viernes, 5 de marzo de 2010

Salvatierra, la novela río de Mairal

Los Andes Online
Viernes 5 de marzo de 2010 | 21:33 hs
Cultura



Pedro Mairal: "Quería que la novela fluyera como un río"

“Salvatierra”, la más reciente obra de Pedro Mairal, narra la vida del mítico pintor litoraleño Juan Salvatierra y los misterios que esconden un cuadro, un pueblo y un río. Con un tono impecable, sencillo y de una intensa hondura, la novela se desarrolla entre el pasado y el presente en un juego delicado de intrigas, burocracia y secretos familiares.
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Pedro Mairal: "Quería q la novela fluyera como un río"
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* Fragmento de "Salvatierra"
* Salvatierra - Autor: Pedro Mairal - Editorial: Emecé
* Pedro Mairal básico

sábado, 27 de junio de 2009

Pedro Mairal secretamente más cerca de la poesía que de la prosa, confiesa tener un acercamiento a la literatura mucho más pasional y caprichoso, que metódico y rutinario. En alusión a cierta metáfora, creada por Juan Carlos Onetti en conversación con Mario Vargas Llosa, sobre la relación del escritor y la literatura, se aventura a ubicarse como amante más que esposo de las letras.

Onetti en cierta oportunidad decía a Vargas Llosa: “Usted la ve todos los días, yo la visito cuando quiero”. Y es desde este sitio que el escritor de “Una Noche con Sabrina Love” ha sabido ofrecernos muestras en cada una de sus novelas, cuentos y poemas de un estilo compacto y preciso, simple y potente.

Considerado como uno de los mejores escritores jóvenes latinoamericanos, nos ofrece con “Salvatierra” un recorrido en bicicleta por las tierras del Litoral, una aventura de intriga y recuerdos y la apasionante vida de un pintor. Un artista mudo, autodidacta e ingenuo que supo retratar, luego de sesenta años de trabajo y kilómetros de tela pintada, la fluidez de un río, la fábula de un pueblo y la historia de una familia.

Con una fuerte presencia de la vida del poeta entrerriano Juan L. Ortiz, Pedro Mairal vuelve a trazar una novela cautivante que atrapa desde la primera página, instando a ser leída de un solo tirón hasta el final. En la siguiente entrevista, un acercamiento a distintos aspectos de esta novela, y por supuesto de su escritor.

-¿En qué sentís que cambió tu escritura con “Salvatierra”?, ¿descubrís cierta maduración entre esta novela y las otras dos anteriores, o es algo distinto de ellas?

-Cada libro es distinto, eso lo siento sobre todo cuando lo empiezo a escribir. No tengo facilidad para escribir, no es algo que hago ya como subirme a una moto y arrancar. Con cada libro tengo que aprender a escribir de nuevo, aprender a escribir ese libro.

Tengo que descubrir cómo quiere ser contada esa historia. Y en el caso de “Salvatierra” tuve que descubrir esa manera de hablar de la vida de una familia a través de las imágenes de un cuadro que al principio parece estático pero que de a poco empieza a fluir, a moverse. Ese quizá sea un poco el truco del libro: la ida y vuelta entre la descripción del cuadro y la vida pasada en el pueblo.

-¿De dónde surge la idea?

-Vi un documental del pintor norteamericano Pollock donde se decía que cuando la revista Life lo coronó como el mejor pintor (norte)americano dejó de pintar, se paralizó. Y pensé en la figura de un artista que pinta todos los días sí o sí, como un antídoto contra el bloqueo creativo. Pinta un rollo continuo de tela desde los 20 años hasta que se muere de viejo. Y lo guarda en rollos, cada año es un rollo.

Después pensé que la novela podía empezar cuando ya el pintor murió y los hijos heredan esa obra gigante y no saben qué hacer con ella. Uno de los hijos, el que cuenta la historia, descubre que falta un rollo, falta un año y se pone a buscarlo por el pueblo, y así con la búsqueda y la descripción de partes del cuadro que él no había visto nunca, aparece toda la historia de la familia y del pueblo. “La novela es el cuadro”, pensé cuando escribía.

-¿Te llevó mucho tiempo escribirla?

-Es difícil de decir porque en algún momento la interrumpí varios meses y después la seguí, pero ese tiempo fue necesario para que algunas cosas decantaran y otras se resolvieran solas en mi cabeza. Menos de un año seguro.

-¿Qué lugar ocupa la poesía en tu formación y práctica de escritor?

-Gran parte de mi formación como lector fue con la poesía, y lo sigue siendo. La poesía me influye mucho en el manejo del tiempo narrativo. La acción en general es narrativa, cronológica y encadenada con causas y efectos, pero por momentos la historia puede demorarse en algo, un instante, una descripción, un momento más intenso, y eso lo hace la poesía, que deforma el tiempo, lo condensa.

Pero también la poesía me sirve para darle más relieve o más fuerza a las palabras. Trato que la poesía no se note mucho en la narrativa, que no sea prosa poética, ni poesía explícita digamos.

-¿Qué hay de los personajes de “Salvatierra” en vos; puede plantearse esta novela como autobiográfica?

-No. Pero me gustaría tener la capacidad de Salvatierra para crear desentendiéndome de lo que llaman el campo cultural. Escribir casi de un modo amateur y apasionado, sin parar, sin dejarse embarullar por el ruido ambiente. Yo no lo consigo. “Salvatierra” pinta un cuadro infinito donde él mismo no aparece, en ningún momento su ego o su yo eclipsa su obra, sería como una autobiografía donde uno mismo no está.

-Juan Salvatierra es un personaje contemplativo y solitario, ¿qué pensás acerca de la soledad?

-Yo necesito estar solo varias horas por día. Como para rumiar lo que me pasa, procesarlo, y así de algún modo alterarlo y convertirlo en otra cosa. El cerebro es como una máquina de compactar el Universo, pero para que haga eso, para que compacte la experiencia hay que darle tiempo, distraerse incluso, papar moscas un poco. Cortázar hablaba de eso. Esos diálogos con uno mismo, hablar o cantar bajo la ducha.

Bajo la ducha se le ocurren cosas a mucha gente. Cuando hacemos esas tareas que ya nos salen como en piloto automático se nos ocurren muchas cosas. Por lo menos es así lo que pude hablar con gente que trabaja en áreas creativas. Manejando, afeitándose, o las mujeres cuando se miran las piernas con la pincita de depilar, momentos así.

-¿Creés que en la vida como en la novela (el accidente sufrido por Juan Salvatierra) existen momentos decisivos que marcan un antes y después de la existencia? ¿Tuviste tu momento decisivo?

-A los 18 años tuve un accidente en un ómnibus donde murió gente y eso me cambió de alguna manera, me conectó con la propia muerte y también con cierta fuerza vital. Después de eso quise estudiar medicina pero al tiempo me di cuenta de que yo no quería ser médico sino sanar, reparar de alguna forma lo que había pasado. Quizá escribir tenga algo que ver con eso, pero no estoy seguro.

-¿Por qué planteás el relato desde el interior del país?

-Cuando pensé la figura de este pintor tan particular pensé en alguien que estuviera metido en otra forma del tiempo, no tan urbano, metido en una lentitud de río, lento pero imparable digamos, y ahí pensé en el poeta Juan L. Ortiz, que trabajó toda la vida en la Municipalidad hasta que se jubiló y escribió una de las obras más importantes de la poesía argentina, sobre ese paisaje tan íntimo, entrerriano, un paisaje nada espectacular ni desolador. Un paisaje hecho de cosas chicas, sutiles. Es el lugar que conozco y quiero.

-¿Barrancales, el pueblo donde suceden los hechos, es un pueblo imaginario?

-Barrancales tiene algo de Gualeguay y también algo de las ciudades que están a orillas del río Uruguay. No existe Barrancales como tal, lo inventé para moverme, o mejor dicho, para mover a los personajes libremente por ese espacio que yo podía inventar como mejor quisiera.

-¿Puede pensarse la novela como un viaje en distintos niveles (geográfico y espiritual) y el lento esclarecimiento de un misterio?

-La novela tiene algo de policial en la búsqueda que hace el hijo y en la manera en que el pasado va apareciendo de a poco. En ese sentido es un viaje al pasado.

-“Salvatierra” es una novela sobre secretos familiares, ¿qué hay de la relación entre padres e hijos en ella?

-Sí, está esa distancia insalvable entre padres e hijos, esa sensación de que lo que le estás diciendo a tu hijo lo va a escuchar dentro de treinta años, y a la vez lo que te dijo tu padre alguna vez lo escuchás recién ahora. Parece que uno está cara a cara con su hijo o con su padre, pero en realidad te separa una distancia de treinta años.

El hijo de Salvatierra se encuentra con su padre recién después de que murió, lo descubre y empieza a conocerlo cuando descubre su obra. Salvatierra es sordomudo y quizá eso sea una metáfora de esa incomunicación entre hijos y padres.

-¿Por qué hacés que la obra de Juan Salvatierra se incendie y sin embargo cuidás de que no desaparezca?

-Me gustan los incendios narrativos, que todo se queme, los objetos sobre todo, son purificadores los incendios, deberíamos tener más fogatas para quemar cosas cada fin de año. Nos exorcizaríamos de muchas cosas.

El incendio lo libera al hijo de alguna manera pero queda el registro digital de esa obra. Me gusta la idea de que la cultura, el arte en general, cada vez va a ocupar menos lugar, eso lo vuelve indestructible.

-¿Qué lugar ocupa la política y la corrupción en este retrato de un mito?

-Bueno, no sé si llega a ser político el asunto, son más bien burocracias de pueblo chico, que pueden ser muy destructivas también. Mafias locales, fondos desviados. En general es así, la poca plata que hay se diluye en favores turbios y no llega para promover acciones de la gente que la necesita. Hasta las escuelas terminan teniendo de padrinos a empresas privadas que les dan la pintura para pintar la pared, y otra que les da guardapolvos. En la novela aparece esa mafia.

-Existe en esta novela una muy marcada presencia del río (el río es el que permite darle continuidad a la tela de Salvatierra y es el que hay que cruzar para recuperar el rollo perdido). ¿Fue escrita con la intención de sumergir al lector en la experiencia de un relato que se abre con la fluidez de un río?

-Sí, yo quería que la novela, o que el cuadro, fluyera como un río. Una novela río, digamos.

-¿Estás trabajando en alguna nueva novela?

-Estoy trabajando en un libro de textos cortos que quizá se llame “La novela que no estoy escribiendo”.

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