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Territorio de experiencia
09-05-2012 | Hernán Vanoli, Irene Vilar, Josefina Ludmer, Lina Meruane, Rafael Gumucio
Cinco panelistas de lujo cerraron el ciclo Diálogos de escritores latinoamericanos en la Feria del Libro.
Por PZ. Foto: Cortesía FEL Buenos Aires/Oscar A. Verdecchia.
diálogo de escritores latinoamericanos
En escalera: Gumucio, Meruane, Friera, Vilar, Ludmer, Vanoli.
«Supongamos —dice Josefina Ludmer en Aquí América latina— que el mundo ha cambiado y que estamos en otra etapa de la nación, que es otra configuración del capitalismo y otra era en la historia de los imperios. Para poder entender este nuevo mundo (y escribirlo como testimonio, documental, memoria y ficción), necesitamos un aparato diferente del que usábamos antes. Otras palabras y nociones, porque no solamente ha cambiado el mundo sino los moldes, géneros y especies en que se lo dividía y diferenciaba.»
El texto de Josefina Ludmer es una de las partidas probables para comprender el ciclo de diálogos de escritores latinoamericanos, una de las actividades más destacadas de la Feria del Libro, en donde se abordaron diferentes problemáticas de la literatura de la región. Participaron entre otros, Guadalupe Nettel (México), Alejandro Zambra (Chile), Tomás González (Colombia), Ercole Lissardi (Uruguay). El jueves pasado se realizó la actividad de cierre. En el panel “Territorio de experiencias” participaron Rafael Gumucio, Lina Meruane, Irene Vilar, Josefina Ludmer y Hernán Vanoli, con la coordinación de Silvina Friera.
¿Qué constante se puede encontrar en la producción de estos escritores, si es que hay alguna? ¿Qué ideas y pensamientos aparecen implícitos en sus producciones? Los cinco escritores buscaron delinear aquellas características que definiera a los escritores de su generación.
El primero en hablar fue el escritor chileno Rafael Gumucio, quien contó que la novela La deuda fue muy mal recibida:
—La novela tuvo un eco más bien desagradable —dijo.— Siento que en nuestra generación se habla de sexo, pero todavía es difícil hablar de dinero o de clase. Lo impúdico es ser consciente de tus privilegios y contarlos. Todos somos críticos aunque no sepamos de qué; muy pocos son capaces de decir lo mucho que disfrutan en esta sociedad tal como está. Tenemos una especie de culpa refleja.
Gumucio continuó con su “provocación”, como él mismo definió, y luego, partiendo de una extensa lista de libros que salieron en los últimos tiempos, incluyendo El bosque quemado de Roberto Brodsky, El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia de Patricio Pron, Canción de Tumba de Julián Herbert, El cuerpo en que nací de Guadalupe Nettel, Formas de volver a casa de Alejandro Zambra y Los Lemmings de Fabián Casas, propuso una caracterización de la generación de escritores a la que pertenece:
—Todas estas novelas hablan de los padres, de la familia; muchas están escritas como el adulto que intenta revisitar la infancia. Lo que caracteriza a mi generación es la visión infantiloide del mundo y el juicio a los padres y a la idea de futuro. Los padres de mi generación tenían un futuro, buscaban la revolución; la venganza que hemos conseguido ha sido quitárselo. Por ejemplo, la negativa a tener hijos tiene que ver con eso: “ustedes apostaron al futuro, nosotros vamos a transformarlo en no futuro”. Pero no sólo eso, sino que además juzgamos su pasado. Somos revisores y jueces de nuestros padres desde una posición que parece ser incómoda pero que, en el fondo, es muy cómoda: las generaciones anteriores tenían dogmas, ideas, ideologías; la nuestra no tiene porque está convencida de que la verdad está de su lado. Es decir, somos muchos más dogmáticos que la generación anterior. El juicio hacia los padres es desde la realidad de ser los portadores de la verdad. Lanzo esto como provocación, pero creo que nuestra visión es la de decir que todo lo que hubo antes fue irreal, fue un sueño, y desde la realidad podemos juzgar a aquel pasado.
Lina Meruane buscó desmarcarse del nosotros de Rafael Gumucio. “Como yo también soy chilena y hablaste de un nosotros muy dogmático, siento que antes que nada tengo que contestar a ese nosotros problemático”, dijo. La autora de Las infantas y Sangre en el ojo señaló que la de Gumucio fue “generalización brutal”.
—Hay diferentes temas que me importan —dijo. — Uno es la dictadura, donde mis padres, quisieran o no, eran unos padres asustados. Efectivamente, hay padres, pero el juicio, más que a ellos, es a una figura mucho más grande que es la figura del dictador. Por lo tanto, la noción de autoridad es bastante fuerte. Creo que, de alguna manera, todos mis textos trabajan esa autoridad.
Meruane también se refirió a su nueva novela, Sangre en el ojo:
—Es una novela de enfermedad, donde una mujer queda temporalmente ciega. Hay una vuelta de Estados Unidos a Chile y una mirada de ciega que reconstruye un pasado todavía herido. Josefina Ludmer me decía que “sangre en el ojo” también remite a la idea de odio y rabia, pero que ella no había visto en la novela una rabia tan fuerte. Sin embargo, yo siento que es una novela cargada de rabia en tanto que a Chile se le adjudica muchos males, que hay un escape hacia Estados Unidos tratando de huir de ciertas coordenadas y la vuelta a Chile como señal de que no hubo escape posible. En ese sentido, conecta con la mesa porque Chile es un territorio de experiencia que no se puede abandonar del todo.
La escritora puertorriqueña Irene Vilar es autora del testimonio Maternidad imposible, un libro de memorias en el que narra su “adicción al aborto”: quince abortos en quince años. Comenzó su participación destacando los comentarios de Gumucio y Meruane: “este territorio de experiencia —dijo— ya ha sido enmarcado por dos experiencias que son más bien políticas y que tienen que ver con la familia personal e histórica, que básicamente es el sustento principal de mi creación artística”.
Irene Vilar es nieta de Lolita Lebrón, una activista que en 1954 ingresó con un revólver y una bandera puertorriqueña al Congreso de los Estados Unidos como forma de llamar la atención sobre la colonización de su país. Juzgada por un intento de golpe de Estado, fue condenada a 27 años de prisión. Jimmy Carter la indultó en 1979. Vilar explicó que en Maternidad imposible intentó vincular sus pesadillas particulares con las de su país:
—Mis memorias tienen que ver con un terrible proyecto de esterilización de masas que Estados Unidos llevó a cabo en Puerto Rico entre el ’58 y el ’76 y que dejó al 44% de las mujeres puertorriqueñas esterilizadas. Ese proceso llevó a mi madre a la locura. En este libro intento encontrar los vasos comunicantes entre una perversión mía y la esterilización de una generación entera. Un profesor argentino, de quien me enamoré a los 16 años en la universidad de Siracusa, me dijo que para ser una mujer libre, intelectual y del futuro tenía que permanecer estéril. Yo compré ese cuento, me parecía fascinante. Yo podría haber titulado “Exadicta al embarazo”, pero escogí la palabra aborto por razones ideológicas: para generar el debate político y cultural de manera más impactante. Busqué reconstruir en este testimonio por qué escogí una estrategia de liberación falsa y terrible a través de una perversión con mi fecundidad. Descubrí que a través de ese proceso yo desafiaba no solo a este hombre sino que desafiaba a esta política criminal que atentó y abusó contra mi país. Convertí a mi cuerpo en un campo de batalla.
La mesa continuó con la crítica y académica Josefina Ludmer, que habló del ensayo Aquí América latina —que tomamos al inicio de este artículo— en busca las características más salientes de los escritores actuales. En este sentido, y en relación a los padres y la generación anterior, señaló los radicales cambios que produjo la escritura electrónica frente a la cultura del libro y la máquina de escribir:
—De golpe aparece un tipo de tecnología de la escritura que cambia totalmente los parámetros de la literatura y de los modos de leer. Mi tesis es que todo cambio en las tecnologías de la escritura es un cambio en la literatura y en la cultura. La cultura del libro está implícita en todos esos textos como tema: la biblioteca es un tema, un problema, como en Borges. Estamos pasando de una cultura de la biblioteca, con la escritura electrónica de por medio, a una cultura de las redes. No implica que haya un corte, sino que se trata de una relación entre formas. El pasaje es una conexión entre dos formas culturales presentes que nos trabajan en el momento de elegir libros, en los modos de leerlos y en la cultura misma que implica ese modo de lectura.
Ludmer señaló que con la inclusión de la cultura electrónica se dieron básicamente tres grandes cambios: ficción y realidad quedaron fusionadas de tal forma que ya no pueden separarse (“Todo aparece como realidad y es leído como tal”); el sentido de las escrituras es transparente, sin metáfora, pero ambivalente; y el estatuto del escritor se plantea desde lo mediático:
—Hoy el escritor existe en la medida en que su imagen aparece en los medios. Existe en la medida en que va a festivales, ferias, congresos, se mueve, viaja, da charlas. Primero viene la figura del figura del escritor como figura mediática y como imagen, y después viene la obra.
El quinto en hablar fue Hernán Vanoli, el escritor más joven de la mesa. Comenzó haciendo una pregunta que bien podría haber sido el disparador de la charla: “la pregunta sobre las generaciones —dijo— me resulta siempre entre intrigante, banal, fascinante: ¿cómo se construye una generación?” El autor de Varadero y Habana Maravillosa y Pinamar señaló que en su generación “hay una atomización total, no hay puntos en común ni programas estéticos, hay simples afinidades que están dadas más que nada por las trayectorias institucionales de los que se pretenden escritores”.
Continuando con la línea propuesta por Josefina Ludmer, Vanoli se interesó por el movimiento de apropiación y vaciamiento de las plataformas electrónicas donde “la generación se llega a coagular” y donde los cambios son muy rápidos y en las escrituras se nota el intento de asimilación que se da al mismo tiempo “de una manera un poco fallida y un poco sincera”:
—Hoy el blog se sigue manteniendo, pero también es cierto que la gran mayoría de los blogs son espacios abandonados, cementerios de subjetividad. Eso se va trasladando hacia una dinámica más de red y las escrituras que uno lee más cotidianamente o las que más le interesan acontecen un ahí.
Antes de cerrar su participación, Vanoli dijo que sus intereses son “básicamente la ideología y el turismo” y propuso una interesante discusión sobre el peronismo, tema que aborda en la novela Pinamar:
—Habría que completar una teoría de la ideología en base al peronismo en lugar de pensar al peronismo en base a la teoría de las ideologías. El peronismo tiene más para contribuir a la teoría de las ideologías que lo que puede iluminar la ideología a lo que es el peronismo. En la literatura argentina, y es interesante pensar la sincronicidad que se puede dar con otras literatura latinoamericanas, en términos de relación entre literatura y política desde hace diez años que no se produce nada interesante. El kirchnerismo estéticamente obturó toda la producción. Es un desafío para analizar después de diez años de kirchnerismo qué se está pensando y qué se está escribiendo en esos términos.
*
Pasada la primera parte, más expositiva, casi naturalmente se dio el diálogo entre los invitados. Cabe señalar que Rafael Gumucio hacía las veces de provocador buscando confrontar con el resto de los panelistas. Y aunque el encuentro se volvió un poco más difuso, los escritores continuaron desgranando con riqueza sus ideas. Algunas de las frases que dijeron en esta segunda parte:
—Ahora hay más novelas que nunca, pero son otros tipos de novelas: no son las grandes novelas simbólicas, míticas, que construían un mundo y después lo destruían, ahora son acontecimientos, experiencias específicas acotadas, pequeñas. (Josefina Ludmer)
—Llevo 20 años publicando libros en Estados Unidos y he publicado cerca de 40 libros traducidos de latinoamericanos. Desde esa perspectiva, he visto que sigue habiendo los grandes libros, maravillosos, que vienen de todas formas, pero la mediocridad se parece. (Irene Vilar)
—En un punto en que cierta verosimilitud del periodismo está medio derrumbada, la frontera entre realidad y ficción se indistingue cada vez más. La realidad y ficción terminan siendo lo que algunas instituciones quieren garantizar que lo sean. Para mí lo más interesante son los géneros que hibridan ambas cosas. (Hernán Vanoli)
—La visión atomizada de la generación es falsa. Yo creo que somos menos distintos de lo que era la generación del Boom, evidentemente uno recuerda las tres o cuatro novelas clásicas del Boom y se parecen un poco, pero si uno mira bien la producción literaria era mucho más diversa, y rara y distinta. Qué tiene que ver Cortázar con García Márquez, qué tiene que ver Rulfo con Borges. (Rafael Gumucio)
—Es interesante pensar por qué la novela parece haber abandonado el territorio de lo simbólico, de lo metafórico, por qué vuelve a la experiencia, a lo central de una experiencia más mínima: a lo mejor el momento en que vivimos es el de un individuo que se siente más solo y que busca en esos textos que nos cuentan la vida real del otro, algún tipo de conexión, una especie de encuentro. (Lina Meruane)
Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2012/22680#more-22680
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