jueves, 16 de agosto de 2012

Diarios de la loca

Magdalena, en su etapa adolescente, es decir, desde que su libro preferido dejó de ser Dailan Kifki, me tenía un poco preocupada con su consumo de literatura "demasiado juvenil": su ideal era Absurdah y me hacía buscar historias reales, contadas por las mismas protagonistas, "de ahora" (nada de Memorias de una joven formal) y que no sea "flashero", es decir, "que haya pasado de verdad".
Le gustó Abanicos de seda pero la desilusionó que la autora confesara al final que eso NO era su propia vida.
Comencé a torcer poco a poco sus lecturas cuando logré conseguirle la autobiografía de Rigoberta Menchú que se leyó completa (yo ni la toqué todavía), interrumpida por Rosaura a las diez obligada por su profe del cole (qué embole y claro, dice mamita, no entra en el esquema eso de la construcción masculina de una mujer imaginaria).
Ahora me pide opciones: le doy una biografía de Teresa de Ávila, la novela Felicitas Guerrero, los Diarios de Pizarnik y un Mujeres del siglo XII que pesqué en Parque Centenario y que incluye capítulo sobre su homónima María Magdalena.
Al rato me dice que está con el de Felicitas Guerrero, que es "demasiado inventado", que "cómo saben qué pasó así". Ah, y "¿quién es esa loca que me diste el diario? ¿Escribía así cualquier cosa?".

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