lunes, 11 de octubre de 2010

¿A quién querés asustar?: "El mal no es la literatura, el mal es Tinelli”.

Fabián Casas: “A la emotividad le escapa todo el mundo”


(Publicado el 8 de octubre)
Pocas semanas antes de viajar a Frankfurt 2010, donde Argentina es invitada de honor, el escritor y periodista retoma el debate con Alejandro Rubio, pero además contra el "mundo literario", los "escritores como turistas" en Alemania y al cinismo como arma; al tiempo que rescata sus recuerdos de Cortázar y la figura de Fogwill.


Por GUIDO CARELLI LYNCH




CONTRA EL MUNDO LITERARIO. "Pensarte adentro de la literatura te impide escribir".
“Ser argentino es una fatalidad, en el Corán no hay camellos, porque es el Corán es auténtico, decía Borges”, cita.


Es el nombre que la mayoría de los autores consagrados eligen cuando el periodismo insiste en la etiqueta “autores nuevos”. Fabián Casas habla en la redacción de El Federal, la revista que dirige para ganarse la vida. Lo hace con su verborragia habitual. Hace un par de semanas, publicó en las cartas de lectores de la edición impresa de Ñ una foto de su padre durmiendo mientras leía Horla City, el último de sus libros, frente a “los ataques de Alejandro Blondie (por Alejandro Rubio) y Javier Cófreces en un correo anterior”. En este diálogo, pocas semanas antes de viajar a Frankfurt, donde Argentina es invitada de honor en la Feria del Libro más importante del mundo, otra vez, volvió a cargar contra Rubio.

No lo hará directamente, lo hará a su manera, con su voz corrosiva, poética. La excusa es una pregunta: “¿Hay poco riesgo en la literatura argentina actual?

“Sí, hay conservadurismo”, dice el autor de Ocio y larga su diatriba contra Rubio, contra lo que su pose de “maldito” supone. “Hay un poeta muy bueno que se llama Alejandro Rubio, que escribió un ensayo que dice ‘la literatura argentina es el mal’. Es un gesto conservador y purista. Para mí la literatura argentina es el ‘mal-ba’. El mal es cualquier otra cosa. Y esta cosa de querer asustar. ¿A quién asustás? ¿A Marley? ¿A Cristina Mucci? ¿A quién asustás? A mí no me asustás, porque el mal es algo tan demoledor cuando se aparece en tu vida que la literatura argentina no puede aspirar ni remotamente a eso. Me parece mucho más difícil sostener un discurso contradictorio y que tenga una pulsión de emotividad que estos. A la emotividad le escapa todo el mundo. Vivimos en el mundo del gran cinismo. Es más fácil ser cínico. Soy más fácil siendo Pergolini que siendo George Perec. Es más fácil”, vomita con violencia sobre la mesa Casas.

Aclara que no guarda ninguna expectativa para Frankfurt. Que imagina a los escritores como a turistas en un tour en Cuba. Que mejor es tener un nivel alto de frustración. Que lo ideal es escribir pensando que nunca vas a ver reconocimiento, pensando que el lector no nació en el tiempo al que el autor le toca vivir. “Porque cuando vos establecés esa pauta te liberás, como el samurai que se levantan y dice: estoy muerto”. Otra vez, precisa, “el mal no es la literatura, el mal es Tinelli”.

Extraña a Fogwill, mucho más que a sus libros “que no le llegan ni a los talones”. Extraña su voz, su generosidad, su manera de entender la cultura, de reivindicar autores que no tienen que ver con su forma personal. “El no reivindicaba autores parecidos a él, reivindicaba autores que venían a hacer mierda su obra. Saer reivindicaba a todos los ‘saeritos’ o a los muertos y yo también reivindicó a Tolstoi”, se ríe. Todo ese Fogwill, avisa, excede a la literatura. “Es algo más, un excedente. A mí me gustan esos textos que escapan a la literatura argentina, a la literatura en general. A la poesía no se la define, se la reconoce, porque si no la liquidás”, agrega.

También habla de sus lecturas, cuando no soñaba con ser escritor, al menos profesional. “A Cortázar lo asocio con la felicidad. Yo tenía una alegría increíble cuando leía Rayuela, era chico, iba en el subte con ese ladrillo negro y me sentía feliz. Lo asocio a la felicidad, a un momento que excede lo meramente literario”, emociona.

Cuando está de buen humor y piensa que el mundo es un lugar extraordinario, se felicita por tomar riesgos. Aunque su propio texto pudiese producirle vergüenza ajena, como cuando escribió su ensayo sobre Carlos Castaneda, a quien cualquier sesudo lector podría tildar de “berreta”. “A mí me gusta Serrat, entonces escribí un ensayo que se llama Serrat el orto. Porque voy a escribir que me gusta Nick Drake –que también me gusta– si quiero hablar de Serrat. La debilidad te hace más conservador. Pero el riesgo es muy acotado. Tampoco es que me arriesgué e hicimos la Revolución Cubana”, reconoce con pudor, aun cuando es más fácil no tomar ningún riesgo.


Tomado de http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Fabian-Casas-emotividad-escapa-mundo_0_349765297.html

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