viernes, 8 de mayo de 2015

Fantasmismo recíproco y conejo en el país de las maravillas

Los mejores clientes son los que en verano se ocupan ellos mismos de sus piletas y en invierno te llaman a vos porque no les gusta congelarse. Te dan trabajo en los meses más flojos y te alivian en los más pesados. Son clientes prolijos y fóbicos. Casi nunca los ves. Están acovachados frente a sus chimeneas mientra vos tiritás y te quejás de los fuertes vientos que llenan todo de hojas. Ellos tampoco te ven. Es un fantasmismo recíproco. Te dejan el pago en una mesita oxidada por el rocío, abajo de un cenicero de piedra, o de vidrio, y te entregan las llaves del jardín. Como podés entrar cuando querés, son piletas que uno podría considerar propias. Y de alguna forma lo son. Y entonces uno se permite alguna licencia y llega a hacer algo más que limpiar la pileta. No voy a decir qué cosas. No ahora. Pero siempre hay cosas para hacer. Nada ilegal, pero cosas.
La anécdota del sorete, por ejemplo, sucedió en una de esas piletas. Y la del perro muerto. Y la del auto de colección.
Hoy, algo sencillo: hurto de zanahorias. Sí, porque al burro le ponen la zanahoria adelante pero alguna vez hay que dársela. O el burro tiene que procurársela. Y quién se va a dar cuenta de que faltan algunas plantas, en semejante huerta. Además hay que saber mirarse al espejo y reconocerse conejo en el país de las maravillas que es el país de la piletas. Los conejos comemos zanahoria, no se nos puede negar eso nunca.

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