Viene Pam, mi gatita vagabunda, la que duerme afuera, la que entra de vez en cuando. Le pregunto: ¿Cómo anda, mi reina? Le acaricio tanto como se deja acariciar, Fido le pone la trompa, me agacho a tirar la basura, le repito: "¿Cómo anda, eh?" Juro que, aunque no estaba mirándola mover los labios, me dijo: Bien.
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