sábado, 4 de octubre de 2014

Edna y Roberto

Edna Lieberman: “Roberto Bolaño es mi fantasma”PDFImprimirE-Mail
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MaloBueno 

Escrito Por Mario Casasús   
2010-04-28 17:37:50
 México DF.- En entrevista exclusiva con Clarín.cl Edna Lieberman (1958), la musa y personaje en la narrativa de Roberto Bolaño, habla de la novela Cartas a mi fantasma (Editorial Terracota, 2009), título que juega con el poema: El fantasma de Edna Lieberman publicado en Los perros románticos. “Me encontré nombrada y evocada en su literatura, tanto bajo seudónimos como con nombre y apellido. Ahí empezó mi profundo duelo atemporal, off-time, se habían cumplido 3 años del fallecimiento de Roberto. Me sentí desesperada al no poder preguntar, responder, agradecer o simplemente entablar la conversación, que entre los dos quedó trunca” 
La evocación escrita por Bolaño en el poema Musa y en El fantasma de Edna Lieberman (Los perros románticos, 2000); hizo eco entre Llamadas telefónicas (1997), ahí Edna es “la mexicana”; En Los detectives salvajes (1998) la seduce con el seudónimo de “Edith Oster”; en Tres (2000) la describe como “la desconocida que desaparece en su Atlántida”; en Amberes (2002) vuelve a ser “la mexicana, judía, pecosa, de piernas flacas y pelo caoba”; aparece en varios versos de La Universidad Desconocida (2007) como “Edna”; y en la novela póstuma 2666, Bolaño la nombra “Edna Miller”.

Edna Lieberman imagina los escenarios si hubiera leído a tiempo la poesía y narrativa de Bolaño, habían pasado 30 años sin que ambos entablaran una conversación, después del intenso romance que vivieron en Barcelona; lo que comenzó como un íntimo epistolario y catarsis, terminó convirtiéndose en la novela autobiográfica Cartas a mi fantasma (2009), la trama transcurre durante un viaje a España, Edna visita a las amistades que compartió con Roberto en 1979, desde Bruno Montané a Victoria Ávalos; sin pretender escribir a 4 manos, Edna recurre a la poesía e intercala párrafos de Bolaño donde ella se reconoce y le responde. Este 28 de abril el poeta infrarrealista y narrador chileno cumpliría 57 años.

MC.- Edna, ¿cuándo te reconociste musa y personaje en los libros de Roberto Bolaño?, ¿qué impresión te causó leer los manuscritos de Bolaño hasta su muerte?

EL.- Empecé a leer los libros de Bolaño gracias a “una casualidad”, más bien lo llamaría destino. Hacia enero de 2006, paseando dentro de una librería en el Distrito Federal, me topé con la portada del libro homenaje que le dedica Jorge Herralde a Roberto. Al ver la fotografía de Bolaño, la presión se me fue al suelo, porque no había visto dicha imagen en casi 30 años.

Como un paréntesis, Roberto y yo fuimos pareja en Barcelona hacia 1979, no por mucho tiempo, pero sí una relación muy intensa y pasional. A lo largo de los años me llegaban comentarios de que Roberto publicaba y ganaba premios, sin embargo nunca me surgió el interés por leer su literatura. En pocas palabras: lo había enterrado en el oscuro cajón del no recuerdo. En el 2003 fui enterada del fallecimiento de Roberto, lloré esa noche y volví a olvidarme del asunto.

Aquel día compré varios libros de Roberto y empecé a leer su poesía y narrativa. Efectivamente me encontré nombrada y evocada en su literatura, tanto bajo seudónimos como con nombre y apellido. Ahí empezó mi profundo duelo atemporal, off-time, se habían cumplido 3 años del fallecimiento de Roberto. En esa etapa me sentí desesperada al no poder preguntar, responder, agradecer o simplemente entablar la conversación, que entre los dos quedó trunca. Imposible cerrar el círculo o volver a abrirlo. Viví una terrible impotencia y frustración: Roberto Bolaño, muerto.

Pasé por un verdadero luto cuya única resolución la encontré en la escritura. Empecé a escribir lo que originalmente se llamó: “Cartas a un muerto”. En un principio el escribir consistió fundamentalmente un acto catártico, individual, una revisión personal ante los hechos, ante mis sentimientos. Mientras resolvía o intentaba resolver mi interior, también surgió el coraje, el enojo por no haberlo leído en vida.


MC.- En Llamadas telefónicas (1997) eres “la mexicana”; En Los detectives salvajes (1998) te seduce con el seudónimo de “Edith Oster”; en Tres (2000) te narra como “la desconocida que desaparece en su Atlántida”; en Amberes (2002) vuelves a ser “la mexicana, judía, pecosa, de piernas flacas y pelo caoba”; apareces en varios poemas de La Universidad Desconocida (2007) como “Edna”; y en la novela póstuma 2666, te nombra “Edna Miller”. ¿Bolaño te describía y recordaba sin que tú lo notaras?, ¿hasta ahora le correspondes el amor y las citas textuales?

EL.- Quiero suponer que Bolaño me llamaba a través de su literatura, me evocaba y quizá deseaba que en algún momento yo lo leería y establecería contacto con él. Sin embargo no sucedió así: lo vine a desenterrar y a desempolvar cuando él ya estaba muerto. A veces el ser humano bloquea episodios de su pasado justamente por la fuerza formativa que han tenido en su ser actual. Algo similar me sucedió con relación a Roberto.

Lo escribo en la novela: él me hablaba indirectamente, yo me movía en los actos directos de la vida; era mamá por primera vez, armaba un negocio, etcétera. A partir de las lecturas de su obra me volví –efectivamente- a enamorar de Roberto y a responderle desde la escritura, ya que no había otra posibilidad. Al encontrarme en su literatura, tomando en cuenta la enorme fuerza que tiene la palabra escrita, me fui despojando de barricadas y barreras levantadas durante tantos años. Me sentí aludida en carne viva y descubrí la fuerza que siempre ha tenido en mí el sentimiento del amor, lo considero el más fuerte que podemos experimentar los seres humanos, nos mueve física y emocionalmente y es lo poquito que nos llevaremos a la tumba: el amor prodigado y el recibido.

Al no haber un límite corpóreo, dadas las circunstancias de esta historia, ese amor se transformó en un infinito. Al no haber contraposición no hay lugar para la decepción. Yo, un alma fusionada con la suya, fuera del tiempo. Quizá yo, en relación con mi interior, mi ying-yang. Cualquiera de las opciones, me llevó a rescatar el valor del amor en toda la gama de su espectro.
MC.- En la novela Cartas a mi fantasma (2009) citas los poemas y fragmentos de narrativa que escribió Bolaño inspirados en su relación amorosa; sin pretender hacer un libro a cuatro manos –como los “Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce”, escrito por Bolaño y Porta-, reinterpretas cada pasaje y lo intercalas con tu ficción; ¿qué sucedió entre abril de 2007 y noviembre de 2009?, ¿cómo evolucionó la estructura de tu novela hasta llegar a Cartas a mi fantasma?
EL.- Es correcto, querido Mario; de ninguna manera pretendí escribir al estilo de Bolaño con Porta. Me hubiese encantado el reto en todos los sentidos, ya me imagino las posibles discusiones y repercusiones. Intenté hacer un entretejido, entre lo que él dijo -que ya está publicado- y lo que yo le deseaba decir. En la novela dialogo con él, le pregunto, le cuento cosas y le respondo algunas de las que sobre mí escribió.

Cuando regresé del viaje a Barcelona, en abril del 2007, tenía la certeza del amor de Roberto. Ya no navegaba en mi suposición, aquello se había aclarado en mi  encuentro con Victoria Ávalos –la madre de Roberto- con quien establecí una relación muy cercana hasta el día que ingresó al hospital, donde tristemente murió. Al regreso de ese viaje, decidí plasmar por escrito aquello que surgía de una fuerte experiencia personal y mucha frustración, entre otros sentimientos. Me fui internando en el mundo de la imaginación -ingrediente fundamental para llevar a cabo la novela-, tratando de dar una salida de consuelo a aquello que pudo haber sucedido y nunca sucedió, y que a esas alturas deseaba intensamente. Así “Cartas a mi fantasma” empezó a tomar el curso de novela.

Tomé algunas clases de estructura literaria y seguí los sabios consejos de mi siempre querida Victoria Ávalos: “la ilusión es la primera piedra”. Me puse a trabajar duro. A ratos me resultó un juego divertido  incursionando en el mundo de la fantasía, y a veces pasé por episodios difíciles, pero siempre con la perspectiva de crear algo. Descubrí que la literatura tiene la magia y el poder de transportarnos a lugares desconocidos de uno mismo, inclusive puede aflorar el sentido del humor si no se carece del mismo. Cambié el título de “Cartas a un muerto” -ya que no le gustaba a Victoria, demasiado fuerte tratándose de su hijo-, por el de “Cartas a mi fantasma”, estableciendo un juego con el título de un poema que me dedicó Roberto en Los perros románticos y se titula: “El fantasma de Edna Lieberman”

MC.- Los personajes Victoria Ávalos y Bruno Montané son absolutamente reales, Victoria la mamá de Roberto y Bruno el poeta infrarrealista quien te contactó con la Barcelona contemporánea. Sé que le habías pedido a Victoria que escribiera el prólogo, pero falleció; ¿le pedirás a Bruno el prólogo para la segunda edición?, ¿a Ignacio Echavarría?, ¿o te quedarás con la crítica que te “dictó” Bolaño en el epílogo?

EL.- Así fue, Victoria se había ofrecido a escribir el prólogo, desafortunadamente como lo comentas, la vida no nos dio el tiempo. Si tengo la suerte de una segunda edición, quizá le pediría a Ignacio Echavarría que escribiera el prólogo. En todo caso sería el único candidato a quien abordaría si a él le llegara a interesar. Bruno parece estar ofendido por haberlo nombrado en la novela, todavía no entiendo por qué, él tenía los primeros capítulos donde es nombrado, muchos meses antes de la publicación, cuando todo era sólo una ilusión.

Definitivamente me quedo con el epílogo. Desde que se inició mi torbellino en el 2006 he sentido la presencia de Bolaño, impulsándome de alguna manera. A veces, apareciendo indirectamente en etapas en las yo flaqueaba en la escritura. En otras ocasiones llegué a sentir que ponía o recargaba su dedo en mi espalda empujándome hacia la difícil labor de escribir. Siempre como coincidencias dentro de lo cotidiano. Aclaro, nunca vi fantasmas, no pienses que estoy loca. Me quedo con la imaginativa crítica que me dictó “Bolaño”, quizá simboliza un deseo desde mi inconsciente o consciente, pero muy arraigado: aprender mucho de quienes me puedan y quieran enseñar.

MC.- En la página 215 te preguntas: “¿Para quién hablo?, ¿para tus editores que tampoco me hacen caso?”, Edna ¿por qué no buscaste a Jorge Herralde en tu viaje a Barcelona?, ¿sólo querías contactar a los viejos amigos de 1979?

EL.- No busqué a Jorge Herralde en ese viaje porque ya le había enviado un foldercito con “Cartas a un muerto” -en abril del 2006- durante el homenaje a Roberto en Bellas Artes (México DF). Fólder que no contenía ningún valor literario, únicamente desesperación plena. Se lo entregué a Ignacio Echavarría y no obtuve respuesta del editor Herralde. Establecí contacto indirecto con él, tiempo después le envié la novela a mediados del 2009, recibiendo la amble respuesta de que “les era imposible publicarla ese año por la cantidad de contratos pendientes”.

Tuve el placer de encontrar a Jorge Herralde en la FIL Guadalajara 2009 y regalarle un ejemplar, recién salido del horno de “Cartas a mi fantasma”. Estaré muy agradecida de recibir, en su momento, algún comentario de su parte, positivo o negativo. Considero que el editor Herralde es una gran figura dentro del mundo literario de quien me gustaría aprender.

MC.- Leí que le entregaste a Juan Villoro algunas Cartas que le escribiste a Bolaño, ¿le regalarás un ejemplar de tu libro?, ¿qué te gustaría preguntarle a Villoro, Rodrigo Fresán, Andrés Neuman y Jorge Boccanera?

EL.- Efectivamente le entregué a Juan Villoro -en aquel homenaje a Roberto- un foldercito con cartas, uno idéntico al que entregué a Ignacio Echavarría para el editor Jorge Herralde. Como te he comentado, las cartas estaban bastante mal escritas y desconexas en aquel 2006. Me encantaría regalarle a Juan Villoro un ejemplar del libro y le preguntaría: si aquel día que me presenté frente a él tenía idea de quién era yo, con relación a Roberto.

A sus otros amigos y colegas, por mencionar a Rodrigo Fresán, Andrés Neuman y Jorge Boccanera me gustaría preguntarles si alguna vez Roberto comentó algo sobre una servidora. Saber si compartía ese episodio amoroso de su vida con sus amigos. Pedirles a ellos que no me dejen sola en esta nueva aventura, que me critiquen, destacen o lo que les surja.

MC.- Es curioso que hasta tu mamá fue citada por Bolaño como “Zajdman” en Llamadas telefónicas (1997), y más aún que ella admitiera su talento, cuando en 1979 lo consideraba un hippie sin futuro; ¿ahí simbolizas el cambio de actitud de muchas personas que criticaron a Bolaño y que ahora lo admiran?

EL.- Algo tiene que ver con eso, pero sobre todo ha sido literal: un asunto muy afortunado entre ella y yo. Mi madre ha tenido el interés de leer algunos libros de Roberto, lo cual ha implicado la aceptación de aquella época en la que las diferencias de todo tipo nos separaban. Mi deseo es que se sienta orgullosa por haberme educado y siempre apoyado.

MC.- ¿Cómo era Bolaño –el hombre y el escritor- en 1979?

EL.- Roberto era Bolaño… genial y a veces insoportable. Lo disfrutaba y a ratos lo sufría. Nunca podría separar al  hombre del escritor, porque él era un artista en su vida cotidiana. Roberto era muy reflexivo y un gran escucha, leía muchísimo, escribía muchísimo, era muy brillante en sus juicios, aunque a veces se pasaba de egocéntrico y autoritario, entonces yo me dedicaba a destruir sus “frases libres” como comenta en el fragmento titulado “Un hospital” en Amberes (2002). Era un perfecto Tauro, y yo me considero una Aries bien definida, lo que a ratos nos enfrentaba.

Era muy firme en sus opiniones y a la vez era dulce cuando se lo permitía. Coqueto, seductor, travieso, juguetón, solidario, aventurero, fiel a sus principios. Compartí con él años muy formativos. A pesar de las dificultades económicas siempre salíamos adelante en nombre del amor. Hacíamos locuras, conocíamos el alma desnuda del otro. Convivir con él me resultaba un universo privilegiado y posiblemente envidiado por cualquier otro ser humano. Su neurosis personal, sabía yo, no tenía nada que ver conmigo, fruto de sus experiencias pasadas; con respecto a mi neurosis personal, él lograba ver mucho más allá de lo que yo podía imaginar. Siempre paseábamos por el Barrio Gótico, él posando su mano en mi cuello y así me guiaba. Se reía mucho de todos y todo, empezando por sí mismo. Siempre auténtico, en su pensamiento y en su quehacer.

MC.- Tomando en cuenta tu formación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y la lectura privilegiada que hiciste de Roberto Bolaño, ¿de qué libro escribirías una reseña o crítica?, ¿o todo lo que tenías que decir está en tu novela?

EL.- Me gustaría únicamente comentar que en 2666 (Anagrama, 2004) encuentro a un escritor perfectamente formado, cuajado y muy admirado. Un erudito. Vale decir que mi novela nunca incursionó en la literatura de él como tal, ni la reseño, ni la critico. Simplemente hablo de un ex-novio. 

MC.- Finalmente, ¿leerás El Tercer Reich?, ¿revisarás los papeles dispersos e inéditos?, ¿hojearás los diarios personales?, ¿escribirás alguna posdata o llegaste a reconciliarte con tu fantasma?

EL.- He leído El Tercer Reich (Anagrama, 2010) y todo lo que nos han ofrecido después de su muerte: El secreto del mal, La Universidad Desconocida (recopilación de Tres, Amberes, Los perros románticos y la poesía no publicada hasta el año 2007). No creo tener acceso a sus diarios personales, ni a papeles inéditos y tampoco me hace falta. He hecho las paces con él; yo fui un fantasma a lo largo de su vida; él, mi fantasma a la distancia de su muerte.



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