lunes, 4 de junio de 2012

Polémico Huck

Cuando la conciencia miente: a propósito de Huckleberry Finn

Por Elisa Corono Aguilar





“no hay diferencia si haces bien o mal,

la Conciencia no tiene ningún sentido

y de todas formas te persigue…”


Mark Twain, en la voz de Huckleberry Finn



Uno de los mejores momentos del realismo en la literatura universal es cuando Huckleberry Finn, ese niño irreverente, libre, incivilizado, desobedece a la voz de su conciencia. Huck y Jim, el esclavo negro, han viajado juntos en un bote ya por varios días, cómplices de fuga: uno huye de su padre, siempre alcoholizado y violento, el otro huye de la esclavitud en busca de los estados libres del norte. Justo a punto de tocar tierra y con el entusiasmo de haber llegado al fin a Cairo, Jim comienza a planear su vida como hombre libre. Es entonces que esa voz interior, ese susurro insistente, cual Pepe Grillo, comienza a molestar a Huck: ha ayudado a un esclavo negro a escapar, está rompiendo toda ley y moral, “¿qué te ha hecho la pobre Señorita Watson para que veas a su esclavo negro escapar y no hagas nada al respecto?”, repite la voz, haciéndolo sentir miserable y malagradecido. Finalmente, Huck le dice a su conciencia, “Déjame en paz, no es aún demasiado tarde, iré a la orilla y lo denunciaré”, con lo cual logra acallarla. Pero justo cuando Huck se aleja con esta resolución en mente en su pequeña balsa para alcanzar la orilla, el buen Jim grita: “Nunca hubiera podido ser libre si no fuera por Huck, Jim nunca te olvidará”, y como para rematar, exclama alegremente, “¡Ahí va, Huck! ¡El único hombre blanco que se ha portado como un caballero y ha cumplido su promesa con el viejo Jim!”. Llegando a tierra, Huck decide ignorar a su fastidiosa conciencia, miente a los perseguidores de esclavos y los ahuyenta con sus usuales mentiras.

Páginas adelante, la vieja vocecilla empieza a dar problemas de nuevo, a hablarle a Huck sobre Dios y cómo Él lo observa todo, cómo no podrá ocultar nunca su fechoría, la peor de todas: ayudar a un negro a conseguir su libertad. Huck intenta rezar por su salvación, intenta decir que se reformará, tomará el camino de los justos y denunciará a Jim. “Pero las palabras no salían”, se da cuenta, “descubrí que no puedes rezar una mentira”. En un último intento de hacer caso a su conciencia, Huck escribe una nota para la señorita Watson, denunciando el lugar donde se encuentran y cómo podría recuperar a su esclavo. Pero ya escrita la nota, Huck comienza a recordar todos los momentos en que Jim estuvo con él, cantando, riendo, protegiéndolo siempre, llamándolo su “mejor amigo”; se da cuenta que no puede encontrar un solo momento que lo endurezca en contra del viejo Jim, así que finalmente decide: “muy bien, entonces, me iré al infierno”, exclama al tiempo que rompe la nota en pedazos, “fueron pensamientos terribles y palabras terribles, pero estaban dichas. Y las dejé así, y nunca más pensé ya en reformarme”.

La imagen de Huckleberry Finn está insertada en forma vaga en nuestra cultura: como cuando se habla de Don Quijote y su fiel Sancho Panza, de Robinson Crusoe con su perico al hombro, mucha gente intuye una imagen de un niño harapiento pescando en el río Mississippi, viviendo en desocupación y libertad. Hoy en día, existen más de trece adaptaciones a cine, cuatro series de caricaturas y docenas de ediciones infantiles que nos remiten a ella. Pero el libro, para la mayoría, sigue siendo un misterio; las interpretaciones que se le han dado son múltiples, a veces opuestas y, curiosamente, se transforman en forma extrema en un mismo lector de acuerdo a su edad. La complejidad y la riqueza de la novela hace aún que muchos se pregunten incluso si es un libro para niños.

Huck es la antitesis del sueño americano: no quiere educarse pues las enseñanzas de la escuela le parecen inútiles para la vida; no trabaja ni quiere convertirse en un hombre de bien (después de todo, decide irse al infierno); y miente siempre que puede hacerlo, pues está convencido de que la verdad lo mete en problemas. Y aunque a través de la novela Huck se enfrenta a situaciones complejas y nada infantiles que debe resolver, es difícil decir que el Huck de los últimos capítulos ha llegado a la madurez, como se espera en una “novela de crecimiento”: lo último que nos dice Huck es que una vez más debe huir de la viuda, pues vendrá para intentar civilizarlo, “y ya sé lo que eso significa, he estado ahí antes”. Huck es el eterno niño, siempre al margen de la vida civilizada en la nueva América. Y la novela es una defensa incondicional de la infancia, pues Huck es más fuerte, más ético, que todos los adultos: su “conciencia” trastornada por las enseñanzas de una sociedad racista sucumbe ante la camaradería y el amor auténtico que es capaz de sentir por su amigo. Huck decide vivir sus propias reglas en una aventura en que todos alrededor de él son ladrones, estafadores, turbas enardecidas y dispuestas al linchamiento; no duda nunca en transgredir las reglas si con eso está de acuerdo consigo mismo; y al final de la novela, parece no haber aprendido nada de la sociedad ni de los adultos, sino de la experiencia vivida y de su fiel amigo Jim, el único adulto siempre honesto, paternal, honorable.

Desde su publicación hasta nuestros días, Las aventuras de Huckleberry Finn ha sido una inagotable fuente de discusión y controversia, se ha puesto a prueba su contenido y su valor literario, además de ser un blanco constante de la censura. En 1885, tan sólo unos meses después de su publicación, la Biblioteca Pública de Concord, Massachussets, expulsó el libro de sus estantes por su temática “inmoral y ofensiva” y por estar escrito en un lenguaje “ignorante y vulgar”. Más de un siglo después, Huckleberry Finn se mantiene año con año entre los primeros diez libros más censurados de la lista de American Library Association's "100 Most Frequently Challenged Books" (Los 100 libros más frecuentemente “retados” por la censura).

La censura que tanto ha penalizado a Huckleberry Finn por más de un siglo parece estar dividida en dos etapas. El tipo de vida de Huck, su lenguaje vulgar o “incorrecto”, sus impertinencias respecto a la educación, la religión y la familia parecen haber causado gran incomodidad en su tiempo. A la autora de Mujercitas, Louisa May Alcott, una de las principales promotoras de la expulsión de Huckleberry Finn de la Biblioteca Concord, sin duda debe haberle preocupado el crudo retrato de Twain sobre la violencia entre las familias, la ignorancia de la gente común y el cinismo con que muchos personajes de la narración, incluido Huck, aceptan todo esto como parte de su vida: un realismo demasiado crudo. Es casi un siglo después de la abolición de la esclavitud que toda la discusión alrededor del libro parece haberse centrado en interpretaciones raciales. Actualmente, padres de familia insisten en que el retrato de Jim es irreal, absurdo, estereotípico e insultante y que, por lo tanto, el libro no debe ser parte de las listas de lecturas obligatorias de las escuelas. A los censores parece preocuparles, a veces, que un libro muestre cosas que sean verdad, a veces, que muestre cosas que sean mentira. Paradójicamente, si hay algo que caracteriza al estilo de la novela es el constante juego entre la verdad y la mentira, entre lo aprendido y aquello comprobado en la experiencia, entre las contradicciones humanas que en el fondo revelan verdades profundas y la aparente concordia de la moral y la costumbre social que en el fondo oculta falsedad. Todas éstas son características presentes, casi indispensables, en la literatura infantil, y la respuesta a si es Huckleberry Finn un libro para niños puede ser más simple de lo que parece, basta leer algunas páginas para descubrir de inmediato que su narrativa apela a la imaginación de un niño, a sus gustos, su criterio, pero sobre todo, a lo más humano que hay en nosotros: aquello que es capaz de vencer incluso a la voz de la conciencia y a sus mentiras.



Elisa Corona Aguilar (Ciudad de México, 1981) es escritora, traductora y guitarrista. Es licenciada en Letras Inglesas por la UNAM. Obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos en 2008 con su libro Amigo o enemigo. Es también autora del álbum ilustrado de cuentos en verso Fábulas del edificio de enfrente (Textofilia, 2011) y de los libros de ensayos El Doctor Vértigo y las tentaciones del desequilibrio (Cuadernos de Quirón, en imprenta) y Niños, niggers y muggles: censura y literatura infantil (inédito). Otros de sus trabajos están en las antologías El hacha puesta en la raíz, Línea de sombra y El lado oscuro de la persuasión. Como compositora, guitarrista y cantante participa en el dueto Doble Vida. Actualmente es becaria del Programa Jóvenes Creadores del FONCA por segunda vez.


Tomado de http://e-tlaxcala.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=7522:cuando-la-conciencia-miente-a-prop%C3%B3sito-de-huckleberry-finn&Itemid=321

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