viernes, 10 de febrero de 2012
"Y arrojan libros de sí como si fueran buñuelos"
Un apunte de GABRIEL ZAID que se aconseja leer a los poetas antes de publicar
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Tomado del blog Neorrabioso
Sócrates criticó el fetichismo del libro (Fedro). Dos siglos después, en otro pueblo del libro (el pueblo bíblico), dijo el Eclesiastés (12:12): "componer muchos libros es nunca acabar, y estudiar demasiado daña la salud. Basta de palabras. Todo está escrito." En el siglo I, Séneca le escribe a Lucilio: "La multitud de libros disipa el espíritu." En China, en el siglo IX, el poeta Po Chu Yi se burla de Lao-Tsé: "De sabios es callar, los que hablan nada saben, dicen que dijo Lao-Tsé, en un librito de ochocientas páginas." En Argelia, en el siglo XIV, Ibn Jaldún: "Los demasiados libros sobre un tema hacen más difícil estudiarlo" (Al-muqaddimah, VI, 27). En Alemania, en el siglo XVI, Lutero: "La multitud de libros es una calamidad" (Charlas de sobremesa). Don Quijote, al enterarse de que se había escrito el Quijote: "hay algunos que así componen y arrojan libros de sí como si fueran buñuelos" (II, 3). Descartes: "abandoné el estudio de libros, decidido a no buscar más ciencia que en mí mismo o en el gran libro del mundo" (Discurso del método). Samuel Johnson: "Para convencerse de la vanidad de las esperanzas humanas, no hay lugar más impresionante que una biblioteca pública". Alguna vez propuse un guante de castidad para los autores que no se pueden contener. Pero también puede servir un baño de agua fría: sumergirse en una gran biblioteca, para desanimarse, como Johnson, ante la multitud de autores desatendidos. El progreso ha logrado que todo ciudadano, no sólo los profetas elegidos, pueda darse el lujo de hablar en el desierto. ¿Quién podrá detener la multiplicación de libros?
GABRIEL ZAID, Los demasiados libros, Anagrama, Barcelona, 1996, págs. 15 y 16
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