viernes, 20 de marzo de 2015

Ahora replicantes somos todos

Blade Runner, recuerdos del futuro

Con su anunciada segunda parte en el horizonte, el reestreno de Blade Runner en pleno siglo XXI obliga a reflexionar en la insoslayable influencia de este clásico del cine moderno, que apenas ha dejado respirar la ciencia-ficción actual, asfixiada por su influencia.


JESÚS PALACIOS | 20/03/2015 |  Edición impresa

Daryl Hannah y Rutger Hauer en Blade Runner (1982)
Philip K. Dick, autor de la novela original, tras ver un resumen de la película previo a su estreno -fallecería sin llegar a verlo-, se mostró agradablemente sorprendido por lo que había contemplado. Profetizó que sería un verdadero salto cuántico con respecto al cine de ciencia ficción hecho hasta entonces: “He llegado a la conclusión de que esto no es, de hecho, ciencia ficción; no es fantasía; es exactamente lo que dice Harrison: futurismo. El impacto de Blade Runner será sencillamente arrollador, tanto en el público como en los creadores y creo que también en la ciencia ficción como género (...). Creo que Blade Runnerrevolucionará nuestros conceptos de lo que es la ciencia ficción y, más aún, lo que puede ser”. Así se lo manifestó a los productores en una carta del 11 de octubre de 1981. Como en tantas otras cosas, para bien y sobre todo para mal, Dick no se equivocó en sus predicciones.

Aunque apenas pudo disfrutar del dinero recibido y nunca llegó a ver la película,Blade Runner cambió para siempre la ciencia ficción cinematográfica e incluso la realidad misma. Después de un estreno que pasó casi sin pena ni gloria, confundida entre un puñado de filmes del género como La cosa Star Trek II: La ira de Khan, completamente noqueada en taquilla por la unánimemente alabadaE. T.la película de Ridley Scott inspirada en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, acabó convirtiéndose en un paradigma de forma y fondo, contenido y continente, que se extendería viralmente a lo largo y ancho del espacio-tiempo, contagiándolo todo y plantando su impronta seminal de forma tan poderosa que todavía hoy seguimos bajo su larga sombra, no tanto sin superar sus logros como sin ser capaces de escapar a ellos.

Cuesta creer la tibieza con que críticos veteranos como Roger Ebert o Pauline Kael, aun reconociéndole méritos, recibieron Blade Runner. Correremos un tupido velo sobre lo que muchos de sus colegas españoles dijeron en su día. Todos son sabios: han rectificado. Hoy, Blade Runner está en todas las listas de las mejores películas de ciencia ficción de la historia e incluso, a veces, en la de las mejores películas a secas. Algunas de sus frases, imágenes y secuencias son momentos icónicos a la altura del final de Casablanca, el cochecito de El acorazado Potemkin o el trineo de Ciudadano Kane. En cuanto a la ciencia ficción, nada había producido un efecto comparable desde 2001 y no ha vuelto a causarlo de momento. Blade Runner redefinió el género, rompiendo sus fronteras para insertarlo definitivamente en la posmodernidad, de la que se convirtió en representación quintaesenciada. 

La omnipresencia de la publicidad es uno de los temas de Blade Runner
Sus temas: la inteligencia artificial, la destrucción del medio ambiente, la explotación de las mega-corporaciones, la biotecnología aplicada al rendimiento capitalista, la omnipresencia de la publicidad y, sobre todo, la pérdida de la identidad... Son los temas de finales del siglo XX y del nuevo milenio, si bien bajo ellos se esconden (poco) los eternos dilemas de la contingencia humana, el pacto fáustico y Prometeo encadenado. Sus formas: el retro-futurismo, la convivencia de alta y baja tecnología, el thriller neonoir, la estética publicitaria, la ubicuidad de la técnica, la urbe faraónica, el tenebrismo visual... Son las formas que permean y penetran la praxis del cine de ciencia ficción desde 1982. La clave utilizada por Scott, fusión de elementos dispares procedentes de cine, cómic (Métal Hurlant), literatura, pop, Serie B, arte y especulación filosófica, es la clave misma de la posmodernidad: el pastiche. El collage figurativo de autor frente a la aridez abstracta del arte y ensayo o la falta de intención del puro cine comercial.

Con Blade Runner, como percibió Dick, la ciencia ficción pasó a ser recuerdo del futuro. Nacía el Cyberpunk, seudo-movimiento de corta e intensa vida, que murió de éxito, alcanzado por una realidad futurible cuya existencia se solapaba cada vez más rápidamente con el presente continuo al que nos vimos abocados, y en el que nos hemos instalado como un programa de software defectuoso pero vírico. Blade Runner hizo literal el himno nuevaolero de Radio Futura (que actuaron por vez primera en una Hispacón: Convención Española de Ciencia Ficción): El futuro ya está aquí. Para quedarse.

El gran triunfo de Blade Runner es también el gran fracaso de la ciencia ficción actual. Todo es Blade Runner. Su impronta estética y visual, su referencia metagenérica (el thriller), sus preocupaciones ético-filosóficas, sus arquetipos pero también sus tópicos... se repiten implacablemente en casi toda producción o producto del género y otros afines desde hace más de treinta años. Ahora, siguiendo su huida hacia delante, Ridley Scott produce Blade Runner 2 -está ocupado dirigiendo Prometheus 2, o sea, la retro/saga de Alien-, con Denis Villeneuve como realizador, el guionista Hampton Fancher -que coescribiera el original- y Harrison Ford retomando su personaje, aunque no el protagonismo. ¿Qué pensar o qué decir sin sonar viejuno y pesimista? Tal vez, simplemente, que, ahora, replicantes somos todos. 

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