jueves, 17 de abril de 2014

Y tal vez mueras tú, antes que yo me agote y muera en ti

"¡No te vayas, tú, tú...!"
¿Qué grito es éste? ¿Qué labios buscan y palpan sus manos, su cuello, su frente?
Debiera estar prohibido a los vivos tocar de esa manera la carne misteriosa de los muertos.
Los labios de su hija, acariciando su cuerpo, han detenido en él ese leve hormigueo de sus más profundas células, la han devuelto, de golpe, tan lúcida y apegada a lo que lo rodea, como si no hubiera muerto nunca.
-"Mi pobre hija, te conocí arrebatos de cólera, nunca una expresión desordenada de dolor como la que te impulsa a sollozar, prendida de mi con fuerza de histérica. "Es fría y dura hasta con su madre" decían todos. Y no, no eras fría; eras joven, joven simplemente. Tu ternura hacia mí era un germen que llevabas dentro y que mi muerte ha forzado y obligado a madurar en una sola noche.
Ningún gesto mío consiguió jamás provocar lo que mi muerte logra al fin. Ya ves, la muerte es también un acto de vida.
No llores, no llores, ¡si supieras! Continuaré aleteando en ti y evolucionando y cambiando como si estuviera viva; me amarás, me desecharás y volverás a quererme. Y tal vez mueras tú, antes que yo me agote y muera en ti. No llores..."





María Luisa Bombal. La amortajada

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