miércoles, 13 de marzo de 2013

Al Gobierno no le importa nada la educación, sólo le importa el poder



Abraham: "Éste es un gobierno de estafas ideológicas"

En una entrevista con LA NACION, el filósofo sostiene que se estimula una cultura que "tiene algo de fraude"; analiza la educación, con definiciones agudas

Por Luciana Vázquez | Para LA NACION


Le molesta, y mucho, el lugar común que propone a la educación como un mecanismo de ascenso social. "La gente que dice que el pobre supera su condición económica con educación en general es gente rica", sentencia el filósofo Tomás Abraham. No se deja tentar ni un segundo por el juvenilismo militante que corta calles y toma escuelas: "Que haya política es muy importante, pero la política no es sacar un banco a la calle", precisa. Reivindica sin vueltas la educación como estudio, y el estudio como un trabajo tan duro como inspirador.

Abraham ataca de nuevo con la filosofía que practica como nadie: la que no necesita de la cita de autoridad ni de las reflexiones celestiales para llegar hasta la médula de una realidad bien local. Como suele hacer, sin pelos en la lengua, desanda lo que denomina "estafas ideológicas" orquestadas del poder. Pero también deschava con la misma verba salvaje las coartadas que se monta la sociedad argentina. Esta vez, la interpelación alcanza a la educación, a los docentes, los alumnos y sus padres.

-Usted viene insistiendo con que en la Argentina se da una estafa educativa.

Al Gobierno no le importa nada la educación, sólo le importa el poder. Se estimula una cultura que tiene algo de fraude

-Éste es un gobierno de estafas ideológicas, se dice una cosa y se piensa otra. Por supuesto, la estafa necesita una serie de redes de la sociedad civil para que tenga consenso.

-¿Y en qué sentido es una estafa educativa?

-Porque al Gobierno no le importa nada la educación, sólo le importa el poder. Se estimula una cultura que tiene algo de fraude. Inauguran el Polo Científico o crean un ministerio o Tecnópolis pero lo que les importa realmente es el flash. No hay una vocación profunda de hablar de la educación o mejor dicho, del estudio. Yo hablo del estudio, no de la educación.

-¿Por qué hace esa distinción?

-Puede haber otras cosas que tengan que ver con educación. A mí lo que me interesa es el estudiar, que es investigar y aprender. La educación gira alrededor de eso. A eso no se le da importancia. Se habla de ocupar colegios, de vueltas olímpicas, de que los chicos tienen derechos, de los padres que defienden a los hijos, se habla de los pobres, de los que no pueden, de incluir. Toda verborragia que nada tiene que ver con el estudiar.

-¿Qué tendría que ver con el estudiar?

-Aprender, conocer el mundo en el que vivís. Un hombre es un ser vivo de adquisición primero para sobrevivir, después para controlar las pulsiones y ser funcional a un universo que te exige reglas. Y después está el aprender para crear y, para eso, tenés que conocer, aprender biología, matemática, lengua que tienen que ver con el mundo.

-Hay todo un discurso sobre la educación que pone el eje en la contención antes que en los conocimientos. ¿Qué le parece a usted esa vertiente?

-Ese psicologismo analfabetiza. Por supuesto que hoy en día el maestro es capaz de comprender a un chico distraído y su única opción no es castigarlo. Y eso está bien. Pero otra cosa es esta especie de masturbación emotiva en donde el maestro disculpa la falta de preparación del alumno, su falta de interés en aprender, en conocer mundo. Que haya gabinete psicológico, pero el núcleo de la escuela es otro.

Una escuela no es la casa. Tampoco es una plaza ni una pista de skate. Es el lugar del estudio, es decir donde maestros y alumnos conocen el mundo

-En cierta forma hay un olvido de ese núcleo.

-Una escuela no es la casa. Tampoco es una plaza ni una pista de skate. Una escuela es el lugar del estudio, es decir donde maestros y alumnos conocen el mundo. No pienso tanto en la primaria que todavía tiene algo de matricial y materno. Hablo de esa otra etapa, cuando el ser humano ya está con potencialidad de pensar por sí mismo. El adolescente responde con su opinión. Es rebelde, es reactivo. Tiene energías de conquista. A veces esa energía se malgasta.

-¿Malgastarla es tomar escuelas, por ejemplo?

-Malgastarla es que tomar una escuela sea lo más importante del año. Si querés, tomá la escuela: a lo mejor te tocó un rector de cuarta. Pero lo más importante del año no es tomar la escuela.

-¿Qué sería lo más importante del año?

-Esa clase del profesor de biología que le dio vuelta la cabeza. Eso es, el profesor y las clases que despiertan vocaciones.

-Pero lo que ofrece la escuela a veces no es muy tentador...

-Todo eso es responsabilidad de maestros, padres y alumnos. El profesor no te lo ofrece. Pero cuando te lo ofrece, te importa muy poco. Por eso es estafa completa. En esa estafa viven todos bien. La educación pasa a ser en realidad una solución para que todos los mediocres sean felices: los profesores hacen paro los jueves hasta el martes porque hay un fin de semana largo pago, por supuesto, y son felices. (Alberto) Sileoni es feliz porque saca un libro con frases de Cristina. Los alumnos son felices porque no tienen nada que hacer y disfrutan del no laburar. Pero eso además es una estafa porque la idea de trabajo no gusta. Y estudiar es trabajar y si tu trabajo es aprender, trabajar es lindo. No puede ser que no te guste ninguna materia y la culpa la tenga el sistema educativo o los profesores. Es toda una mentira que les permite a todos ser felices. Porque está claro que vas a una secundaria y no hay una huelga de hambre de los estudiantes reclamando porque no aprenden nada.

-Es cierto, no recuerdo tomas de colegios porque no se aprende.

-También es cierto que los apasionados por aprender siempre fueron minoría. Pero acá hay un estándar que se organiza de arriba para abajo, por eso es una estafa. Y después hay una especie de complicidad de la que todos sacan un beneficio, entonces pobrecitos los pobres que no están incluidos, pobrecito el maestro rural.

El filósofo habla de estafas ideológicas orquestadas del poder. Foto: Matías Aimar

-La caridad educativa. ¿Qué piensa de los cuestionamientos en torno a la meritocracia, que ya no se ve como máquina infalible de un ascenso social justo?

-Claro, porque se parte de niveles distintos. A la palabra "mérito" le ponés "cracia" y arruinaste el mérito. La sociedad tiene que estimular. No puede dejar sola a la gente y que no importe si hace las cosas bien o mal. Pero no se trata de decir miren, acá está Periquito, sacó un diez y ustedes son unos burros. Estimular no es humillar. Es todo lo contrario, abrirle el camino al que se interesa y reconocerlo.

-¿Qué tipo de reconocimiento sería?

-Le pongo un diez.

-¿El diez es para el que resolvió toda la prueba de matemática o para el chico que empezó sin saber nada pero finalmente pudo resolver tres ejercicios porque su crecimiento de conocimiento fue enorme?

-La profesión del profesor, cuando tiene un aula, es una relación clínica, singular. Cada chico es un mundo aparte. No hay una matriz ni un método. Los que buscan métodos son los pedagogos. Al que resolvió todo le ponés diez. Y al pibe que tenía dificultades y de cinco resuelve tres, también y lo felicitás delante de todos. El origen de cada pibe siempre va a ser diferente. Pero ya sabemos, un pibe de la villa no tiene un problema educativo.

-Tiene problemas muchos más serios.

-Tiene problemas vitales. Es un abandonado. Tiene un problema de vacunas, de alimentos, de un padre que no está, de una madre que vuelve a las doce de la noche. El problema educativo es de la clase media. Ahí están los brutos; no están en las villas. Lo que pasa es que los pedagogos, de la clase media, hablan de la villa para no hablar del embrutecimiento de la clase media.

Los pedagogos, de la clase media, hablan de la villa para no hablar del embrutecimiento de la clase media

-¿Pero educarse garantiza al menos a un chico marginado un mejor futuro que el presente del que parte?

-La educación es fundamental, pero no es garantía de nada. La gente que dice que el pobre supera su condición económica con educación, en general es gente rica. Ahora bien, indudablemente aprender cosas te permite pensar y elegir, pero no por eso vas a ser rico. No hay cosa más emotiva que un pibe pobre que va a un colegio y que es estudioso y la mamá trabaja horas extras para que el chico estudie. ¿Hay algo más emotivo que eso? Eso a mí me saca lágrimas. Sarmiento era eso, un pibe pobre de San Juan que sueña con Washington. en San Juan, una toldería con un cura y un milico y ahí aparece este Dominguito con que quiero estudiar, quiero aprender. A gente así hay que darle y exigirle, no compadecerla. Eso de poner la educación como ascenso social me molesta mucho. Yo veo la educación como un explorador que descubre mundos. El aprender tiene un premio en sí mismo.

-Después, quizás, acarrea otros efectos pero en principio, vale por sí misma.

-Siempre hay añadidura. Como si hubiera que explicarle a alguien que hacer el amor te va a relajar, te va a hacer más productivo. No. Hacer el amor es lindo en sí. Aprender es como hacer el amor: es lindo por sí mismo.

-¿Qué tiene que tener ese ambiente de aprendizaje?

-El aprendizaje también es un ritual: no podés estar con el celular. Tiene que haber alegría, el profesor tiene que tener entusiasmo por lo que hace. Ningún ministro de Educación le va a dar el entusiasmo. El aprender también necesita trabajo, es decir, esfuerzo. El trabajo da pena. Es un cierto dolor. Posterga la satisfacción. ¿Pero no es la vida eso?

-¿El aprender debería también aislarse de los "ruidos" de la militancia?

-Yo no lo veo así. La militancia está muy bien. La universidad, por ejemplo, tiene que ser porosa a todo. No veo ninguna incompatibilidad entre el ruido y la concentración. Que haya política es muy importante, pero la política no es sacar un banco a la calle.

-Pero se confunden mucho.

-Yo tuve seis meses de estudiante en la UBA pero con militancia. La militancia es buena: te hacía estudiar. Es cierto que cuando hay organizaciones anárquicas, es muy difícil que haya ambiente de estudio. Pero pasa porque lo que les interesa no es el estudio sino melonear a la gente. Pero ese problema no se soluciona sin política y suprimiendo la militancia. Se soluciona teniendo a Gastón Burucúa como profesor, a Beatriz Sarlo, a David Viña, es decir, que los estudiantes hagan política pero que tengan a los mejores profesores. Los buenos profesores te concentran. No necesitás el silencio de la apoliticidad.

Abraham reflexiona sobre la educación con definiciones agudas. Foto: Matías Aimar

-Un director de escuela privada me comentaba que cuando los alumnos reclaman, deben presentar cuatro propuestas de solución.

-Esto exige que los alumnos se sientan representados por la institución y que acepten un acuerdo básico acerca del modo en que funciona. Esto se da en las instituciones privadas pero no en las del Estado, donde no hay identificación ni con las autoridades ni con el mero hecho de estar allí. Ahí se disputa el poder y no el funcionamiento. Por eso parece absurdo en esas condiciones proponer soluciones de mejoría, es reforzar el statu quo que se combate.

-Pero así seguimos atrapados en la identificación entre compromiso militante y toma del colegio.

-Pero eso pasa porque nadie quiere estudiar. Si vos tomás un colegio, no estudiás. No hay nadie que diga no lo tomemos porque me pierdo la clase el profesor de biología. Ocupás un colegio para que haya una situación irresoluble que obliga a prestarte atención porque se supone que nunca nadie te prestó atención. Mentira. Porque empiezan por el extremo: no es que pidieron diez audiencias y no te las dieron. Ocupan colegios para conseguir la primera. También puede ser, para ser bueno, que de arriba para abajo no les expliquen los cambios o se los expliquen muy mal. Pero lo de la toma del colegio tiene mucho placer, mucha adrenalina. Salís en tele. Te llaman de las radios. Vas ahí y sos un personaje como la chilena (Camila Vallejo). Es el modelo. De repente aparece tu familia. Aparece el padre en contra del rector y lo vio el hermano, el empleado, el jefe, y le dicen "che, te vi ayer en tele, estuviste muy bien, estuviste bárbaro." La adrenalina tendría que estar puesta en el estudio. En cambio, esa adrenalina donde se unen maestros, alumnos y padres es la adrenalina de salir por tele.

-¿Cómo ve los sistemas de medición y evaluación de resultados educativos?

Lo de la toma del colegio tiene mucho placer, mucha adrenalina. Salís en tele. Te llaman de las radios

-No me parece ni bien ni mal. Son ideas burocráticas. Lo mío es la mística. Estos sistemas son nuevos sistemas policiales: la gente se cuida y hace bien porque la vigilan. Ojo del amo engorda el ganado. No digo que esté mal, no digo que el amo no tenga que estar y que el ganado tenga que estar solo. Si sistemas como esos ayudan a que la gente no se tire a chanta, háganlo, pero para mí el tema pasa por otro lado. Pasa por las ganas de estudiar. Como no soy Jean Jacques Rousseau y no creo que esas ganas van a salir espontáneamente, creo que se necesitan políticas, pero la política tiene que juntarse con la mística. Que los discursos hablen de lo lindo que es aprender, del afán del estudio, de cómo un Premio Nobel de Física se hizo a sí mismo.

-Usted la pasó mal en la primaria con su tartamudez y en secundaria, por la disciplina férrea del ILSE.

-Sí, a veces sí.

-Pero sigue creyendo en la escuela.

-No creo en la escuela. Es como creer en el semáforo: el semáforo tiene que estar sino los coches chocan.

-Digámoslo así: cree que la escuela es una institución necesaria.

-Por ahora, para aprender la gente se reúne en lugares públicos llamados escuela. Es un lugar de aprendizaje y puede ser un lugar vital y abierto.

-¿Eso implica eliminar los pupitres, el profesor y transformar ese escenario de autoridad?

-No. Yo no soy hippie. El maestro es alguien que se respeta. Sabe algunas cosa que yo no sé, biología por ejemplo. A lo mejor yo sé más de fútbol. Pero no voy a respetarlo porque sabe más sino porque es el maestro. En cambio, él no me tiene que respetar a mí. El está para ayudarme. Me tiene que querer aunque no como me quiere mi papá. Yo al maestro le tengo que importar. Pero no me tiene que respetar.

-Desde este presente tan "contenedor", nociones como esa pueden interpretarse como autoritarias.

-Si vos le importás a alguien, el otro no es un déspota. El déspota está para perjudicarte. Lo único que le importa al déspota es él mismo. Yo hablo de lo contrario: al maestro le importás vos. Yo estoy hablando de amor..

2 comentarios:


  1. Comparto este artículo, Paula; estoy totalmente de acuerdo con Abrahan.

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  2. Es (lamentablemente, tremendamente) muy agudo y acertado.
    Muchas frases son para un cuadrito, para que las tengamos siempre presentes, destaco entre las que más me impresionaron esta:
    "Los pedagogos, de la clase media, hablan de la villa para no hablar del embrutecimiento de la clase media"

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