domingo, 26 de junio de 2011
Filba 2011
El festival que nadie quiere ver
Por Maximiliano Tomas
Mientras en los últimos años la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires sirvió sobre todo como el lugar de encuentro de la gente no aficionada a la literatura con los libros (habrá que ver si esta situación se modifica con la incorporación de una editora de prestigio, Gabriela Adamo, como flamante directora de la Feria), paralelamente en la ciudad se gestó una más que activa escena literaria, motorizada por el surgimiento de nuevos sellos editoriales, una gran cantidad de escritores jóvenes, un circuito de librerías de autor (sobre todo, en el barrio de Palermo, pero también en San Telmo y en la calle Corrientes) y por la multiplicación de ciclos, lecturas y actividades en torno a los actos de leer y de escribir. Como si todo esto fuera poco, desde 2008 Buenos Aires cuenta con su propio Festival Internacional de Literatura, el Filba, que nace sobre todo del deseo de Pablo Braun, director de la editorial Eterna Cadencia. El Filba, que contrariamente a la Feria del Libro sí tiene la voluntad expresa de ser un espacio de reflexión y debate sobre literatura, sus modos de producción y circulación, se realizó por primera vez en 2008, por segunda en 2010, y ahora acaba de anunciar su tercera edición, que tendrá lugar entre el 9 y el 18 de septiembre.
Varias cuestiones operativas fueron modificándose en estos años y una de ellas, no menor, fue la decisión de que sus actividades sean gratuitas y de acceso libre. Para 2011 ya está confirmada la presencia de varios escritores: tal vez el más destacado sea John Coetzee (foto), Premio Nobel de Literatura sudafricano (conocido por su aversión a conceder entrevistas y dar charlas públicas), pero entre los 25 autores extranjeros que vendrán especialmente figuran también el holandés Cees Nooteboom, el noruego Kjell Askildsen, el chileno Luis Sepúlveda, el mexicano Yuri Herrera, el italiano Ermanno Cavazzoni y los brasileños Joâo Gilberto Noll, Santiago Nazarian y Joca Reiners Terron. Las decenas de actividades programadas se llevarán a cabo en nuevas sedes incorporadas para esta edición, como Villa Ocampo, el Centro Cultural Rojas, el Centro Metropolitano de Diseño, el Centro Cultural de España en Buenos Aires y las librerías Eterna Cadencia, Clásica y Moderna y La Boutique del Libro de San Isidro.
A pesar de haber demostrado capacidad de gestión y organización, y una apreciable asistencia del público, lo cierto es que cada edición del Filba puede ser la última, ya que a pesar de lo que les gusta declamar, los empresarios argentinos y los directores de fundaciones y organismos culturales extranjeros suelen ser bastante esquivos al momento de apoyar económicamente este tipo de iniciativas. Más allá de las embajadas, que suelen hacerse cargo de los gastos de pasajes aéreos y a veces de alojamiento, da un poco de vergüenza ajena ver que son apenas cinco los sponsors del festival, y que dos de ellos son los propios organizadores. Pero más aún sorprende (por lo general, la gente que más dinero tiene suele pensar que la cultura es un bien simbólico y gratuito) no ver entre ellos a ningún organismo oficial: ni del nivel nacional, ni del municipal, ni del provincial. ¿Cuáles pueden ser las razones para que ninguno de ellos se haya decidido a ayudar a un festival que mostró estar hecho con responsabilidad y sin zonas grises, y que el año que viene puede desaparecer por falta de fondos?
(Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil).
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