viernes, 27 de marzo de 2015

Constituirse y deshacerse al mismo tiempo

Marcianos y algo más

Narrativa argentina. En “Las chanchas”, Bruzzone se pregunta por el valor de un relato, en una historia en la que las cosas no son sino que parecen ser.


Félix Bruzzone escribió en  Las chanchas  un relato de riesgo casi total.


En una calle de Marte, dos chicas, Mara y Lara, interceptan a Andy, que está sacando la basura de su casa, y le piden que las proteja de unos hombres que han querido secuestrarlas. Andy vive con su mujer, Romina, y su hijo, Omi, pero en ese momento está solo, y cobija a las chicas en un cuarto que tiene en los fondos de su propiedad, donde ellas se instalan, encariñadas con Roberto, el conejo de la familia. Pasan los días, hay una búsqueda que se intensifica y comienzan las manifestaciones reclamando la aparición de las chicas, que se supone han sido víctimas de la trata de blancas. Romina, que no sabe que las chicas están en su casa, acompaña a Andy a las marchas. Incluso Mara asiste, a cara descubierta, y observa las conductas diferentes de sus padres y de los padres de Lara. El único que comparte contacto con las chicas es Gordini, que podría ser un tío de Andy. Andy, Gordini y las chicas comienzan a dar shows de magia y karaoke. Se instalan en las sierras, en una comunidad hippie, donde tienen mucho éxito, hasta que un perro se come al conejo Roberto y Gordini mata al perro a tiros. Las funciones comienzan a decaer,  Andy extraña a Romina y regresa.
Pero si Andy vuelve, el relato prosigue su extravío. En la segunda parte, más breve, narra Mara. La tercera, la más corta de todas, corresponde a la voz de Romina. Hay en ese condensarse una cuestión con la velocidad de fuga. Cada vez más rápido, cada vez más breve, cada vez más insólito. No hay momentos privilegiados, todas son transiciones.
Si bien la poética de  Las chanchas  (las “secuestradas”) es disociativa, Bruzzone instala en esa tensión una serie de elementos que se conectan entre sí tramando una red de sentido. Pero esa red es tan tenue, tan hecha de reticencias, casi de símbolos de una hermenéutica ausente, y las vinculaciones parecen ser tan arbitrarias (marcianos, conejos, perros, embarazos, regresan recombinándose en metáforas siempre inconclusas), que el relato, como la necesidad de que aquello que sucede sea lo que tiene que suceder, parece constituirse y deshacerse al mismo tiempo.
En  Las chanchas , las cosas casi nunca son, sino que parecen ser. Incluso un personaje, siendo el mismo, puede dejar de ser el que era, para convertirse en otro. Los vínculos entran y salen en lo indescifrable, las intensidades del relato varían, imprevisibles, regidas por una economía rara. Las tensiones se desplazan, y en vez de consumirse en una conclusión se transforma en otro relato. Romina lee  La historia sin fin .
Si en el siglo XIX la novela, como quería Stendhal, era un espejo que se hacía pasear reflejando lo que se veía a la vera del camino, en el siglo XX ese espejo se invierte, y a veces no es tanto el referente lo que se narra sino la construcción de una voz narrativa particular. Felisberto Hernández, Camus, Beckett, Nijinsky. Son voces que expanden el campo de lo narrable. El libro de Bruzzone trabaja muchísimo sobre ese personaje extraño que es el narrador. ¿Andy es un humano? ¿Es un roedor? ¿Es alguien que padece un brote psicótico? ¿Es torpe o se hace el tonto? ¿Miente? ¿Cómo se activa y desactiva su memoria?  El enigma del narrador se duplica en el enigma del relato.
El estilo llano, seco, tiene algo de flotante, como si la conciencia de la narración estuviese anestesiada. Tal vez, si la escritura fuese demasiado inteligente o estilizada, quedaría aferrada a la narración y esta no podría derivar y dispersarse de la manera en que lo hace. Un grado de imprecisión, de pobreza en la escritura, es funcional al relato.
La pregunta central que uno se hace es: si en un relato puede suceder cualquier cosa, ¿cuál es la importancia de lo que sucede? Como si hubiese que decir algo particular, y de una manera específica. El riesgo casi total que corre  Las chanchas  es que alguien se responda que como en el libro pasa “cualquier cosa”, lo que pasa no tiene valor.
¿Dónde está el valor de un relato?, es lo que parece preguntarse Bruzzone. Pero él no se responde. No se responde porque la respuesta está en la misma pregunta. No hay (otro) valor, podría decir  Las chanchas , que el de preguntarse todo el tiempo por el valor de lo que se hace.



Sobre Las chanchas , de Félix Bruzzone, Random House, 224 págs.,$149.

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