jueves, 28 de mayo de 2015

"Espero que se te haya roto el amor de tanto usarlo"

"Cuídese mucho": el arte no cura el dolor de amor

Abrió la muestra de la performer francesa Sophie Calle. La dejaron por mail y ella les pidió a 107 mujeres que comentaran esa carta. El resultado es esta muestra de arte.

POR PATRICIA KOLESNICOV


Puede pasar -pasó ayer- que apenas el visitante se asome a la enorme muestra de Sophie Calle en el flamante Centro Cultural Kirchner, se encuentre con la artista francesa en persona. Caminando alrededor de larguísimas mesas en las que hay pantallas, hablando por teléfono, mirando a los que miran.
Puede ser que eso pase pero eso no es lo más importante: un paso antes de entrar, dos jovencitas le habrán indicado al visitante que lea unas "instrucciones" y tome una hoja de un estante. "Lean la carta, eso es lo que a ella le importa". Las instrucciones explican el origen de esta obra: la artista recibió un mail en el que un amante la abandonaba. Por respeto al amor que se tenían, la dejaba a golpe de teclado. "Como ya sabe, últimamente me he sentido mal", dice el caballero en el comienzo, anunciando que se viene el "No sos vos, soy yo". Y explica: ella puso como condición no ser "la cuarta" de sus mujeres. El lo respetó, pero "esta semana empecé a llamar de nuevo a 'las otras'". En fin, la amará siempre pero se acabó. Y termina: "Cuídese mucho". Así se llama esta obra, que es parte de la Bienal de Performance.
Ella les mandó esa carta a ciento siete mujeres -actrices, cantantes, una criminóloga, su madre, una jugadora de ajedrez, una psiquiatra- para que la comentaran. Para que hicieran algo con eso. Algunas de las respuestas son en video y eso es lo que se ve en las pantallas de la primera sala de la muestra de Sophie Calle. Algunos son de mujeres famosas: la cantante y performer Laurie Anderson, la cantante de fado Misia, las actrices Jeanne Moreau y Victoria Abril.
Uno puede quedarse a vivir en esas pantallas. Puede empezar, por ejemplo, por Victoria Abril, que lee la carta en castellano y en la cama: "¿Siempre se hablaban de usted?", se ríe. "¿En la cama también?". Y le aconseja a Sophie: "Lo que hace falta es un rendez vouz (una cita)", y termina: "Espero que se te haya roto el amor de tanto usarlo".
Las lecturas se continúan. Una música, Poney P. que baila como saltando y canta como gritando. Una actriz, Dinara Drukarova, que lee el texto completo, dobla la hoja, se apantalla con él y esa falta de aire atraviesa la pantalla. Otra música, Sapho, canta como un lamento: "Sophie, las cosas cambian". Una artista iraní, Sussan Deyhim, la lee literalmente pero con tono irónico, sentada sobre un inodoro. Misia, una exquisita cantante de fado, arranca cantando la letra, se detiene y dice: "Es imposible, esta carta no tiene ninguna poesía, hace falta poesía para cantar un fado". Y listo. Jeanne Moreau lee con un cigarrillo en un cenicero y un vaso de vino medio vacío al lado. Hay una cantante de tango.
Después de un rato, una ha escuchado la carta muchas veces. Muchas veces "últimamente me he sentido muy mal". Muchas veces "empecé a llamar a 'las otras'". Muchas veces "me hubiera gustado que las cosas fueran de otro modo". Como pasa con las cartas en que te aman o te dejan, la de Sophie Calle rebota, rebota, aparece otra vez, una descubre otro sentido, una frase que había dejado pasar, un matiz. La van dejando, nos van dejando, cada vez que escuchamos la carta. A veces trágica, a veces cómicamente.
No todas las lecturas son tan compasivas. Hay tres salas más donde se exponen textos escritos. Allí están las ventanas de este imponente edificio que antes fue el Correo Central. Aunque la muestra no puede estar mejor ubicada -la carta de Calle es un mail, el Correo es un Centro Cultural- el paisaje urbano, gris y llovizna, que entraba por las ventanas competían ayer con la exposición: la ñata contra el vidrio, muchos se quedaban largo rato frente a ellas.
Los textos que se muestran -lástima- están en inglés, aunque la gente de la Bienal atravesó este escollo con hojas impresas en las que figura la traducción. Uno es de la madre de Sophie: "Comparto tu desilusión, pero no sobredramaticemos", le arroja. "Si Sophie lo hubiera amado tanto como decía no hubiera convocado a un escuadrón de mujeres para que la ayudaran a superarlo", le dice la escritora Christine Argot.
Hay más, hay mucho más. Una sesión de mediación familiar, una lora que se come la carta, una tiradora que la agujerea con balas.
Se sale de ahí con una acumulación de impresiones, de emociones, de ideas. Nada de todo eso cura el dolor de amor, se sabe. Así es el arte.

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