Ya sé por qué suelo escribir cuentos y jamás termino lo que empiezo como novela: necesito un final rápido, me come la ansiedad precoz. Cuando leo y me preocupo por el destino de los personajes o me angustia algo de por allí adentro, me consuelo pensando que el final ya está escrito, que no puedo hacer nada para cambiarlo, que no me queda otra que avanzar para conocerlo y ya.
Claro, cuando escribo no existe ese consuelo, el final lejano e indeciso me aterra.
Necesito finales inmediatos que me digan que está todo bien, que las cosas son así y bueno ya pasó. Finales. Felices, si es posible.
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