martes, 20 de enero de 2015

Manual de supervivencia de la mujer postrada y abandonada

Paso a detallar algunos manejos prácticos de loscuales aún estoy recuperando el aliento. El relato puede contener, digo, producir, imágenes no aptas para sensibilidades extremas. No sé si quienes lean esto me rechazarán por el asco o me amarán por el ingenio.
La cosa es que mis hombres estuvieron acá hasta las 3 de la tarde, cocinaron, alcanzaron, llevaron,trajeron, comimos pero después se fueron cada uno a sus quehaceres. El más chico me dijo que tipo 8 volvía, pero ya ven que son las 9 y sigo sola. Los mosquitos arreciaban por mi ventana abierta, las luces todas apagadas, sobrepasada mi hora del analgésico, sin agua ni mate ni merienda al alcance más que tres naranjas,una banana y media manzana y, lo peor de todo, el pis amenazando reventar mi vejiga. Mucho peligros para una sola heroína herida.
Primero me puse off que era fácil y estaba a un estirón de mano no más. Antes de intentar desplazamientos más riesgosos llamé por teléfono a mi señor: en Flores, y a mijito menor: en el corredor aeróbico con amigos. Los tranquilicé a ambos diciéndoles que no era nada urgente. Amo mentir para ser buena.
Comencé entonces el movimiento serpenteante de gluteos, caderas y brazos para alcanzar el interruptor de la luz. Hizo falta proveerse de un estante recién desplazado de mi biblioteca para lograrlo. Me felicité por no obligar a mis ayudantes a ordenar todo.
Y ahora: ¿mear o no mear? Esa era la cuestión (ya no es porque ya meé). ¿Sería posible esperar la llegada de refuerzos? ¿Haría falta llorar desesperada para obtener rescate? Dicen que las frutas son buenas, yo comprobé que las fruteras también. Me sentí muy luminosa cuando se me ocurrió mear en ella en vez de intentar ir sola al baño o sacrificar la bolsa del regalo de Silvana con la cual podría correr el riesgo de desbordes. Culo en borde de cama, desplazamiento lateral de calzón, frutera liviana de plástico que se va llenando y lleva al máximo la resistencia del brazo que las sostiene en equilibrio. En el medio suena el teléfono, casi lo atiendo, casi.
Uf. Después de eso, tomar el remedio partiéndolo a la mitad y chupando la naranja agujereada con las uñas fue una pavada, casi un premio.

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