viernes, 19 de julio de 2013

Por cada minuto que viví puse una piedra sobre mi cuerpo ciego y estragado

Juan José Saer


Dylan Thomas in America



En los aviones y en los trenes, uno
se siente sólido y eterno. Pero una muerte
dócil me esperaba en el silencio frío
del hospital. La trabajé sin miedo
y por cada minuto que viví
puse una piedra sobre mi cuerpo ciego y estragado
hasta que la borrosa realidad y mi espeso
silencio se hicieron una sola cicatriz
lisa como una lámina.
After the first death, there is no other.
Pero la tenue esmeralda
de los helechos, como una niebla dura,
murió diez veces desde entonces, en cada tenso
invierno, en los jardines de Gales,
y por diez veces, fénix frágil,
renació.




De El arte de narrar.

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