lunes, 26 de septiembre de 2011

Un tímido profesor de Latín y griego

La historia siguiente, por Cees Nooteboom



por Quintín



Compré este libro de Nooteboom el otro día en Cipoletti. Intentaba encontrar algo sobre vinos y en cambio el librero me ofreció un saldo de libros de Siruela a treinta pesos, de los que compré seis títulos. Hace tiempo que compro libros de Nooteboom y no los leo. A medida que aumentan los rumores sobre su próxima nobelización siento más curiosidad, pero también más aprensión (ninguno de los últimos Nobel me interesa). Pero esta era una buena oportunidad, o al menos lo parecía. El libro comienza con una cita de Adorno:

"El pudor se opone a expresar las intenciones metafísicas; si alguien se atreviera a expresarlas, estaría a merced del error triunfante."

Es evidente que tengo que hacerme con esas Notas sobre literatura de Theodor W. y que si alguien inaugura un libro con esa frase, merece una oportunidad. Así que se la di. Cuando empecé a leer tuve una sensación rara. No sabía si esa historia de un tímido profesor de latín y griego, adorador de Ovidio, de Horacio y Homero, que tiene un gran amor contrariado en su vida era una de esas cursilerías grandilocuentes a lo Banville (o tal vez a lo Coetzee) o si había un compromiso real con el sujeto, si estábamos ante algo parecido a Pnin de Nabokov (gran novela).

La duda se aclaró al llegar a la segunda parte, que empieza con una cita del Vladimir que no es Lenin pero tampoco Corach. Pero aun antes, el narrador hace esta excelente observación:

"Escribo guías de viaje, una tarea estúpida con la que me gano el pan de cada día, pero no es ni con mucho tan idiota como la de todos esos escritores literarios de viajes, que sienten la necesidad de untar su preciosa alma sobre los paisajes del mundo entero para epatar a la burguesía."

Maravilloso. De esas cosas, como de lo execrable del periodismo “literario” nadie parece darse cuenta. Tras una primera parte calma como los primeros rounds de un combate de boxeo, que sirven para que escritor y lector se estudien mutuamente, Nooteboom se lanza en la segunda a un lirismo desenfrenado cuyo objeto es la exhibición de amor por las lenguas clásicas, a la descripción de una historia de amor intensa y desgraciada (bien nabokoviana) entre el latinista y una profesora de biología casada con un patán y también a una serie de variaciones sobre la muerte que incluyen el viaje en un barco fantasma en extraña y variada compañía.

La verdad es que quedé impresionado por la destreza de Nooteboom, por el brillo de algunos de sus hallazgos (como la relación que tiene un miope con el cielo estrellado, al que conoce por la mitología) y también por su ambición en el mejor sentido. Como dije, no conozco su extensa obra, que convendría seguir explorando. Al menos hasta decepcionarse.

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