sábado, 20 de septiembre de 2014

Casualmente portadora de una vagina adulta

¿POR QUÉ ENVEJECE LA VAGINA?

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Una lectora de una “revista femenina”, casualmente portadora de una vagina
adulta, se dispone a escribir una carta a la autora del artículo que acaba de leer. 
No te lo puedes perder.

Ilustración: Nerea

































Domingo, once de la mañana. Paz. Café en mano descubro un artículo que
acapara toda mi atención. “¿Por qué envejece la vagina?”. Tomo un sorbo
de cafeína que me despeje. Me conmuevo tanto al pensar en la persona que
publica este contenido, que me lío la manta a la cabeza y no puedo más que
teclear en mi ordenador las siguientes líneas:
Me dirijo a usted en calidad de lectora de su revista, para ofrecerle todo mi 
conocimiento sobre el tema que le preocupa, que no es mucho, pero estimo 
suficiente para el caso. Entendiendo su preocupación por nuestras vaginas, no 
le quiero hacer esperar más para saber la respuesta. 
Verá, las vaginas envejecen porque las mujeres que las portan envejecen también. 
Responde a un complejo proceso que se ha gestado durante millones de años. 
Se llama vida.
Lamento que usted no conociera tan importante dato antes de publicar su 
trabajo. Es una verdadera lástima porque podría haberme llamado a mí, 
casualmente soy portadora de una vagina adulta, y podría haberle ahorrado 
la pregunta, incluso el artículo entero, sí, para qué voy a engañarle.
Supongo que no me llamó usted, porque aparte de desconocer mi 
existencia, quiere que tenga la oportunidad de consumir esos productos 
tan punteros, y tan de moda que publicita a lo largo de todo su artículo, 
aunque parezca que los ha colocado ahí como quien no quiere la cosa, como 
quien ilustra unas letras con lo primero que tiene a mano, como ejemplos 
distraídos con números de teléfono y direcciones al lado.
Hablo de las intervenciones con anestesia local que usted nos recomienda 
para solucionar lo que describe como nuestro problema de “envejecimiento” 
vaginal. Hablo de ese tratamiento láser que usted nos invita a probar al final 
de algún párrafo para que todas podamos blanquear nuestras vulvas y lucirlas 
rosas como las nubes de algodón. Hablo de esas cirugías para que 
estemos prietas después de los partos, acompañadas de cremas carísimas 
para atenuar las cicatrices, que hay que aplicar sin descanso, porque no 
sólo basta con ponerse delgada un mes después de dar a luz, también hay 
que rejuvenecer rápido para que nadie lo note.
Déjeme decirle que lo entiendo, y es que tenemos que dar a nuestras parejas 
el placer que merecen. ¿Cómo vamos a permitir que piensen que esos labios 
vaginales diminutos, delgados y de un rosa brillante existen sólo en el porno? 
Eso sería perturbador para todos. Además sé que debemos asegurarnos de 
que no encuentren ni un solo pelo por el camino, porque eso estropearía 
la magia.
Cuando el vello existía en nuestro sexo, todo era diferente. No veíamos nuestras 
vulvas oscuras, desconocíamos que eran antihigiénicas, y no teníamos un 
complejo que nos hiciera consumir cuchillas, láser, cera, blanqueantes de piel, 
y desodorantes íntimos, y eso estaba muy mal. 
Lo entiendo, sé que debemos sudar y llorar mientras una desconocida nos 
arranca sin piedad los pelos que nos crecen en el cuerpo, vaya usted a saber 
por qué, de forma sistemática. Lo entiendo, porque somos mujeres, porque 
nuestra prioridad consiste en eso, porque luego ya vendrán nuestras propias 
aspiraciones. El deber es el deber.
Lo entiendo y no puedo más que ofrecerle mi apoyo la próxima vez que usted 
quiera responder a tan difíciles preguntas. Y sin más me despido. No quiero 
quitarle a usted el preciado tiempo del que dispone para hacernos entender 
que el mundo del rejuvenecimiento vaginal debe ser otra nueva prioridad en 
nuestra vida como mujeres.
Reciba un afectuoso saludo una mujer con sexo estándar, de esos que tienen 
colores, formas y tamaños diferentes. Quizás pruebe alguna intervención de 
las que usted publicita, pero mucho me temo que tendré que explicarle a 
mi pareja que está durmiendo con una mujer y no con un bebé cerdito 
brillante. Gracias por su ofrecimiento, pero puede quedarse usted con todo 
su arsenal de publicidad apisonadora de la autoestima para sí. Que tenga un 
buen día.
Amanda (28), Tenerife (Islas Canarias, España)


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