viernes, 27 de septiembre de 2013

Un ser capaz de evolucionar

La liberación de la matriz - Carlos Castaneda




Según don Juan Matus, uno de los intereses mas específicos de los chamanes que vivían en el antiguo México era lo que ellos llamaban “la liberación de la matriz”. Don Juan explicaba que la liberación de la matriz implicaba el despertar de sus funciones secundarias y que, dado que la función primaria de la matriz en la mujer, bajo circunstancias normales, era la reproducción, aquellos brujos sólo estaban interesados en lo que ellos consideraban su función secundaria: la evolución. En este caso la evolución era el despertar y el aprovechamiento pleno y total de la capacidad de la matriz para procesar conocimiento directo, es decir, la posibilidad de captar datos sensoriales e interpretarlos directamente, sin la ayuda del proceso de interpretación que nos es familiar y conocido.
Para los chamanes, el momento en que el practicantes transformado, de un ser socializado para reproducirse, en un ser capaz de evolucionar, es cuando toma conciencia de que ‘ve’ fluir la energía en el universo. Según la opinión de los chamanes, las mujeres logran ‘ver’ la energía con mucha mayor facilidad que los hombres, gracias a la acción de la matriz. También piensan que, en condiciones normales y a pesar de la facilidad que tienen las mujeres en este sentido, es casi imposible, tanto para la mujer como para el hombre, volverse deliberadamente conscientes de que pueden ‘ver’ directamente la energía. Esta incapacidad se debe a algo que los chamanes consideran un absurdo: el hecho de que no hay nadie que le indique al ser humano que ‘ver’ la energía en forma directa debería ser algo totalmente natural para él.
Los chamanes sostienen que la mujer, por poseer una matriz, es tan versátil, tan individualista en su capacidad para ‘ver’ energía directamente, que este logro –que debería ser un triunfo del espíritu humano- es dado por hecho. La mujer nunca es consciente de su capacidad. En este aspecto, el hombre es más eficiente. Dado que a ellos les resulta difícil ‘ver’ la energía directamente, cuando lo logran no lo dan por sentado. Por eso es que fueron los brujos los que fijaron los parámetros para percibir la energía directamente y los que trataron de describir ese fenómeno.
-La premisa básica de la brujería –me dijo don Juan en cierta oportunidad-, descubierta por los chamanes de mi linaje que vivieron en México en la antigüedad, fue que somos ‘percibidores’. La totalidad del cuerpo humano es un instrumento de percepción. Sin embargo, en nosotros el predominio de lo visual confiere a la percepción el carácter general de los ojos. Este carácter, según los brujos de la antigüedad, no es más que la herencia de un estado puramente depredatorio.
“El esfuerzo de aquellos antiguos brujos, que ha perdurado hasta nuestros días –continuó don Juan-, estaba dirigido a ubicarse más allá del ámbito del ojo del depredador. Concebían el ojo del depredador como algo visual por excelencia, y consideraban que el espacio que estaba más allá de él era el reino de la percepción pura, la que no tiene una orientación visual.
En otra oportunidad, me dijo que la gran discusión entre los brujos del antiguo México giraba en torno de por qué las mujeres que poseen la estructura orgánica –es decir, la matriz- que podría facilitar su ingreso en el ámbito de la percepción pura, no tenían interés en hacer uso de ella. Consideraban que la paradoja de la mujer era que, teniendo a su disposición un poder infinito, no tenía el menor interés en acceder al mismo. Sin embargo, don Juan estaba seguro de que esa falta de deseo de acceder al poder no era natural sino aprendida.
El objetivo de los pases mágicos para el vientre es permitir que las mujeres que practican Tensegridad vislumbren, más allá de una simple curiosidad intelectual, las posibilidades de anular el efecto de esa malsana deformación social que genera la indiferencia observada por los brujos de la antigüedad. Aquí cabe, sin embargo, hacer una advertencia: don Juan Matus recomendaba a sus discípulas proceder con gran cautela al practicar esos pases mágicos. Los pases mágicos para la matriz son pases que incitan el despertar de la función secundaria del útero y de los ovarios, y esas funciones secundarias son el reconocimiento de datos sensoriales y su interpretación.
Don Juan se refería a la matriz como a la ‘caja de percepción’. Estaba tan convencido como los demás brujos de su linaje de que el útero y los ovarios, cuando son sacados de su ciclo reproductivo, se pueden convertir en instrumentos de percepción y transformarse, efectivamente, en el epicentro de la evolución. Consideraba que el primer paso de la evolución es la aceptación de la premisa de que el ser humano es un percibidor. No era por simple redundancia que él insistía constantemente en la prioridad de este hecho.
-Que somos percibidotes ya lo sabemos. ¿Qué otra cosa podemos ser? –solía protestar yo, cada vez que él insistía con el tema.
-¡Piénsalo un poco! –era lo que invariablemente contestaba a mis protestas-. La percepción sólo desempeña un minúsculo papel en nuestra vida y, sin embargo, concretamente, sólo somos percibidotes. El ser humano percibe la energía sin restricciones y la transforma en datos sensoriales. Luego interpreta esos datos sensoriales y los transforma para instalarlos en su vida cotidiana. Esta interpretación es lo que denominamos percepción.
“Los brujos del antiguo México, como tú bien sabes –prosiguió don Juan-, estaban convencidos de que la interpretación se producía en un punto de brillo intenso, el ‘punto de encaje’, al que encontraron al ver el cuerpo humano como un conglomerado de campos energéticos que se parecían a una ‘esfera luminosa’. En este aspecto, la ventaja de la mujer es su capacidad de transferir la función de la interpretación del ‘punto de encaje’ a la matriz. El resultado de esta función de transferencia es algo de lo que no se puede hablar, no porque sea algo prohibido, sino porque es algo indescriptible.
“La matriz –continúa don Juan- está realmente en un estado de confusión a causa de la velada capacidad que existe en remisión desde el momento del nacimiento hasta la muerte, pero que nunca es utilizada. Esta función de interpretación nunca cesa de actuar y, sin embargo, nunca asciende a un nivel de plena consciencia.
Lo que don Juan afirmaba era que, mediante sus pases mágicos, los chamanes del antiguo México habían elevado entre sus practicantes femeninas la capacidad interpretativa, la matriz, hasta el nivel de lo consciente y, al hacerlo, habían instituido un cambio evolutivo entre ellas; es decir, habían transformado la matriz de ser un órgano de reproducción a constituir una herramienta de evolución.
En el mundo del hombre moderno, se define la evolución como la capacidad de diversas especies de modificarse a través de un proceso de selección natural o de transmisión de características, hasta lograr reproducir en su descendencia los cambios que han logrado en sí mismos.
La teoría evolutiva que ha perdurado hasta nuestros días –desde el momento en que fue formulada, hace más de cien años- indica que el origen y la perpetuación de una nueva especie animal o vegetal es producida a través de un proceso de selección natural que favorece la supervivencia de los individuos cuyas características los convierten en los especímenes mejor adaptados a su entorno, y que esa evolución es producida por la interrelación de sus tres principios: primero, la transmisión hereditaria, esa fuerza conservadora que transmite formas orgánicas similares de una generación a la otra; segundo, las variaciones, es decir, las diferencias que existen en todas las formas de vida; y, tercero, la lucha por la supervivencia que determina cuales de esas variaciones constituyen una ventaja en un entorno determinado. Este último principio fue el que dio origen a una frase que solemos escuchar habitualmente: “La supervivencia del más apto”.
La evolución, como teoría, tiene enormes baches; deja lugar a muchas y grandes dudas. Es, en el mejor de los casos, un proceso abierto para el cual los científicos han creado esquemas de clasificación; han ideado taxonomías, del más diverso tipo, pero sigue siendo una teoría con muchas falencias. Lo que sabemos sobre la evolución no nos dice qué es la evolución.
Don Juan Matus creía que la evolución era el producto de ‘intentar’ a un nivel muy profundo. En el caso de los brujos, ese nivel profundo era marcado por lo que él denominaba ‘silencio interior’.
-Por ejemplo –decía cuando explicaba este fenómeno-, los brujos están seguros de que los dinosaurios volaban porque ‘intentaron’ volar. Pero lo que resulta muy difícil de comprender y más aún, de aceptar, es que las alas sólo son una solución para el problema de volar; en este caso, la solución de los dinosaurios. Pero no la única solución posible. Es la única de que disponemos, por imitación. Nuestros aviones vuelan con alas que imitan a la de los dinosaurios, quizá porque volar nunca fue vuelto a ‘intentar’ después de la era de los dinosaurios. Quizá se adoptaron las alas porque constituían la solución más fácil.
Don Juan opinaba que, si ‘intentáramos’ volar ahora, no habría manera de saber qué otras opciones tendríamos, además de las alas. Insistía en que, dado que el ‘intento’ es infinito, no existe un método lógico en el cual la mente, por medio de los procesos de deducción o inducción conocidos, pueda calcular o determinar cuales podrían ser esas opciones.
Los pases mágicos de la serie de la matriz son sumamente potentes y deberían ser practicados con cuidado y cierta limitación. En la antigüedad, los hombres tenían prohibido realizarlos. En épocas más modernas, hubo una tendencia entre los brujos a tratar estos pases mágicos en forma mas generalizada y, así, surgió la idea de que también podían ser de utilidad para los hombres. Sin embargo, esta idea debe ser objeto de un manejo cuidadoso; si es llevada a la práctica, es preciso hacerlo con mucha concentración y voluntad.
A causa de sus efectos poderosos, los practicantes de Tensegridad de sexo masculino que enseñan los pases mágicos han optado por practicarlos frotando muy levemente la energía que generan sobre la zona de sus propios genitales. Se ha comprobado que esta medida es suficiente como para brindar un estremecimiento benéfico, sin efectos negativos profundos.
Don Juan explicaba que, en un momento dado, los brujos de su linaje permitieron a los hombres la ejecución de estos pases mágicos, en la esperanza de que la energía generada por ellos despertara la función secundaria de los órganos sexuales masculinos. Decía que, para aquellos brujos, la función secundaria de los órganos sexuales masculinos no era en absoluto similar a la del vientre; afirmaban que no era posible que se produjera una interpretación de los datos sensoriales porque los órganos sexuales masculinos están fuera de la cavidad abdominal. Debido a esas circunstancias particulares, la conclusión fue que la función secundaria de los órganos masculinos era algo que ellos denominaron “soporte evolutivo”: una especie de trampolín que catapulta a los hombres a realizar proezas extraordinarias, a lo cual los brujos del antiguo México denominaban ‘intento inflexible’ o propósito lúcido y concentración.



Carlos Castaneda
“Pases mágicos – Tensegridad” - Serie para la matriz

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