“Así le decía Yuyo, el bebé inventor de palabras, de él se me pegaron todas las cosas que digo, el purrete inventaba, y al Rey de Reyes, también se le pegaban, como las palabras de los entrenadores, o de los curas, que se te quedan pegadas a la lengua, chicles en la ojota, no se te salen ni aunque las rasqués”
Felix Bruzzone, en Barrefondo.
Toda la novela se te queda pegada. La voz de ese tipo, el Tavo, que te estuvo hablando como habla él durante las tres horas en que te morfaste su historia. Se te quedó pegado. Por cruel, por sorprendente mal, como si fuera un pedazo de algo que conocés pero no querés conocer, algo de lo que querías escapar (como en esos sueños en los que escapás y no sabés de qué) y de repente te lo topás ( a eso de lo que escapabas) adentro de un libro.
Solamente los cuentos de Samantha Schweblin me habían causado hasta ahora esta sensación.
Tengo que descansar antes de buscar más.
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