lunes, 24 de septiembre de 2012
Una piedra lanzada en lo hondo del pozo
El animal sobre la piedra, de Daniela Tarazona
Por Irad Nieto
Marzo 2009
De la primera oración o el primer párrafo suele depender que un lector siga las huellas de la escritura. Una anécdota, una remembranza, la descripción de un lugar, un hecho sobrenatural, un crimen o un cadáver, todo puede servir para comenzar una historia; a partir de aquí puede despegar o despeñarse. “Todo principio de relato es siempre una especie de contrato entre escritor y lector”, escribió Amos Oz. En este sentido, El animal sobre la piedra, la primera novela de Daniela Tarazona (ciudad de México, 1975), ofrece desde su primer párrafo las claves esenciales para su lectura: “Mi casa fue el territorio de un suceso extraordinario. Después de la muerte de mi madre un gato de color gris entró a mi cuarto y orinó bajo mi cama.” Con estas simples palabras Tarazona nos introduce de golpe en una atmósfera extraordinaria –con uno de los animales de mayor simbolismo en la tradición literaria fantástica, el gato, el cual parece reconocer la verdadera condición de la protagonista– y en una narrativa que oscilará sutilmente entre la realidad y la fantasía, los sueños y el delirio.
La protagonista y narradora de esta ficción, Irma, es una joven mujer que luego de la muerte de su madre decide buscar alivio en un lugar alejado, en la playa, para guarecerse del dolor y la angustia. Apenas llega al lugar, comienza a sentir una agradable vitalidad y, al mismo tiempo, a padecer una extraña transformación en su cuerpo, de la que serán testigos un hombre y su rara mascota, un oso hormiguero. Una tarde, al despertar de una siesta, descubre sorprendida el contorno de su cuerpo a un lado de la cama, un “pellejo fino” que tal vez represente su pasado, del cual se desprende cuidadosamente.
Con esta muda de piel empieza una larga metamorfosis (en los párpados, pupilas, orejas, extremidades, vísceras y hasta en las facultades mentales) de la narradora, que evoca inevitablemente la creada por Kafka y el simbolismo animal que nutre gran parte de la literatura fantástica. Sin embargo, mientras que el relato de Kafka comienza cuando el protagonista, Gregorio Samsa, está ya convertido en un bicho monstruoso y doliente, El animal sobre la piedra es el testimonio minucioso de una mutación en reptil, narrado en forma de diario, en primera persona, y con una escritura fragmentada que no oculta la influencia de Clarice Lispector y trastoca los tiempos. En la ficción de Tarazona la metamorfosis puede leerse como el reverso de la de Kafka: no una pesadilla sino un escape de la “fragilidad emocional” de los humanos. Asumir una piel más dura, animal, es acomodarse un caparazón que nos resguarda; una metáfora de la supervivencia ante una realidad, tanto interior como exterior, que nos embiste.
La historia de El animal sobre la piedra, narrada con una prosa obsesivamente cuidada, a veces poética, no concede al lector ninguna certeza para saber si los hechos (si es que lo son) transcurren en un plano real, onírico o delirante; por el contrario, lo abandona en su perplejidad y lo deja vagando entre símbolos como la muerte, la maternidad, el útero y, por supuesto, lo humano-animal.
“Escribir es una piedra lanzada en lo hondo del pozo”, anotó Clarice Lispector. La novela que nos entrega Daniela Tarazona quiere ser precisamente eso, lo es a su modo. No una gran obra: una buena novela.
■Tomado de http://www.letraslibres.com/revista/libros/el-animal-sobre-la-piedra-de-daniela-tarazona-y-la-ultima-partida-de-gerardo-pina
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