sábado, 15 de octubre de 2011

Una escena diferente entre nosotros

"-Eres flaca como una grulla -dijo. Fueron sus únicas palabras.
También era desmedida. Me enrosqué a su alrededor, pero mi cabeza y mis pies sobresalían. La luz a través de los tablones era demasiado cruda y brillante. Desnuda, vi que mis huesos tironeaban de la piel. Traté de cerrar los ojos y no pude, porque sentí que si no sostenía su mirada él podría estudiarme a su antojo. De modo que nos estrechamos con los ojos abiertos, como adversarios, pero no llegamos hasta el fin. El se detuvo por algún motivo, no por algo que hubiésemos dicho o hecho, sino como un perro que siente en su comida la presencia de un veneno disimulado. Estábamos echados, inertes. Nada se movía aparte de los ratones detrás de las paredes, con un rumor que duró toda la tarde y luego la noche, porque yo me quedé mucho después de que él se marchara e imaginé una escena diferente entre nosotros.
En mi imagen nos acoplábamos en la cegadora oscuridad, nos movíamos más rápido que el pensamiento. Aullábamos como gatos en un rincón oscuro, nos sacudíamos como caballos en celo. Yo lo quebraba con el pico como si fuera uan rata de finos huesos. Él me pulverizaba y me esparcía por el suelo. Y sin embargo, cuando la mañana invadía las puertas y ventanas vacías despertábamos intactos, ilesos, preparados para nuevos placeres. Nuestras bocas magulladas se movían sobre el otro y nuestras manos buscaban lo que conocían. Y ya la gente murmuraba en el bosque y en los caminos hasta la próxima colina, como si los ratones hubieran corrido a llevar el rumor."



Huellas, de Louise Erdrich

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