sábado, 28 de diciembre de 2013

"Enjuagame el duodeno"

La literatura argentina es un coito colectivo retórico desde “el íntimo cuchillo en la garganta” hasta la viga que el Oliveira de Cortázar intenta manipular entre sus piernas para “embocarla” en la ventana de enfrente donde están Traveler y Talita semidesnuda –encima después de haber tratado inútilmente de “parar” unos clavos por no hablar del sentido en toda la escena de “tirar la soga”– que tan perspicazmente señaló Elsa Drucaroff. Para David Viñas, el valor estaba en lo “incisivo”, “penetrante”. Y todos los intelectuales de los años sesenta y setenta marcaban el máximo de rating con la palabra “profundo”. Un personaje de Washington Cucurto brama “enjuagame el duodeno”, “teñime las tripas de blanco”,”pasteurizame el hígado”. Leónidas Lamborghini escribe un poema en donde el narrador detiene su taxi para visitar a su hermano en un hotel, un hermano enloquecido por “eso penetrándole por detrás que tenía desde niño”.


María Moreno

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