:: POESÍA ::
Sobre la poesía
08-04-2014 | Wallace Stevens
Cuatro estadounidenses reflexionan sobre la poesía en esta serie curada por Ezequiel Zaidenwerg, poeta y traductor, autor de Doxa y La lírica está muerta, que actualmente vive en Nueva York. Primera entrega: Wallace Stevens.
Selección y traducción de Ezequiel Zaidenwerg.
Wallace Stevens nació el 2 de octubre de 1879 en Reading, Pennsylvania. Trabajó como periodista y estudió derecho, ejerciendo como abogado en Nueva York y trabajando, después, en una empresa de seguros. Publicó, entre otros, Harmonium, Notas para una ficción suprema, Las auroras de otoño, El ángel necesario. Murió en Hartford en 1955. El poema que sigue, en idioma original, puede leerse aquí.
De la poesía moderna
El poema de la mente en el acto de hallar
lo que haga falta. No siempre había tenido
algo que hallar: la escena estaba ya dispuesta; repetía
lo que decía el libreto.
Después cambiaron el teatro
por alguna otra cosa, y su pasado se volvió un souvenir.
lo que haga falta. No siempre había tenido
algo que hallar: la escena estaba ya dispuesta; repetía
lo que decía el libreto.
Después cambiaron el teatro
por alguna otra cosa, y su pasado se volvió un souvenir.
Debe ser algo vivo, aprender cómo se habla en el lugar.
Debe pararse frente a los hombres de la época,
y conocer a las mujeres de la época. Debe ocuparse de la guerra
y debe hallar lo que haga falta. Debe
construir un escenario nuevo. Debe subir
a ese escenario, y como un actor insaciable, despacio y
meditadamente, debe decir palabras que, al oído,
al delicado oído de la mente, repitan
exactamente lo que éste quiera oír, a oídas
de lo cual, un público invisible, oiga ya no la obra
sino su propia voz, manifestada
en la emoción como de dos personas, como dos emociones
que se funden en una. El actor es
un metafísico en la oscuridad, que tañe
un instrumento, que rasguea una cuerda que
resuena al ser atravesada por súbitos aciertos,
que contiene a la mente por completo, debajo de la cual no puede rebajarse.
Más allá de la cual no tiene voluntad de alzarse.
Debe
ser el hallazgo de una satisfacción, y puede
hablar de un hombre patinando, de una mujer bailando, de una mujer
peinándose. El poema del acto de la mente.
Debe pararse frente a los hombres de la época,
y conocer a las mujeres de la época. Debe ocuparse de la guerra
y debe hallar lo que haga falta. Debe
construir un escenario nuevo. Debe subir
a ese escenario, y como un actor insaciable, despacio y
meditadamente, debe decir palabras que, al oído,
al delicado oído de la mente, repitan
exactamente lo que éste quiera oír, a oídas
de lo cual, un público invisible, oiga ya no la obra
sino su propia voz, manifestada
en la emoción como de dos personas, como dos emociones
que se funden en una. El actor es
un metafísico en la oscuridad, que tañe
un instrumento, que rasguea una cuerda que
resuena al ser atravesada por súbitos aciertos,
que contiene a la mente por completo, debajo de la cual no puede rebajarse.
Más allá de la cual no tiene voluntad de alzarse.
Debe
ser el hallazgo de una satisfacción, y puede
hablar de un hombre patinando, de una mujer bailando, de una mujer
peinándose. El poema del acto de la mente.
Tomado del blog de Eterna Cadencia
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