Ayer mi señor llevó el sillón transformer (pieza histórica de la familia, última cama matrimonial utilizada hace 12 años en el garage de la casa de sus viejos, último domicilio conyugal) a mi cuarto: es que estábamos hatos de dormir en dos colchones y en uno, con el yeso, ya no podíamos. De su casa trajo sábanas de dos plazas y su cepillo de dientes. Las sábanas las acomodó él solo, como está acomodando toda mi casa y mi auto y nuestros hijos y mis animales y plantas, pero el cepillo vino hasta mí y me lo mostró. "Mirá, traje mi cepillo", me dijo. Sonreía. Lindo.
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