domingo, 24 de julio de 2011

Recalcular eso de llegar corriendo al baño

Toiletsoft


Pedro Mairal


Bill Gates, el multimillonario fundador de Microsoft y por ende creador de nuestro cotidiano sistema operativo Windows, está volcado a reinventar el inodoro para mejorar la salud pública en países subdesarrollados. A través de su fundación, su objetivo es crear nuevos sanitarios higiénicos para 2.600 millones de personas. Suena esperanzador pero también preocupante. Se prevé en el horizonte una legión de constipados. Pensemos en un sanitario creado por Bill Gates.

Probablemente venga embalado en varias cajas distintas con tres manuales para ensamblarlos. El uso de la cañería no será compatible con la cañería local y habrá que cambiar el sistema cloacal del continente africano, donde comenzará el programa piloto. Una vez armado, el sanitario será parecido a un baño químico pero más aparatoso, más pesado, y emitirá un zumbido constante de turbina purificadora de aire. Desde que se aprieta el botón externo de encendido hasta que se abre la puerta, pasarán al menos cinco minutos, es decir que habrá que recalcular eso de llegar corriendo al baño. La puerta se abrirá con una música celestial pero la tapa del inodoro tardará otros tres minutos en destrabarse hasta que una voz femenina en swahili diga: la base de datos de su retrete ha sido actualizada. El usuario deberá entonces ingresar en un teclado la opción necesidades líquidas o necesidades sólidas, tras lo cual aparecerá una ventana que preguntará: ¿Está seguro de que sus necesidades son sólidas? ¿Cancelar o continuar? Esto deberá ser respondido rápidamente sin operar ninguna otra función del sanitario porque correrá el riesgo de que el inodoro se cuelgue y se bloquee, y no quedará más remedio que contener la necesidad imperiosa, subirse los pantalones, salir, apagar, volver a apretar el botón, y dando saltitos de urgencia esperar que se reinicie el baño. En caso de que esto vuelva a suceder y el usuario siga sin poder aliviarse, tendrá disponibles dos manuales de uso: la versión larga y detallada, y la versión corta de ciento cincuenta páginas. Una vez leído el manual, el usuario comprenderá que el sistema sanitario tiene que ser actualizado, las nuevas piezas deberán comprarse en dólares y la cañería necesita parches. Volverá a ingresar y notará que la puerta no cierra bien y no sólo se meten todo tipo de alimañas virósicas sino que también lo espían los niños del barrio. Si a pesar de todo sigue sudando frío sin poder operar el sanitario, si la nueva opción de reconocimiento anal no lo deja ingresar, si la opción de lavado y jalado de cadena le resultan inalcanzables, quizá lo mejor sea llamar a un plomero calificado. El oficio de plomero será una de las nuevas fuentes de trabajo mundiales. Habrá un plomero cada diez sanitarios. La siguiente vez que se quiera usar el baño, se aconsejará hacerlo junto al plomero, que nos irá guiando paso a paso. A no preocuparse: habrá cursos de sanitario básicos, y éste será un dato orgulloso de todo currículum que se precie. Los que no puedan pagarlo siempre tendrán la opción de alejarse campo afuera munidos de alguno de los siete manuales.

Perfil, 23 de julio de 2011

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