lunes, 4 de julio de 2011

Mentes excepcionalmente megalómanas y amantes de lo sublime


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Vacío perfecto
01-07-2011 | Andrés Ibáñez, Prólogos, Stanislaw Lem

Andrés Ibañez nos introduce con este texto a Vacío perfecto (Ed. Impedimenta), una colección de reseñas de libros imaginarios escritas por el genial escritor polaco Stanislaw Lem.

Por Andrés Ibáñez.

tapa vacío perfectoNietzsche defendía que Wagner era en realidad un miniaturista, y que sus mejores creaciones duraban menos de un minuto. De manera similar, muchos minia­turistas esconden, en realidad, mentes excepcionalmente megalómanas y amantes de lo sublime. Borges y Lem, que nunca han sido más almas gemelas que en este Vacío perfecto que hoy vuelve a aparecer en español, serían dos ejemplos perfectos de esta segunda posibilidad. ¿Quién, sino un amante de lo inmenso, podría inventar la histo­ria de la gran enciclopedia de Tlön, una obra de miles y miles de páginas que se propone la descripción de un mundo imaginario? ¿Qué loco podría pensar en escribir realmente una novela como Gruppenführer Louis XVI o ensayos tan delirantes y ambiciosos como De Impossibi­litate Vitæ o Non serviam? Vacío perfecto, una colección de reseñas de libros imaginarios, es una obra que busca deliberadamente lo sublime, lo gigantesco, lo imposible y que posee el impulso enloquecido y ascendente de las más altas empresas del espíritu.

Podemos definir la literatura posmoderna como aquella que se centra en el problema de los códigos y su desar­ticulación. En vez de hablar de la vida, de las personas o de la historia, la literatura posmoderna pretendió (sí, porque es justo que comencemos ya a hablar de esta época de la cultura en pasado) descubrir cuál es el código que construye eso que llamamos vida, persona o historia. Si la realidad, la cultura, la persona y el lenguaje no son más que construcciones, tal y como nos demuestran la lingüís­tica, la semiótica, la antropología o la genética, correspon­de a nuestra época (se decían los posmodernos) descubrir el mecanismo de esas construcciones y su razón de ser y también investigar en la posibilidad de ensayar construc­ciones distintas. Ya que si la realidad es un juego, entonces debe de ser posible cambiar sus reglas.

A fin de lograr este propósito, la literatura posmoderna emplea (empleaba) una nutrida panoplia de procedimien­tos, que van desde la parodia o falsificación hasta la idea de autorreflexividad narratológica (obras que hablan de sí mismas, como ésta que tenemos entre manos, obras que tratan de otras obras, como ésta, obras que tratan de obras que no existen, como ésta, obras que fingen desarticular otras obras que describen visiones posibles de la realidad, como ésta) y a través de una serie característica de temas, mitos y mitologemas: la Historia (con mayúscula) falsa o alternativa, la realidad como juego, la idea de la mente como mecanismo, la posibilidad de crear personas artifi­ciales (puesto que nosotros también somos artificios), la desaparición, en fin, de la frontera que separa lo natural de lo artificial. Todos estos temas y estos procedimientos son los que Vacío perfecto explora con singular lucidez y atrevimiento. El carácter enciclopédico de esta obra sin­gular, su obsesión por describir universos y mundos com­pletos, su pasión por las interminables enumeraciones y su asombro por lo innumerable y caótico de la realidad, son también plenamente posmodernas.

Comienza el libro con un trompe l’oeil en el que un prologuista sin nombre, pero que al final se identifica algo equívocamente con Stanisław Lem, comenta la propia obra. Ustedes sin duda ya están cansados de esos juegos de espejos en los que el que habla plantea su propia irrea­lidad o la nuestra, al estilo de Niebla de Unamuno (uno de los grandes precedentes de la actitud posmoderna) o de tantas ficciones de Borges. Pero el tema es inevitable del mismo modo que en Mozart son inevitables los ba­jos de Alberti o en la pintura barroca las túnicas llenas de pliegues. Les Robinsonades, de Marcel Coscat, es una versión de la obra de Defoe, una novela bastante absurda e impredecible dado que el náufrago no está realmente solo en la isla y todo lo que sucede en ella es una creación de su imaginación. Pero este es, precisamente, uno de los temas, la creación de mundos imaginarios puesto que el mundo real, el grande, el mundo a secas, es también una creación. Gigamesh de Patrick Hannahan es una obra al estilo Finnegan’s Wake, en la que su autor ha pretendido hablar absolutamente de todo. De todo, hasta de la última especie de insecto y del último dios taoísta. Es un ejemplo de «libromundo», la descripción de una obra que busca representar la totalidad. Casi todos los libros descritos en Vacío perfecto son libromundos: libros que abarcan toda la historia, que ponen en cuestión toda la literatura, que cambian todas las reglas de la historia o de la física, que abarcan a toda la población del planeta. Sexplosión de Si­mon Merrill describe el efecto apocalíptico de la desapa­rición del deseo sexual en la humanidad por culpa de una sustancia llamada NOSEX. Gruppenführer Louis XVI de Alfred Zellermann recoge los temas de la sociedad y la historia como construcciones arbitrarias o juegos. Un grupo de nazis escapan a Sudamérica, donde crean una sociedad idéntica a la de la Francia del siglo xvii. Su pro­yecto es negar sistemáticamente la realidad y sustituirla por otra inventada, tan inventada e imaginaria que todos los que participan en la escrupulosa mascarada preten­den, por ejemplo, hablar francés aunque ninguno de ellos conoce esa lengua y lo que hablan, de hecho, es alemán. Rien de tout, ou la conséquence de Solange Marriot es una parodia de la novela posmoderna en su versión nouveau roman. Puesto que la literatura es ficción y las cosas que se mencionan en una novela no suceden realmente, la auto­ra ha escrito una novela diciendo que nada de lo que hay en la novela existe y que nada de lo que pasa pasa real­mente. Comienza con las palabras: «El tren no llegó a la estación…». En Perycalipsis el autor, Joachim Fersengeld, llega a la conclusión de que en el mundo existen demasia­das cosas, y que hay que ponerse a destruir todo lo que se pueda y pagar sumas considerables a las personas que no escriben libros, ni proyectan, ni inventan ni construyen nada. Consúltese el «Poema de la cantidad» de Borges. En Do Yourself a Book, se propone un sistema para que el lector fabrique libros a voluntad a partir de obras ya exis­tentes, con lo cual uno puede hacer que Emma Bovary tenga una aventura lésbica, etc. La inmensa cantidad de cosas y personas que hay en el mundo es el tema también de Odis de Ítaca, de Kuno Mlatje, donde se afirma que hay tanta gente en el mundo que no es posible descu­brir a los genios ni lograr que destaquen (un tema clave de nuestra sociedad posmoderna, donde todo el mundo clama por sus quince minutos de fama y donde toda no­ción de canon, valor discriminante o criterio estético son puestas en entredicho) y también de De Impossibilitate vitæ, de Cezar Kouska, cuyo autor afirma que de acuerdo con la teoría de probabilidades es imposible que suceda ni una sola cosa en el universo (dado de que las alternativas a cualquier acto son infinitas). Non Serviam de Arthur Dobb es un libro dedicado a la «personética», la produc­ción artificial de seres racionales, mientras que Die Kultur als Fehler («La cultura como error») de Wilhelm Klopper critica la cultura por crear una estructura que es puramen­te mental y carente de realidad tangible (así, por ejemplo, el consuelo que trae la idea de que existe otro mundo es ilusorio, porque no existe otro mundo) y propone el con­cepto, muy rortyano, de «autocreación». La realidad como juego, en fin, es el tema de Being Inc. de Alistar Wayne­bright, que trata de una empresa que se dedica a diseñar las vidas de sus clientes hasta sus últimos detalles (hasta que llega un momento, absolutamente maravilloso, en el que no quedan ya en el mundo acontecimientos puros y espontáneos porque los empleados y mecanismos de la empresa han llegado a abarcar toda la realidad; vid. «La lotería en Babilonia» de Borges o la película The Game) y, muy especialmente, de la pieza que cierra la colección, La nueva Cosmogonía de Alfredo Testa, que es el discurso de aceptación de un supuesto premio Nobel de física, donde se desarrolla, con fascinante persuasión, el tema de que las leyes físicas del universo son en realidad parte de un enorme juego cósmico.

Difícil será, en cualquier libro presente o pasado, encontrar tanto en tan poco espacio. El lector termina con la sensación de que los qhttp://www.blogger.com/img/blank.gifuince libros que comenta Stanisław Lem no sólo existen realmente, sino que él o ella los ha leído atentamente página por página. La lectura de este exiguo volumen, que se lee en tres tardes, equivale, en información y en tiempo mental, a tres me­ses de apasionante y dedicada lectura.

No se me ocurre qué más puedo decir para animar al lector que, algo incómodo, de pie en mitad de la librería, sosteniendo entre los pies su maletín o con el paraguas debajo del codo izquierdo, hojea nerviosamente este prólogo sin acabar de decidirse. Es un libro maravilloso, único y subyugante. Cómprelo.



Tomado del blog de Eterna Cadencia Editora.
http://blog.eternacadencia.com.ar/?p=14478

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