miércoles, 15 de abril de 2015

El que se va sin que lo echen

Anoche me llamó el pelotudo. Me agarró de sorpresa. Logré no decir nada, casi no sentir nada. Me dijo que mi auto está en arreglo y que él me llevaba hoy a hacer todo lo que tenía que hacer de médico y trámites.
Fuimos con Julián, que se había pedido el día para acompañarme, a la prestataria, a ioma a buscar carnet nuevos, a sacarme la radiografía. Yo no sabía cómo iba a salir todo, en especial: cómo me iba a sentir yo. Y puedo decir que tuve una mañana muy feliz. Él se ve tan lindo. Mi hijo y su papá son tan lindos y me gusta tanto que me atiendan...
Le corté el rostro un rato pero cuando empezó a tratar de sacarme conversación me agarró la ternura. ¿Y qué más quería yo que que me hablara así? Le contesté, le conté algunas cosas interesantes (de las que me hacen irreemplazable y él se pierde siempre que pelotudea). Lo dejé que me agarrara de la cintura para subir el cordón de la vereda y hasta le dije: "Mirá lo que invento para que me pongas la mano encima". Recién me dio un beso en la boca en la puerta de mi casa, beso de marido apurado, vuelve en media hora para ir al médico.
Tengo que lograr no dar nada, no regalar, no ofrecer, no hacerle las cosas fáciles. En un rato te cuento.

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