función de afectar a ese público. Muchas veces buscando el humor la comicidad, que responde más a un género que es el chiste, que no lo niego como tal, pero sí trato de determinar que dentro de mi lectura de lo que es la poesía hay un momento de corte con eso. No porque la poesía no habilite a la risa, sino porque una cosa es buscar el efecto risa y otra cosa es que sea algo propio del texto y que, a mi juicio, siempre en la poesía termina siendo algo frío y distante, no una risa alegre y festiva del chiste. Un chiste reúne y consuela, la risa del poema no, muestra una distancia, es más cínica.
-Claro, más que buscar la carcajada, el poema puede buscar una media sonrisa.
-Sí, una media sonrisa, me gusta esa figura. Siempre es una sonrisa de sospecha. Yo tengo una lectura muy moderna en ese sentido: hay una distancia lógica entre literatura y vida, hay autonomía, no creo en esas teorías que intentan eliminar la autonomía de la literatura. Siempre va a haber algo que en la literatura va a seguir su propio código, su propia regla. De ahí su capacidad de ver todo con cierta distancia. No puede haber una risa de lo inmediato porque no hay relación inmediata entre literatura y vida, siempre hay numerosas mediaciones. Entonces claro, esa risa no puede ser  la risa del chiste. Es muy loco igual, porque hay muy buenos poemas que responden a esa lógica. Yo lo reconozco como un límite personal, una lectura personal acerca del hecho. Si de repente el tiempo histórico cambia y las cosas se alteran de una manera inédita en la historia de la humanidad, nadie puede saberlo y puedo estar equivocado. Si me apuran, mi forma de escritura no sigue ese patrón y me parece una cuestión crítica para los que escriben poesía poder reconocer ese límite, en este sentido: siempre aconsejo que hay momentos para ir a leer a ciclos y otros para quedarse en casa a escribir. Es importante no convertirse en un bicho de ciclos, porque en última instancia no hay momento de enfrentarse a la soledad del acto de escritura. Siempre hay un ensimismarse que no puede ser superado por una cuestión hasta fatalista, porque así se escribe. Verlo de otra forma sería un anacronismo.
-Por lo que decís tenés como una mirada crítica sobre el movimiento pero eso no te impide rescatarle muchas cosas.
-Me resulta muy problemático y lo hablo con mucha gente que respeto mucho. Hace poco tiempo escribí un artículo para la revista Bardo y se lo mandé a Gabriela Clara Piñataro, que es una excelente poeta. Gabriela me decía, muy acertadamente, que habría que ver si muchos jóvenes de una generación, que pasaron por situaciones laborales y familiares similares, que provienen de sectores sociales parecidos, son los que se hacen cargo del acto de recitación e insisten con la puesta en público de lo que escriben. ¿No será significativo de un determinado momento de la lógica capitalista?, viéndolo como una especie de respuesta furiosa frente a la alienación del capitalismo. Me parece muy acertado ese comentario, pero ahí yo también pondría en relación la idea misma de que en poesía siempre hay un grito mudo, en el sentido de que es la expresión desesperada de lo que se sabe distante. Claro que hay gritos, pero no en la lógica de un grito inarticulado de alguien pasado de copas un viernes a la noche en un recital de poesía. Además vuelve a un problema de la fetichización de la posición del autor, como si fuera una estrella de rock. Parece que está todo más concentrado en crear una figura de autor antes que crear un texto, una obra.
“Esto se lo robo a Roberto Bolaño: la poesía tiene una forma de operar parecida a un espejo. Dice cosas que son brutales, es muy difícil afrontar eso. Hay que atreverse a escribir poesía y más a leer poesía. Hay que animarse a sentarse a hablar de poesía, porque nos deja desamparados, solos, nos revela la absoluta tristeza de existir”
-También las nuevas tecnologías permiten nuevas vías de expresión que pueden ser útiles como medios.
-Hay muchos escritores que levantan banderas sosteniendo que nunca escribieron un libro, pero hacen poesía. Eso abre un montón de circunstancias para pensar: no escribiste un libro pero grabaste mil videos tuyos leyendo. Hay registro, hay escritura, quizás aparece en otro formato. Roland Barthes decía que el mismo formaba parte de “la retaguardia de la vanguardia” y yo tomo la misma decisión política: pongo una distancia conservadora y pienso que el libro sigue importando como formato. Sigue siendo el horizonte para pensar el quehacer poético, porque hoy en día es mucho más tendencioso hacer un libro de poesía, armarlo, que grabar un video en Youtube.
-Claro, pensar en escribir un libro de poesía hoy en día sería más arriesgado que grabar un video leyendo, por ejemplo.
-Correcto, mucho más arriesgado. En la lógica de los videos youtubers es más fácil entrar, más si usas malas palabras. Eso lo digo haciéndome cargo, tengo un poema que se llama “En San Martín se fuma porro” y mucha gente lo conoció por Youtube y demás. A lo que voy es que no me parecen malos esos registros, pero no deben ser los únicos; esa es mi distancia.
-Toda este debate sobre la oralidad, se puede relacionar con el poco espacio para publicar que existe, al menos en las grandes editoriales. Existe esa frase hecha que sostiene que “la poesía no vende”, ¿por qué crees que es así?
-Hay un poema de Guillermo Boido que dice: “la poesía no se vende/ porque/ la poesía no se vende”, ¿no? Lo que quiero decir es que es mucho más fácil crear un mercado de narrativa que de poesía, por una cuestión lógica. La experiencia literaria promedio es de carácter narrativo, el espacio de formación de canon es en la escuela secundaria, porque ahí van veinte personas reunidas en un lugar, de las cuales capaz una se vuelca hacia la literatura, pero de las cuales las veinte reciben una idea sobre qué y cómo leer. La poesía, en ese ámbito, se termina sintetizando en ese carácter expresivo que hablábamos al principio. Un poema, entonces, solo puede ser un poema de amor, o un poema que rime. Es muy difícil que alguien en el secundario pueda pensar que la poesía es otra cosa además de eso, si ya en el ambiente familiar también se manejan esas concepciones. En cambio, una poesía mucho más honesta con lo que la poesía tiene que ser, que es ese decir más allá de todo, porque no tiene el beneficio de la ficción. La narrativa sí permite el subterfugio de la ficción. Quizás la poesía no circula por esa falta de formación para leerla, no puede haber un lector inocente de poesía. Así como no puede haber un espectador inocente de ballet o teatro oriental, tiene que haber una formación estética que permita captar eso. Por eso la mayoría de la gente que escribe tiene formación universitaria, es una cuestión lógica: se alejan del canon literario del secundario y empiezan a formarse bajo otra concepción estética. No existe poesía best-seller salvo los que cumplen con esa lógica de poesía que manejamos todos desde nuestra educación básica, como pueden ser: Gustavo A. Becquer, Pablo Neruda, Mario Benedetti, por ejemplo. Además, la poesía a pesar de tratar temas del presente parece siempre manejar una temporalidad ajena, cosa que en la narrativa predomina lo contemporáneo, aún cuándo trata de contar una historia de siglos anteriores como en el género fantasy.
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-Se puede decir entonces que hay que ser valiente para escribir poesía pero también para leer poesía. 
-Suscribo totalmente. Esto se lo robo a Roberto Bolaño: la poesía tiene una forma de operar parecida a un espejo. Dice cosas que son brutales, es muy difícil afrontar eso. Hay que atreverse a escribir poesía y más a leer poesía. Hay que animarse a sentarse a hablar de poesía, porque nos deja desamparados, solos, nos revela la absoluta tristeza de existir, sobretodo porque yo tengo una postura pesimista de la existencia. En nuestra lógica moderna no existe el tiempo para leer o para hablar de poesía, siempre se siente que se le está robando tiempo a otras cosas, pero porque realmente es un acto soberano de robar tiempo a una sociedad subida al tren del consumo y la mercancía. Sí llega a haber una poesía que venda realmente en cantidad, es porque el mercado editorial pudo haber visto ahí un fenómeno más asociado a la fetichización de la figura del autor.
-Por último, retomando lo que dijiste al principio sobre tu relación con los Verbonautas, ¿cómo te influyeron en tu obra?
-Sí, cuando se habla de “poesía de los 90’s” yo la asocio más a ese grupo, me influyeron personalmente más que la tendencia asociada a Fabián Casas y otros escritores. Todos esos poetas marcaron mi forma de escribir y pensar a la poesía. Últimamente se ha hecho una fetichización, como la que veníamos hablando, sobre la figura de Luy, convirtiéndolo en héroe romántico suicidado y eso invisibiliza no sólo su propia obra poética, que queda en segundo plano, sino también las obras de Hernán y Vigna, que son contemporáneos, fueron amigos y porque están vivos, es muy difícil ver graffitis con sus frases. Hay que ser crítico con eso, poder detectar esas fetichizaciones, no caer como una víctima inocente de ese fenómeno. Me pasa muchas veces que la gente me hable sobre Luy como si yo no hubiera sido amigo suyo, ya convertido prácticamente en un mito.
 

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Gustavo Yuste

Gustavo Yuste

Redactor
Estudiante de Ciencias de la Comunicación, escritor y poeta. Porteño, argentino y sudamericano. 23 años.

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