sábado, 13 de julio de 2013

Marchen tres Yuri Herrera para mí

:: LECTURAS ::


Todo lo bueno es un pedazo de algo horrible


03-07-2013 | Yuri Herrera


La transmigración de los cuerpos, la nueva novela de Yuri Herrera ronda el policial con una trama con resonancias bíblicas: sexo, odio, pasión, paternidad y redención.


Por Patricio Zunini.


En las novelas de Yuri Herrera hay una sensación de inminencia. Un límite que, aunque no se nombre —o justamente por ello—, tiene el peso de lo definitivo. En Trabajos del reino (2004), un cantor de corridos acostumbrado a vivir en la marginalidad consigue, gracias a un encuentro fortuito, ser incorporado en la corte de un capo narco mexicano: la vida no se vuelve menos marginal, pero las canciones populares convierten al riesgo en épica, y la relación que se da entre mecenas y artista provoca una sensación de equilibrio ante la inestabilidad. Makina, la protagonista de Señales que precederán al fin del mundo (2009), emprende un viaje (mítico) para cruzar una frontera innominada en busca de un hermano al que debe darle un mensaje. Da lo mismo si del otro lado la esperan en los Estados Unidos o en el inframundo. Los escenarios que mira (construye) Yuri Herrera son inestables, flotantes, lo dicho: inminentes.


Aquellas “señales que precederán al fin del mundo” que daban cuenta en la novela anterior, parecen haber confluido en La transmigración de los cuerpos (2013). El gobierno ha declarado un estado de emergencia por una enfermedad que se transmite, en principio, a través de la picadura de un mosquito, aunque podría tener otras vías de infección. La recomendación, entonces, es quedarse en casa. Las calles vacías a la hora en que debían estar anegadas de coches dan una sensación de abandono, de grieta en el tiempo presente.

Sin embargo, en medio del desasosiego, el Alfaqueque, nuestro héroe —porque en las novelas de Herrera los protagonistas son héroes en un sentido mitológico—, encuentra una causa de felicidad: es por el encierro forzado que habla por primera vez con la Tres Veces Rubia, una vecina tan hermosa que lo tiene transtornado. Se cruzan en el pasillo y ella lo invita a pasar un rato juntos: «La gente que está sola se vuelve loca», le dice. El Alfaqueque es un tipo más bien simplón, de un físico ordinario, que siempre pasó desapercibido para su vecina. Pero sabe que en esta oportunidad cuenta con el mejor instrumento para desarmarla: su palabra. Es como dice Al Pacino en “El abogado del diablo”: no lo ven venir. El Alfaqueque tiene el poder de fascinar con las palabras. Una vez, hablando de él una amiga le había dicho a otra «Míralo, y si no te gusta no hables con él porque te van a dar ganas de cogértelo».

La labia no es sólo para conquistar mujeres, es su herramienta de trabajo. Llegados a este punto, vale destacar otra característica de las novelas de Yuri Herrera: los protagonistas son conocidos por lo que hacen. El nombre del cantor de Trabajos del reino era Lobo, pero desde que entra en el palacio narco le dicen El Artista. (En esta novela hay una extensión del procedimiento y por ello, además del Artista, hay un Rey, un Heredero, un Gerente, un Joyero, una Niña, una Bruja). En el terreno impreciso de Señales que precederán al fin del mundo no se sabe si Makina está viva o muerta, es como un androide, una máquina. El protagonista de La transmigración de los cuerpos también tiene un trabajo: según la RAE, el afaqueque es el «hombre que, en virtud de nombramiento de autoridad competente, desempeñaba el oficio de redimir cautivos o libertar esclavos y prisioneros de guerra». El Afaqueque de Herrera se ocupa de destrabar los conflictos, de solucionar inconvenientes, de escarbar en la mierda de la gente.

La gente le agradecía hasta el exceso que arreglara sus problemas, casi lloraban de júbilo cuando les evitaba tocar ciertos asuntos y le enviaban chequecitos y botellones; después no lo querían ni saludar porque se acordaban de en qué habían estados metidos.

Esta vez, como «todo lo bueno es un pedazo de algo horrible», habrá de perderse el placer de la compañía de la Tres Veces Rubia para salir a interceder entre dos familias antagónicas que han secuestrado al hijo de su rival.

Yuri Herrera, siempre rondando el policial, desarrolla una trama que, acorde con la ironía del título, podría decirse que tiene condimentos de resonancias bíblicas: sexo, odio, pasión, paternidad, redención, y la certeza inexorable de que el mundo hace mucho que ha llegado a su fin.



Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2013/29294#more-29294

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