sábado, 3 de diciembre de 2011

Que nos caguen a patadas en el culo

Espiral descendente


Tomado de http://www.tomashotel.com.ar/archives/5673


Es necesario aceptar que por el momento no somos capaces de tener un pensamiento original. Todo ya ha sido dicho, escrito, comentado y deformado hasta el cansancio. Todo lo visto es una remake, un homenaje, un guiño. Ante la posible escasez de números romanos para identificar secuelas se inventó la palabra y el concepto de precuela. Todo lo oído es un cover, un acústico, una nueva versión, una colaboración, una re-interpretación. Leer sobre lo escrito que toma como base lo que otros escribieron o la misma historia de siempre con una aparente vuelta de tuerca que no es otra cosa que apenas una torsión probada y efectista.

Y así el cerebro se aquieta y descansa sobre la mullida almohada de lo conocido. No cuestionar y no reflexionar. Decir lo primero que se viene a la cabeza, por costumbre, caminar sobre la marca de las huellas, que los pensamientos recorran el mismo lecho, que no se bifurquen, que no se desvíen, que no vuelvan sobre la marcha trayendo interrogantes. Repetir y soplar. Una película de terror donde un par de rubias de pechos generosos ven una película donde matan a un par de rubias de pechos generosos que miran una película. El cinismo como reemplazo de la inteligencia. El humor como respuesta incorrecta. La destrucción masiva de una idea por el simple placer de ver las cosas desmoronarse, de verlas explotar en colores (1), en alta definición, a todo volumen.

El problema no es la banalidad. La cuestión no es dejar de disfrutar el deslizarse sobre la superficie de las cosas. Bienvenidos sean los sonidos repetitivos que embotan el cerebro, bienvenida la capacidad lisérgica de la procrastinación. Lo jodido del asunto es la costumbre, la eterna maratón zombie para recorrer las calles, el letargo constante, tener que pedir que nos caguen a patadas en el culo para que se nos caiga una idea.

Perro que ladra

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