viernes, 10 de junio de 2011

Soneto y metasoneto

Crónica de la Primera Noche del Soneto en Diablos Azules


Tomado del blog Neorrabioso


PRIMERA NOCHE DEL SONETO EN DIABLOS AZULES
7 de mayo de 2011


SONETISTAS PARTICIPANTES POR ORDEN DE APARICIÓN: 1. Luis Ricardo Suárez 2. Luis Oroz. 3. Batania 4. José Antonio Pamies 5. Silvia Nieva 6. Giovanni Collazos 7. Delia Aguiar 8. Ilkhi Carranza 9. Lidia Fernández 10. Jesús Malia 11. El Cable Azul 12. Pablo Cortina 13. Bill Gorton, taxidermista 14. Dani Orviz 15. Francisco J. Sevilla 16. Juan Luis Pérez Montoya 17. Carlos Salem

DURACIÓN: Una hora y veintitrés minutos (desde las 22:25 a las 23:48).

INCIDENCIAS: Batania y Giovanni Collazos leyeron dos sonetos de Luis Oroz. Juan Luis Pérez Montoya leyó uno de Aarón García Peña perteneciente a su poemario Dios y sus cómplices. Carlos Salem recitó otro de Almafuerte. Se ha convocado una nueva Noche del soneto para el 18 de junio.

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FOTO: Ilkhi Carranza según la mirada de Mery Caos

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Más que la noche del soneto fue la noche del metasoneto, y las cortinas de Diablos Azules parecieron las de un teatro en que se estuviera representando La niña de plata, aquella comedia donde Lope de Vega intercaló el famoso y fundador Un soneto me manda hacer Violante. Sucedió además que muchos de los metasonetos fueron contrasonetos (sólo Dani Orviz dedicó unas palabras previas a favor de esta composición), y a mí me dio por acordarme de Cristóbal de Castillejo, aquel poeta que se enfrentó a Boscán y Garcilaso por escribir al itálico modo. Cuesta imaginar que el soneto y el endecasílabo hayan sido atacados y acusados alguna vez de modernidad y de extranjería, de vanguardia y corrupción del gusto, pero es cierto.

Conviene saberlo. El soneto, que a algunos nos recuerda a esa tía solterona que nos espera en casa desde las once de la noche para reprocharnos todo lo que bebemos y lo tarde que venimos y lo malo que es andar detrás de las chicas malas y pechugonas, tuvo una infancia ratona y peligrosa. Allí donde tocó la puerta fue recibido a pedradas, como les suele ocurrir a las novedades, aunque logró saltar todas las bardas y en muy poco tiempo comenzó a reinar en toda Europa. Eran tiempos aquellos de gusto por lo simétrico y lo eufónico, tiempos en que a muy pocos se les ocurría arriesgar o probar cosas nuevas porque lo “nuevo” no se consideraba un valor per se, y al que lo intentaba (Lope en el teatro, Góngora en la poesía), se le arrojaban de inmediato y como bolas de granizo los nombres de Aristóteles y Horacio. Pero en esto llegó el romanticismo.

El romanticismo trae el culto a la originalidad y al yo. Eso que ocurría hace quinientos años en Europa, la misma catedral gótica o románica copiada-repetida-multiplicada cientos de veces y sin apenas variaciones de nación a nación, el mismo soneto petrarquista sobado y requetesobado de Cádiz a Londres pasando por París, entra en crisis. Se acaban las biblias para todos, los coranes para todos, los boileaus a los que hay-que-hacer-caso, y cada artista comienza a hacer su propia biblia o, la mayoría de las veces, va cambiando de biblia cada poco tiempo y toma de las fuentes más variadas para hacer su propia fórmula. Conozco a poetas que deben revisar su arte poética cada tres meses, porque el cambio de estación les afecta al cerebro. En esta nueva tesitura, el soneto sufre, languidece y parece a veces a punto de morir, pero demuestra una capacidad de adaptación grande y sigue dando obras maestras. Unos continúan destacando sus posibilidades, acentuadas con las flexibilizaciones que se han operado en el siglo XX en el uso del encabalgamiento, la rima asonante o ausencia de rima y la recurrencia a metros distintos al endecasílabo; pero otros seguimos reprochándole lo predecible, mecánico y sobresonoro de su artefacto, un artefacto que garantiza el sonido pero descuida a menudo el sentido. Es cuando Blas de Otero dice:

Ando buscando un verso que supiese
parar a un hombre en medio de la calle,
un verso en pie –ahí está el detalle–
que hasta diese la mano y escupiese.
BLAS DE OTERO, Y el verso se hizo hombre, Todos mis sonetos, Ediciones Turner, Madrid, 1977, pág. 55

¿Por qué dice Otero supiese y diese y escupiese, cuando la gramática nos enseña que se ha de escribir sepa y dé y escupa? Pues lo dice por la sencilla razón de que es la única manera de que le salga el endecasílabo. Licencia poética se le llama a eso. Licencia admisible, claro está, pero que va en contra de la naturalidad y la autenticidad y en favor del artefacto, del mero sonido. El ejemplo es exagerado y está tomado por eso mismo, para ilustrar que hasta en los más grandes sonetistas (Otero lo es) se nota una concesión a la mecánica. Personalmente, por decirlo en gordo y en bruto, prefiero el comienzo de Altazor, de Huidobro, o un poema como Walking ar ound, de Neruda, o la Oda a Walt Whitman, de Lorca, a todos los sonetos que se han escrito en el siglo XX.

JAM SESSION CORTA Y DE BUEN NIVEL
La sesión fue magnífica, tan buena que a su término todos nos felicitamos como si aquello hubiera sido la conquista de Sagunto. Sólo acudieron dieciséis poetas, número perfecto para una jam, y sólo hubimos de escuchar durante ochenta minutos, tiempo idóneo a partir del cual todo comienza a ponerse pelmazo y basta ya. Ayudó en ese sentido la brevedad del soneto, claro. Por cierto que comprobé que mucha gente no sabe la anécdota real que le aconteció en televisión al poeta Antonio Gala con la presentadora Nieves Herrero:

–Nieves –le dijo Gala–, si me lo permites, voy a recitar un soneto.
–Ah –respondió Nieves Herrero–, sí, esto..., bueno, pero que sea corto, que andamos mal de tiempo.

El principal problema de la jam es que muchos sonetos tenían fallos. Estaba bien escrito el de Francisco J. Sevilla, los de Pablo Cortina, el de Aarón García Peña que recitó Montoya y los dos que nos envió Luis Oroz, que leímos entre Giovanni Collazos y yo y que fueron muy aplaudidos. También estaba bien escrito el de Jesús Malia, que leyó un soneto pluscuamperfecto, esto es, con rimas internas. Malia se presentó así:

–Yo soy enemigo del soneto. Sólo consigo escribir sonetos para reírme de los sonetos.

Os recomiendo que entréis en su blog, Poesía abierta, donde está publicando sonetos de Gutierre de Cetina y, sobre todo, para que leáis la entrada en que sostiene un interesante debate con otro poeta (AQUÍ) sobre la pertinencia o no de esta composición en nuestra época.

Delia Aguiar cada día recita más segura y mejor. Luis Ricardo Suárez venía de decirme que la aparición de las máquinas versificadoras y diccionarios inversos motivó su renuncia al soneto, porque ahora el sonetista se encuentra con la rima y ya no ocurre como antes, que se esforzaba para buscarla. Pablo Cortina, que leyó también un buen soneto con estrambote, hizo la gamberrada de la noche con el siguiente:

Soneto soneto soneto soneto
soneto soneto soneto soneto.
Soneto soneto soneto soneto,
soneto soneto, soneto soneto.

Soneto soneto soneto soneto
soneto soneto soneto soneto,
soneto soneto soneto soneto
soneto soneto soneto, soneto.

Soneto soneto soneto soneto
soneto soneto soneto soneto,
¿soneto soneto soneto soneto?

Soneto soneto, soneto soneto
soneto soneto, soneto soneto
soneto, soneto, soneto... ¡soneto!

UN SONETO EN DOS MINUTOS
José Antonio Pamies me decepcionó con un soneto antiguo y bastante flojo en el que los acentos internos estaban dispuestos a voleo, como si estuviera echando sal a la ensalada. Recordemos que fue Pamies el que comenzó todo esto hace unos meses, cuando subió al micrófono y dijo:

–Para mí, el que no sabe hacer un soneto no es poeta.

En todo caso, Pamies y yo pertenecemos al mismo bando, el que considera que la crítica y hasta la polémica es buena dentro de unos cauces, y eso nos separa de la mayoría de nuestros correligionarios del binomio bar-blogs, donde la corriente mayoritaria es la buenista y relativista, aquella que sostiene que todo depende del cristal con que se mire y que lo único lícito es el elogio. A mí ya me han dicho tres o cuatro, sin que se les descomponga el gesto, que para hacer elogios basta con ser analfabeto, pero que para hacer críticas yo debería mostrar, al parecer, una cátedra de filología, los dieciséis idiomas que sabía Unamuno y tres masters en la universidad de Illinois. Y así nos va. Cómo vamos a mejorar si nos prohibimos la crítica.

Con Pamies conversé al final y pude comprobar que coincidimos en muchos puntos. La diferencia fundamental es que Pamies sostiene la reiterada idea de que hay que conocer las reglas antes de romperlas, mientras yo digo que esas reglas, desde el momento en que la teoría de la relatividad de Einstein y los estudios de la gramática moderna han demostrado que son falsas, no deberían ser obligatorias sino sólo aconsejables. De todas formas, Pamies no es ningún bisonte de Altamira sino que participa de una línea blanda: sostiene que a un poeta le basta saber cómo se hace un soneto. Los hay de línea más dura, como Luis García Montero, que ha declarado recientemente:

–Desconfío del poeta que no improvisa un soneto en dos minutos.
(LUIS GARCÍA MONTERO, Charla con los lectores, Público, 18 de marzo de 2011)

Con lo que deberíamos desconfiar hasta de don Antonio Machado, pues es conocido de todos que el poeta andaluz contaba las sílabas con los dedos, y difícilmente se puede hacer un soneto en dos minutos si te pones a contar las sílabas con los dedos. En todo caso, este asunto me encampana mucho porque esconde una gran intransigencia: ¿por qué debemos perder un año o dos de nuestra vida en dominar con una meticulosidad de dos minutos una estructura que ya hemos dicho previamente que nos parece vieja, argantonia, carcamal, un sonajero, no-nos-gusta? ¿Por qué tenemos que afiliarnos al sindicato métrico clásico aquellos que ya hemos dicho nada más llegar que toda la tradición nos apesta a azúcar y eufonismo, a saturación y garcibolallas, a simetría y Doña Perfecta?

Bill Gorton, taxidermista, recitó bastante mejor y con menos nervios que de costumbre gracias a los efluvios del agua de lambrusco. Aunque su cursineto, que así lo llamó, no era correcto, como tampoco lo era el sonsoneto de Giovanni Collazos, ambos captaron lo que yo entiendo que es la esencia del soneto: un planteamiento en el primer cuarteto que se desarrolla en el segundo, comienza a resolverse en el primer terceto y se remata en el segundo. La mayoría de los sonetos fallaron porque muchos los escribían por primera vez y no sabían que el sistema métrico español no es sólo silábico sino silábico-acentual, esto es, las sílabas tónicas interiores deben descansar en ciertos lugares. Los fallos más repetidos fueron los siguientes:

a) Errores en el cómputo silábico, pues algunos se olvidaron de que al verso que termina en aguda hay que añadirle una sílaba, la misma que hay que descontar en el caso de que termine en esdrújula.
b) Uso y conteo despótico de la sinalefa.
c) Acentos internos puestos al tun-tun, sin tocar la sexta sílaba o la cuarta con la octava ni por casualidad.
d) Arritmos continuos en lugares donde no se puede (mis sonetos, por ejemplo).

En todo caso, tampoco hay que preocuparse extraordinariamente por estos errores, porque conozco muchos poetas grandes que escriben endecasílabos irregulares que, sin embargo, suenan bien. Veamos el siguiente cuarteto de uno de los sonetos más famosos de Lorca, el subrayado es mío:

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas, y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla
para el gusano de mi sufrimiento

En este cuarteto lorquiano, el segundo y el cuarto endecasílabo son irregulares. Lo del segundo, con acentuación en 1ª, 4ª, 9ª y 10ª y arritmo incluido, es de garrafón total, algo que te echarían para atrás en cualquier taller de métrica. Y, sin embargo, este soneto sigue siendo una obra maestra y prueba que el talento se impone sobre los posibles errores.

EL SONETO "CALIENTE" DE SILVIA NIEVA
Dani Orviz demostró su frescura y facilidad rimadora y fue el único que defendió las características del soneto, “un artefacto que te coge por los huevos y te explota en la cara”. Francisco J. Sevilla recitó conmigo su soneto Fe de vida (AQUÍ), que yo presenté como el mejor soneto de un autor vivo que he leído nunca en Madrid. Silvia Nieva escribió un soneto irregular pero fue una de las grandes triunfadoras de la noche con ABBA es nombre de grupo sueco:

El soneto es un ritmo métrico sexual
donde el placer ínfimo retoza más
si sabe contentarte no me negarás
entenderá el experto su instrumental.

Soneto es así líquido fundamental
gritan las pieles ay sigue sigue más más
Embiste, te desviste alegre por detrás
no meterla sería de tonto integral.

La rima te retiene en eso de durar
si mientras silabeas pierdes el hilo
con cierto tino frío ya entroncando

la hombría del poeta al penetrar
el honor de la dama toca el filo
al romper la medida y seguir amando.

Ahora que lo vuelvo a leer me parece bastante mediano, pero todo lo que se recita en los bares con cierto contenido sexual suele funcionar bien. Más. Carlos Salem leyó uno de los sonetos medicinales y carnívoros de Almafuerte. Lidia Fernández recitó un contrasoneto y otro que ella tildó de “miraquelindo”. La noche fue pródiga en contrasonetos, y el último terceto del de Ilkhi Carranza concluía así:

No me gusta la poesía limitante
pues siempre me constriñe mi magneto
que sólo en libertad es detonante.

Nos lo pasamos bien. Esperábamos hacer el ridículo y, cohttp://www.blogger.com/img/blank.gifmoquiera que estuvimos estupendos en nuestra propia opinión, hemos convocado una nueva Noche del soneto para el sábado 18 de junio. Para ese día nos hemos propuesto comenzar a contar las sílabas de forma correcta y poner bien algún que otro acento interno. Todavía es pronto para aventurar esto pero, si organizamos una sonetada cada pocos meses, quizá podamos llegar en dos o tres años a improvisar un soneto en tan sólo dos minutos, para que García Montero se fíe de nosotros. Hablo de dos o tres años y no de menos, porque en dos minutos, con el nivel sonetístico que tengo ahora mismo, a mí no me da tiempo a nada.

Ni a quitarle la capucha al bolígrafo.



Publicado por Neorrabioso

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