El terror de Sherezade
21-01-2010 | Stephen King
Una nueva serie de libros de bolsillo de Sudamericana permite encontrarse con lo mejor de Stephen King.
Por P.Z.
misery(Siempre creí que el Sultán comprometía su futuro asesinando a cada esposa después de la noche de bodas. Sólo veía el presente: que ellas no lo engañaran. Pero sin descendencia, ¿cómo sería el futuro?, ¿quién lo defendería cuando viejo y débil fermentaran las intrigas en el palacio?)
Sabemos que Sherezade se entrega al Sultán para evitar más muertes. Cada noche –“luego de cumplir con los deberes maritales”– le cuenta una historia llena de vertientes y recovecos y reserva el final para el día siguiente. Con esta pequeña artimaña –tan fácil de pensar, tan difícil de hacer–mantiene la atención del Sultán quien va posponiendo la sentencia hasta que, eventualmente, la perdona.
Lo que nos llega de Sherezade en Las mil y una noches son justamente esas mil y una: las noches. Pero, ¿cómo serían sus días, buscando con desesperación una trama interesante que aleje su condena por otras 24 horas más?
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La película me dejó una impresión tal, que aún leyéndolo por primera vez sentí que ya había estado una temporada con este libro. Pero me pregunto qué cara le hubiera puesto a Annie Wilkes si hubiera leído Misery antes de ver a Kathy Bates en el cine Metro, casi 20 años atrás.
¿Qué haría yo si me encontrara una noche de invierno, en medio de una tormenta de nieve, con un auto que dio una vuelta de campana y cuando fuera a socorrer al conductor me diera cuenta de que es Julian Barnes, o John Coetzee (o Natalia Oreiro)? La enfermera Annie Wilkes se encuentra con Paul Sheldon, autor de la saga de Misery Chastain. Annie, fan número uno de Sheldon, le hace primeros auxilios y lo lleva a su casa. Y no informa a nadie sobre su rescate.
La claustrofobia es uno de los juegos preferidos de Stephen King. Cujo, La Niebla, la más reciente Duma Key, El juego de Gerard, Misery, cuantos otros. King es un dios malvado: sitúa a sus personajes en situaciones terribles, los lleva al límite y en ese momento les (se) pregunta: “¿puedes?” Si pueden, les permitirá seguir viviendo hasta que se enfrenten a una nueva encrucijada.
En este caso, no sólo deja a Paul Sheldon postrado en la cama de una psicópata que pierde fácilmente los estribos. El último libro de la saga de Misery Chastain, El hijo de Misery, acababa de salir en el momento en que Sheldon tuvo el accidente. Cuando Annie lee el final y descubre que Misery muere al dar a luz, se descompone de furia y le obliga a Sheldon a escribir una nueva novela. O consigue hacer que Misery vuelva a la vida, o él pierde la suya.
Es aquí donde se bifurcan la novela y película: no sólo es un ratón intentando que el gato no lo coma. Ahora es un escritor reconociéndose como tal, enfrentándose a su oficio, entendiendo que toda su vida siguió vivo gracias a que era Sherezade. Cuenta una historia para vivir, pero no se la cuenta únicamente a su carcelera, se la cuenta también a él mismo. Sheldon vuelve a ser absorbido por la trama, al punto de estar más interesado que la propia Annie en saber cómo acaba. Y se entrega a la tarea, sabiendo que cuando acabe la novela, también acabará su vida.
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¿Habrá sentido esto Sherezade? ¿Estaría ella tan interesada en sus cuentos como el Sultán? Seguro que sí: el texto –o el relato– sin corazón no despierta interés.
Para terminar me gustaría señalar un par de cosas. Primero, como lector soy un agradecido con aquellos escritores que recomiendan a otros. King menciona a Somerset Maugham, John Irving, William Faulker, y dedica un lugar especial a El coleccionista de John Fowles. Esa novela casi olvidada (editada por Cátedra hace unos años) funciona como modelo para Misery: Frederick, un coleccionista de mariposas secuestra a Miranda, una joven de clase alta. La relación entre captor y cautiva es similar a la de Annie-Paul: no hay nada nuevo que el secuestrado pueda ofrecerle al secuestrador para mantenerse con vida, sólo es “valioso” por aquello que el otro ve. La belleza de Miranda, la escritura de Paul.
En segundo lugar, es curioso cómo se lo relee a King, o cómo se lo lee conociendo el final. Se supone que sus libros seducen por la historia y que si uno la conoce, ya no tiene fuerzas para atrapar. Falso: una lectura más desapegada de la trama permite que aparezcan nuevos descubrimientos. Pero además, aún conociendo el final, leí las últimas 30 páginas en el borde de la silla, casi temblando.
Finalmente, para aquellos que, como yo, tienen todavía fresco el recuerdo de la masa fracturando los tobillos del escritor en la cama y la cara de Kathy Bates diciendo a “I love you”, pues bien, King no es tan compasivo. En el libro no es una masa: es un hacha.
Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/?p=6355
King tiene un poder de descripción que hace inmensamente imprecindible hasta lo más pequeño. Éso se me hizo muy evidente en "From a Buick 8", entre el delirio volcado con las palabras justas que también tiene para explayarse refiriéndose a gestos, imágenes y hasta el subconciente (etc).
ResponderEliminarHace unos meses me peleé con mi hermano porque volví del Parque Rivadavia con "La niebla" y me dijo que dejara de leer relatos para niños -es hasta irónico siendo él quien me regaló el primero que leí, "Las cuatro estaciones"-.
También, todavía sostengo que al que no lo atrapó "Carrie" ni la CIA podría atraparlo.
Un abrazo.
Yo solamente leí El resplandor a los 12 años y quedé marcada para siempre, durate tres o cuatro años no entraba al baño sin antes decorrer la cortina de la bañera.
ResponderEliminarTengo que leer las otras novelas
Uy. Si estuviéramos en época de clases ya te hubiera prestado un par... De entrada, seguro que Carrie (que se lo presto a todo el mundo).
ResponderEliminar¡El resplandor está buenísimo!
Saludos.
No me prestes que si me gusta no devuelvo. Anoto recomedaciones y después te cuento.
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