domingo, 28 de junio de 2015

El brillo de la oscuridad, el bordado sensual del horror y la temeridad del deseo

:: Lecturas ::

Rojo y negro

 
 
Una edición magnífica para La cámara sangrienta, de Angela Carter, con ilustraciones de Alejandra Acosta (Sexto Piso).


Por Valeria Tentoni.


Portada Alta Carter


“El lobo es la encarnación del carnívoro y es tan astuto como feroz; cuando prueba la sangre, ya no quiere otra cosa. De noche, los ojos de los lobos brillan como llamas de velas, amarillentos, rojizos, pero es porque sus pupilas engordan en la oscuridad y captan la luz de tu farol para devolvértela… roja de peligro”. “La compañía de los lobos”, el anteúltimo relato de La cámara sangrienta, tuvo una versión cinematográfica cuyo guión trabajó la propia Angela Carter junto a Neil Jordan, el director, en 1984. Es una de las diez piezas que componen este exquisito remix de cuentos de hadas de los Grimm, Perrault y de Jeanne Marie Leprince de Beaumont a manos de la periodista y novelista británica, quien se reconocía como una escritora feminista ya que era “feminista en todos los demás aspectos de la vida y no se pueden compartimentar estas cosas”. Roja también es la “mancha traicionera” en las sábanas de la joven pianista de la primera historia, que da nombre al libro, quien es rescatada de la inminencia del horror por su madre, y auxiliada por un hombre –que es ciego. “Estaba sola en la cama. Y anhelaba a mi esposo. Y mi esposo me asqueaba”, escribe para ese personaje y su gargantilla de rubíes. Roja es la hemorragia que produce el “razonamiento salvaje” de Lobalicia, y la piel del fruto del pecado: “¿Qué puede hacer la manzana mordida para volver a estar entera?”
“Las historias en La cámara sangrienta están firmemente arraigadas en la tradición popular indoeuropea. Hay una larga historia en Europa en tomar elementos de la tradición oral y convertirlos en convenciones literarias muy elaboradas”, explicaba Carter en una entrevista con Anna Katsavos. “Nada para ella es sagrado y mediante su ironía logra subvertir aquellos estereotipos de princesas y ponis y arcoiris que después de Perrault, los Grimm y Disney pueblan nuestro imaginario al pensar en cuentos de hadas”, apunta Jazmina Barrera en su nota sobre las lecturas tempranas de la autora. “Esto es lo que realmente quiere exponer la autora con su particular versión de los más conocidos cuentos de hadas, como ‘Barba azul’, ‘Caperucita roja’ o ‘El gato con botas’: el encubrimiento del mensaje original de los relatos en el complicado didacticismo del cuento de hadas, que sometería este mensaje y su forma a los dictados de la moral de la época, transformándolo en otro de los tantos medios de manipular la identidad del niño o la niña para adaptarlos a sus futuros roles sociales. Desenterrar este mensaje latente era para Carter el fin de su reciclaje de los cuentos de hadas, en el que reintegró el contenido del relato folclórico original y expuso la verdadera naturaleza adoctrinadora y a menudo amenazante de la narración inocente en apariencia”, analiza Ana María García Domínguez, entendiendo que ese contenido latente, en esta selección que realiza Carter, se centra en “la construcción de la identidad femenina” y con ello pretende descubrir “el proceso de culturización que convierte a la niña en la mujer aleccionada del sistema patriarcal”.


Carter


La elección gráfica de Sexto Piso, amén de la edición de lujo que la recibe, no podría haber sido más acertada. La chilena Alejandra Acosta, talentosa autodidacta –quien también ha ilustrado, por caso, Del Enebro, de los hermanos Grimm, para Jeckyll&Jill, y diseña portadas para editoras como Alpha Decay o Errata Naturae– comparte con Carter la predilección por el brillo de la oscuridad, el bordado sensual del horror y la temeridad del deseo, cierta manera que reverencia a Rilke cuando escribe que “lo bello no es sino / el comienzo de lo terrible, ése que todavía podemos soportar; / y lo admiramos tanto porque, sereno, desdeña el destruirnos”. Acosta, un pájaro contemplativo, distribuye “pequeños tesoros inesperados” en combinaciones a dos tintas. Sus collages, influenciados por el surrealismo, fueron realizados a partir de enciclopedias y grabados del siglo XVIII que recopiló en bibliotecas y librerías de viejo. El proceso de producción, dice, es lento, y probablemente tenga que ver también con un detallismo que le debe costar caro y que los lectores agradecemos: “Pasa muchas veces que tengo un collage al 90% y finalmente lo tengo que desechar porque la mano que necesito para terminarlo nunca aparece. Hay veces que he tenido que terminar algunos con lápiz, pero cuando son detalles chiquititos”, explica en esta entrevista en la Feria del Libro de Madrid del año pasado.


Alejandra Acosta


También dijo allí: “La ilustración ligada al texto trata de establecer una nueva lectura, no es que rompa barreras sino que abre una ventana nueva. En ese sentido yo siento que va enfocado mi trabajo. Trato de generar una tercera o cuarta lectura a partir de lo que yo entiendo, y generalmente es una interpretación más emocional y personal (…) No es que yo pretenda decir algo específico, sí tengo que reconocer que muchas de mis obsesiones están plasmadas en gran parte de mi obra, independiente de si tengan o no relación con el texto que estoy trabajando: siempre hay pájaros, siempre hay lobos, siempre hay mujeres. Entonces trato de hacer conexiones en el texto, de buscar el lado feminista de la historia, o el lado animal del personaje para poder generar una empatía con el texto que me entregan para trabajar”.
Sobre su relación con este encargo en particular comentó: “Cuando me mandaron ese libro me encantó, porque en el fondo encierra todo lo que siempre me ha gustado. Fue como un regalo, el mejor libro para ilustrar. Fue súper emocional, trabajé desde la tripa, salió todo muy fácil”. El erotismo fue resuelto, como en los relatos, desde la sugerencia, y también la preocupó “tratar de transmitir un poco la fuerza femenina de los personajes”. Sus composiciones, al igual que las de Carter, son jirones delicadamente furiosos sobre un fondo de sombras, desgarros magníficos que abren sus apariciones entre lo negro.


Carter

Tomado del blog de Eterna Cadencia

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