lunes, 9 de julio de 2012
La broma asesina
Paganismo Pop
La broma asesina (parte I)
Por: Javier Calvo martes 27 de marzo de 2012
Escribo este post doble bajo la influencia espiritual del próximo concierto que ofrecerán Killing Joke en Barcelona el 17 de abril. Más allá de la magnitud que este evento tiene en mi calendario personal, donde para entendernos sería el equivalente de un cometa capaz de levantar tsunamis astrales y sacar a la luz nuevas islas psíquicas, la visita de Killing Joke a Barcelona este año tiene una doble importancia añadida. Por un lado, forma parte de su Gira 2012, concebida como conmemoración y preparación itinerante del fin del mundo vaticinado para este año, y que culminará en un festival organizado en Nueva Zelanda en diciembre, coincidiendo con las fechas señaladas para dicho fin. (Jaz Coleman ha interpretado, correctamente en mi opinión, las múltiples profecías y anuncios de un cataclismo para el presente año como señales de un cambio de era, de un colapso global del sistema económico y de nuestra civilización capitalista. Como él mismo dice: “las profecías que se hicieron hace miles de años no son más que ‘escaneos’ intuitivos de acontecimientos importantes del futuro que afectarán a la humanidad”).
El otro elemento trascendente es que, de acuerdo con la cartografía astral de la banda, cada una de sus visitas a España coincide siempre con un nuevo conflicto bélico en el mundo, lo cual según Coleman es positivo porque contribuye a la aceleración de la Historia que va precipitar su colapso inminente.
Quien haya leído el párrafo anterior y no conozca a Killing Joke y su historia podrá interpretar –comprensiblemente– que son la banda más pretenciosa y egocéntrica de la historia del rock, y lo único que se me ocurre decir es que es a la vez cierto y no cierto. O mejor dicho, lo sería si Killing Joke fueran realmente una banda de rock.
¿Es Jaz Coleman el nuevo Doctor Dee?
Decir que Killing Joke es una banda de rock es una afirmación que falla al mismo tiempo por exceso y por defecto. Por un lado, como dice mi amigo Tomás Nochteff, es la mejor banda de rock del mundo. Por otro lado, definirlos como banda de rock viene a ser como afirmar que Jesucristo era un judío con tendencias masoquistas, o bien que Charles Manson fue un actor fallido de los años 60s. Como corresponde a una banda que al formarse estableció entre sus objetivos la fundación de un nuevo Renacimiento, la música no es más que un elemento –necesario pero no forzosamente central– dentro de la síntesis única que llevan treinta años desarrollando entre activismo político, investigación económica y ecológica, agricultura alternativa, misticismo, filosofía oculta y neotribalismo ritual. De hecho, una de sus características más llamativas como banda es que cuesta mucho oírlos hablar de música, como si ésta no se contara entre sus intereses principales. En una de las escasas entrevistas que he leído en que profundiza en la cuestión, Jaz Coleman habla así de la fundación de su grupo: “Rechazamos todo el blues como simple comunismo musical, porque era una forma musical procedente de una tierra extranjera y no de nuestro país de origen. Empezamos a hacernos preguntas sobre lo que era el ritmo anglosajón, de manera que Killing Joke nació de este feroz debate. (…) Siempre consideramos la batería el instrumento que lo regía todo. Big Paul bebía de la tradición celta de percusión, y queríamos reinventar o establecer una percusión tribal moderna de estilo anglosajón. De manera que en muchos sentidos estábamos casi escribiendo nuestra propia música folk, porque Inglaterra no tiene una verdadera tradición folk”.
"Podemos discutir
sobre los diversos
estadios de la magia,
del chamanismo a la
wicca, al hermetismo,
el rosicrucianismo,
al iluminismo y por fin
a la magia del caos.
¡Y tener opiniones
contundentes sobre
todas estas cosas!"
Entre montar una banda con tres amigos y construir con ellos la tradición folk que tu nación ha descuidado me parece que el segundo objetivo es mucho más encomiable, y por supuesto más propio de Jaz Coleman. Hablando del momento en que él y Big Paul Ferguson buscaban otros dos músicos para completar la formación original de KJ, Coleman especifica que “no solamente tenían que ser músicos innovadores, sino también grandes filósofos. Tenían que entender la tradición mistérica y también los fundamentos de nuestras creencias, que por entonces eran unos fundamentos muy mágicos; de base rosacruciana, para ser exactos. Y la única manera de encontrarlos era preparar literalmente una ceremonia, un ritual, para encontrar a los otros dos miembros de la banda, que es lo que sucedió. ¡Y los encontramos a los diez días de llevar a cabo el ritual!”. El resultado, pese a que la formación original de KJ se deshizo en los 80s y solamente se reunió al final de la década pasada como resultado de la muerte de su bajista de entonces, es un equipo de hombres renacentistas que ha sobrevivido hasta nuestros días. Dice Coleman: “No conozco a otros músicos capaces de sentarse a una mesa y pasar de una discusión en profundidad sobre política mundial y geopolítica, pasar a la poesía, recitándola de memoria, luego pasar a geociencia, pasar a teología, filosofía, al surrealismo en el arte, lo que quieras, y todos nos movemos con gran facilidad por estos temas. Podemos discutir sobre los diversos estadios de la magia, del chamanismo a la wicca, al hermetismo, el rosicrucianismo, al iluminismo y por fin a la magia del caos. ¡Y tener opiniones contundentes sobre todas estas cosas! Mis compañeros de banda pueden hablar sobre cualquier sistema político del planeta Tierra, y han tenido experiencia de primera mano con todos ellos”.
Catalogar las actividades a las que se han dedicado los miembros de KJ en los últimos treinta años sería tan largo como estéril. Están, por ejemplo, la restauración de obras de arte (Big Paul Ferguson), la producción de pop mainstream (Paul ‘Youth’ Glover) y, en el caso de Coleman, la composición de música sinfónica y la dirección de orquestas filarmónicas. En la que sería la primera de una larga serie de redefiniciones epifánicas de la propia identidad, Jaz Coleman se mudó a Islandia en 1982, siguiendo ciertas indicaciones geománticas (y bíblicas) según las cuales era el sitio más seguro donde pasar el fin del mundo. Allí se encuentra el Glaciar Snaefellsjokull, donde Julio Verne colocó la entrada al centro de la Tierra y uno de los focos del campo astral de la Tierra, Chakras planetarios o puntos de poder primarios del planeta. En Islandia Coleman y Geordie Walker llevaron a cabo experimentos mágicos de distinta índole, intentando por ejemplo crear sonidos artificiales con poder análogo al de las trompetas que derribaron las murallas de Jericó; en Islandia Coleman también empezó a estudiar finanzas internacionales y decidió convertirse en compositor de música clásica, dos actividades que empezaron de inmediato a ser financiadas con el rendimiento económico de Killing Joke. De esta manera se inició una dinámica en que KJ funciona como “banca” de una serie de actividades que van desde la adquisición de un ejército privado (sic) hasta la creación de comunidades agrícolas autogestionadas en lugares remotos.
"Quiero convertir
Killing Joke en una
orden. Quiero
convertir nuestro
sistema de valores
en algo tangible,
como las aldeas
y las granjas”.
A día de hoy, las comunidades agrícolas son el centro del activismo de KJ. Se trata de dos proyectos de aldea con recursos sostenibles, o eco-aldeas, la primera de las cuales ya está montada y en funcionamiento en una isla del Pacífico. (La segunda va a estar en Chile). Comunidad y sostenibilidad son los dos pilares de un proyecto basado en los estudios de geociencia de Coleman, que entre otras cosas le han llevado a preocuparse por la cuestión de la superpoblación y de los recursos, a convertirse en defensor de la permacultura y a preconizar el regreso al campo, la creación de gobiernos regionales que controlen la población y la construcción de comunidades autogestionadas, un poco a la imagen del anarquismo decimonónico. Todo ello orientado a uno de los conceptos centrales de su filosofía, lo que él llama la Resurrección de la Naturaleza. (“Yes I Believe We Can Turn It Around!”, exclama en tono exultante la letra de “Millenium”). La idea, dice Coleman, es que “cada comunidad sea autosuficiente, para que el planeta pueda cuidarse de sí mismo. Esto lo creo con firmeza. Creo en la replantación masiva en la repolinización del planeta y en la restauración de la biosfera, ¡amén! Creo que podemos limpiar todos los ríos y que deberíamos marcar hasta el último emplazamiento nuclear y advertir a nuestros descendientes. Luego hay que dejar de usar los dólares del petróleo y que cada aldea se convierta en república”.
Lo más fabuloso es cómo la permacultura, la energía libre y los conceptos de la geociencia, junto con la oposición al sistema económico global, se dan la mano en la filosofía de KJ con la tradición oculta y la magia. Esto se puede ver en muchas de sus letras, como en la maravillosa “The Raven King”, donde la crítica política se aúna con los mitos de la Inglaterra pagana para crear un himno de batalla legible desde ambas esferas: “The raven’s flown and left the tower / And Albion feels all abandoned / A desecrated cenotaph – surveillance state and waning choices / Guarded by warriors we knew / Guided by our ancestral voices / Let flags of black and red unfurl / Echoes of distant laughter / Confederation of the dispossessed / Fearing neither God nor master / (…) Spirit of resistance haunt us once again / Your restless call for this defiance / Let sorrow turn to anger in your name / Carpe nocturna, seize the night now”. Estudios e investigaciones culturales movidos por el espíritu renacentista de aunar ciencia y espiritualidad, matemáticas y poesía, pero también estudio y acción, práctica transformativa, un plan de regeneración del mundo. Megalomanía, según sus críticos. Voluntad de totalidad, en cualquier caso. O en palabras de Coleman: “Killing Joke es un modo de vida. De hecho, lo quiero llevar un paso más allá. Quiero convertir Killing Joke en una orden. Quiero convertir nuestro sistema de valores en algo tangible, como las aldeas y las granjas”.
¿Fue Jaz Coleman quien mató a Heath Ledger?
En 2006 Killing Joke publicaron “Hosannas From The Basement Of Hell”, una especie de álbum temático sobre las posibilidades del ritual en el contexto de la banda que estaba concebido como contrapartida al contenido furiosamente político de su predecesor, “Killing Joke” (2003). De acuerdo con Jaz Coleman, “en 1989 dejé por completo la práctica de la magia e inicié una vida de rezo y contemplación. Ten en cuenta que cualquier ritual que hubiera hecho, incluso en la época anterior, siempre fue devocional”. La afirmación se contradice flagrantemente con la práctica de KJ en la mayoría de sus grabaciones y apariciones en vivo. Para su álbum de 1994, tal como ellos mismos se encargaron de publicitar a los cuatro vientos, usaron sobornos para entrar a grabar voces para el álbum en la Cámara Real de la Gran Pirámide de Giza (supuestamente, también aprovecharon su estancia allí para invocar a una criatura de la Antigüedad). Para el mismo “Hosannas”, viajaron por todo el mundo para grabar distintas pistas en zonas en guerra del planeta. Incluso si nos olvidamos de Coleman, que antes de “abandonar” la práctica de la magia había formado parte de varias órdenes mágicas y ocultas, Geordie Walker, el guitarrista de la banda, es Maestro Cabalista, y Martin ‘Youth’ Glover es druida de alto rango. Pero vamos, aunque no supiera nada de sus currículums, yo he estado por ejemplo de público mientras KJ tocaban “Exorcism” y sé perfectamente lo que estaban haciendo, y lo que estaban haciendo era simplemente un ritual mágico de exorcismo colectivo, con Coleman oficiando de sacerdote a los gritos de “LET IT RISE / GET IT OUT”.
Los orígenes del ritual del concierto de KJ proceden del inicio mismo de su carrera, y centran por ejemplo una gran parte de los temas de su álbum de 1983, “Fire Dances”, donde se define el ritual en el sentido antropológicamente más tradicional, como la cancelación de la distancia entre pasado y presente. De este álbum, que el propio Coleman señala que se grabó en un momento en que KJ estaban muy volcados en la veneración a los ancestros, son letras como las de “Song And Dance”: “Ways we’ve lost come flooding back now / Then my ancestors awake (then I forgot myself) / And in our joy they take their joy / And in their skills we take our skills / Then all the lines between are gone”. Y por supuesto, “Let’s All Go To The Fire Dances”: “I’ve got a feeling something’s changing / I’m gonna find this feeling somewhere / Let’s all go to the fire dances / Take the future in your hands now / Let’s do this dance forever / Teacher teach me something new please / Sow the seed god speed the plough / Basic ways to simplify me / Sun is shining in your favour / Push push me till i get there / I'm gonna find the human somewhere / Turn the pages, time goes backwards”.
“Hosannas From The Basement Of Hell”, que en este sentido es una especie de secuela de “Fire Dances” veinte años más tarde, explora las posibilidades purificadoras del ritual de la música en vivo. El feligrés es identificado como el “recolector” (“gatherer”), que es como desde hace décadas se denomina al círculo interior de seguidores y fans más acérrimos de KJ, que habitualmente tienen contacto con ellos y participan en cierta medida de sus proyectos. (El nombre viene de la idea de “recolectar información”, en aras de la emancipación del sistema). El ritual del concierto, donde Coleman asume siempre el papel sacerdotal, tanto en sus discursos pastorales entre tema y tema como en las formidables letras de la banda, es concebido nuevamente como exorcismo, de las fuerzas del odio y la violencia imperantes en el mundo capitalista, o bien como antídoto, tal como se explicita en la letra de “This Tribal Antidote”: “Too much pain and suffering, crying / Too many funerals, we know the earth is dying / Gatherers, celebrants, in a state of merriment / This sickness - cleanse us with fire and music / This tribal antidote my choice / Come to the great assembly, revelry, rejoice, rejoice, rejoice (…) Not a concert, show or entertainment / A temple, a ritual, a festival of dissent / Kindred spirits exchange and listen / We share in common different value system”.
Para ver a Coleman en algunas de sus caracterizaciones más deliciosas de sacerdote, basta con ponerse los vídeos de “Millenium” o de “Hosannas From The Basement Of Hell”.
Tampoco tiene desperdicio la escena de la película checa de 2002 “Year Of The Devil” (donde Coleman se interpreta a sí mismo interpretando al Diablo) en que alecciona a un grupo de pobres músicos folk checos (“I’m gonna tell you straight as musicians: we will put on masks of hellish astral entities, so that we may traverse the portals of Death”) acerca de cómo se hace un verdadero concierto ritual.
El tema de la máscara de Jaz Coleman es también crucial dentro del ritualismo de la banda y a menudo se ha tomado a guasa, en parte por el histrionismo de Coleman dentro y fuera del escenario, y en parte por el parecido vagamente inquietante que ha tenido su pintura facial en algunas épocas de KJ con la de Alice Cooper. Obviamente, la máscara tiene una tradición larguísima en el mundo del rock, y en concreto del metal, y es normal asimilar la presencia escénica de Jaz Coleman con esto (aunque también se puede argumentar que las máscaras de pintura del black metal, por ejemplo, tienen un importante componente de magia). El ponerse y quitarse la máscara, según Coleman, es “muy importante y muy elemental desde una perspectiva mágica. Para ser más precisos, en Killing Joke nos referimos a esta energía del arlequín o del loco como el Undécimo Camino de la Locura Divina. Es una energía que rodea constantemente a Killing Joke, y nos hemos dado cuenta de que es una energía que tiene una consciencia propia y una voluntad propia. Y que puede ser una energía muy peligrosa para trabajar con ella, a menos que uno tome precauciones serias. (…) Una de las cosas que hemos notado de esa energía es que no le gusta el dinero. No le gusta nada. El camino al que los alquimistas aspiraban es el de Mercurio: es Mercurio el que les cambiaba metafóricamente el plomo por oro, y está asociado con el espíritu del bromista [del arlequín]. Es un camino increíble, pero hay que tomar muchas precauciones. Y no le aconsejo a nadie que recorra ese camino sin estudio intensivo y sin saber qué coño está haciendo. El del loco / bromista / arlequín es un camino intercambiable con el del mago, solamente hay que mirar lo alto de la Cábala. Y volverse contra ese arquetipo es peligroso”.
La ilustración perfecta de ese peligro, cuenta Coleman, es el final trágico del actor Heath Ledger, a quien John Hinkelton suministró abundante material sobre Killing Joke y Jaz Coleman como inspiración para su interpretación del Joker del Batman de Christopher Nolan. Según Coleman, Ledger no tuvo en cuenta que la pintura del Joker era una máscara que había que quitarse rápidamente después de actuar, y que profundizar demasiado en ella conllevaba la locura, y la destrucción, especialmente cuando uno intentaba ir en contra de su voluntad expresa. Tal vez por esa razón, Ledger aparece mencionado en el tributo y los agradecimientos del disco “Absolute Dissent”, que precisamente se estaba grabando al morir el actor.
Tomado de http://www.playgroundmag.net/musica/articulos-de-musica/columnas-musicales/paganismo-pop-11485/2
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