domingo, 4 de octubre de 2009

Una película de Fassbinder



Tomado de http://www.rafamorata.com/trecelunas.html


En un año con trece lunas

(In einem Jahr mit 13 Monden, 1978)

Dirección, Guión, Fotografía (Color, 35mm), Montaje y Dirección Artística: Rainer Werner Fassbinder
Música: Peer Raben y otros
Sonido: Karl Scheydt, Wolfgang Mund
Producción: Tango-Film, München/Project Filmproduktion im Filmverlag der Autoren
Coste: 700000 marcos
Duración del rodaje: 25 días (julio-agosto 1978)
Duración: 124 minutos
Fecha de estreno: 17-11-1978, en Frankfurt




Intérpretes: Volker Spengler (Erwin/Elvira), Ingrid Caven (Zora la pelirroja), Gottfried John (Anton Saitz), Elisabeth Trissenaar (Irene), Eva Mattes (Marie-Ann), Günther Kauffmann (chofer), Lilo Pempeit (la monja Gudrun), Karl Scheydt (Hacker), Walter Bockmayer, Peter Kollek, Bob Dorsay, Günther Holzapfel, Gerhard Zwerenz...



En un año con trece lunas relata los cinco últimos días de vida del transexual Elvira (anteriormente llamado Erwin, casado y padre de una hija), que por el amor de Anton Saitz (un poderoso especulador inmobiliario dedicado en sus años jóvenes al estraperlo de carne -Erwin lo ayudó en ese turbio asunto, enamorándose entonces de él- y más adelante convertido en dueño de un burdel), se hizo operar en Casablanca para convertirse en una mujer, un sacrificio que le resultó inútil. Su actual soledad la conduce a buscar cariño y comprensión en las personas más cercanas a ella, las cuales son incapaces de ayudarla no porque quieran hacerle daño, sino porque también tienen sus propios problemas y no tienen más remedio que dejarla abandonada.


Elvira busca consuelo en su ex-mujerEn la secuencia que precede a los créditos iniciales es golpeada por unos jóvenes tras un frustrado encuentro sexual a orillas del Main, al darse cuenta de que tras su disfraz de hombre se esconde la mujer que ahora es. Cuando llega a casa de su amante, éste la abandona no sin antes despreciarla ("Estás fea y gorda. Sólo tienes mermelada en el cerebro. Me das asco..."). Más tarde, se encuentra con su amiga la prostituta Zora y se ofrece a enseñarle el matadero donde trabajaba antes de cambiar de sexo. La secuencia constituye una cruel metáfora: la cámara rueda despiadadamente cómo unos matarifes de rostro impasible cortan el cuello de los indefensos e inmóviles animales, registrando los últimos espasmos de sus movimientos, la sangre que emana de sus cuellos y el despiece de los cuerpos que los convertirá en carne para el consumo humano. Mientras, Elvira confiesa a Zora que el hombre que la acaba de abandonar es un ex-actor que vivía de ella -"Para mantenernos, yo me acostaba con otros hombres"- e imita en tono resentido la retórica teatral de su ex-amante recitando el monólogo final del Torcuato Tasso de Goethe. Luego, Zora la invita a visitar el convento donde Elvira fue abandonada poco después de nacer, pero los ingratos recuerdos que evoca la monja Gudrun hacen desmayar al transexual.


Elvira se presenta ante AntonLa persona a la que verdaderamente le interesa encontrar es al propio Anton Saitz, el hombre por el cual había hecho el sacrificio, principalmente por dos razones: primero porque desea verlo, y en segundo lugar porque quiere disculparse ante él por el hecho de haber realizado a un periodista una serie de declaraciones referentes a su oscuro pasado. Cuando por fin se produce el encuentro entre ambos, vemos a Anton en su despacho vestido con ropa deportiva, jugueteando con una pelota de tenis e intentando imitar junto a sus guardaespaldas los movimientos que ha visto hacer a Jerry Lewis en una película que están emitiendo por televisión. Esta presentación de Saitz más que divertida parece inquietante y siniestra, más aún cuando Elvira se une a la coreografía que interpretan. Tras presentarse y en cierto modo disculparse, Elvira invita a Saitz a tomar un café en su casa, donde también está Zora. Ésta queda fascinada por él, le dice que le escupa tres veces en el hombro para darle suerte y hace el amor con ella. Cuando Elvira los ve, se mete en el cuarto de baño, se corta el pelo y se viste de hombre.


Seguidamente, va a buscar a su mujer e hija, que lo reciben entre risas por su aspecto. Elvira les dice que las echa de menos y que quiere volver a estar con ellas, pero su mujer le advierte que ya es tarde y no puede ser. Desesperada y sola, llega a casa del periodista que le había concedido la entrevista pero la compañera de aquél le dice que es muy de noche y que vuelva otro día. Baja las escaleras del piso llorando y ya en su casa pone fin a su vida. Muerta en la cama y mientras en off escuchamos un fragmento de la entrevista que concedió, van acudiendo a su lecho de muerte las personas que tuvieron que ver con ella en sus últimos días: su esposa, su hija, el periodista, la monja Gudrun y Anton y Zora, los cuales se encontraban en el piso y no se habían percatado de la tragedia.


La muerte en extrañas circunstancias de su amante Armin Meier llevó a Fassbinder a realizar la que sería su película más intimista, más desesperada, más depresiva, más negra, más claustrofóbica, considerada por la mayor parte de la crítica como una de las grandes obras del maestro. Prácticamente fue una apología del suicidio que escribió, fotografió, montó y escenografió. Según su autor, "se trata de una película que no solo expresa mis sentimientos de pena y dolor ante el suicidio sino que dice mucho más de lo que yo podría contar sobre Armin". Rainer sería acusado de utilizar el dolor que le había provocado esa muerte anunciada como excusa para rodar esta historia.


Elvira conversa con el guardaespaldas de AntonEl título de la película queda justificado en el prólogo del comienzo: "Cada siete años se produce el Año de la Luna. Durante esos años, las personas cuyas vidas son regidas principalmente por sus sentimientos sufren fuertes depresiones. Si el Año de la Luna resulta ser a la vez un año con trece lunas nuevas, aquéllas pueden sufrir grandes catástrofes personales. En el siglo XX, esta peligrosa conjunción se produce en siete ocasiones: 1978 es uno de esos años. Los anteriores fueron 1908, 1929, 1943 y 1957. En 1992 la vida de más de un ser humano correrá peligro". En palabras de Fassbinder, "En un año con trece lunas describe los encuentros de una persona durante los últimos cinco días de su vida y trata de descubrir a través de tales encuentros si la decisión de esa persona de no seguir viviendo después del último día, el quinto, debe ser rechazada, siquiera comprendida o incluso aceptada por los demás. La acción transcurre en Frankfurt, una ciudad cuya estructura especial da lugar a biografías como ésta, o al menos hace que no parezcan inusuales. Frankfurt no es un paraíso de serena mediocridad ni una ciudad pacífica, agradable y plácida; es por el contrario una ciudad donde las contradicciones generales de la sociedad aparecen en cada esquina, incesantes".


Los excesos de esta impresionante película llegan, sin caer nunca en la gratuidad, casi hasta el delirio. Así, en una de las secuencias Elvira encuentra a un hombre que está a punto de ahorcarse, el cual le cuenta que el suicida ama la vida, pero las condiciones y trabas que ésta le impone continuamente hacen que desee liberarse de ella mediante la muerte. Cuando termina su explicación, la misma Elvira le dice que "puede hacerlo cuando quiera". El suicida le responde que "si quiere puede mirar". El transexual accede y presencia fríamente la muerte del hombre. En otro de los pasajes de la película, un hombre cuenta que en un sueño visitó un cementerio donde parecía que las personas habían vivido muy poco tiempo (horas, días, semanas, meses). Extrañado, le preguntó al vigilante del cementerio y éste le contestó que casi todos esos cadáveres habían muerto bastante mayores y que lo que se reflejaba en las lápidas eran las horas, días, semanas o meses que esas personas habían sido felices.


Elvira y su hijaEn un año con trece lunas fue un canto fúnebre, una película similar y a la vez distinta de todas las que Rainer dirigió, una de sus más grandes y experimentales creaciones surgida según él "de una necesidad casi existencial". En el prólogo del libro La anarquía de la imaginación, Doménec Font dijo de ella: "Film excesivo, nacido aparentemente bajo los auspicios de un mélo fúnebre, que termina revelándose como una oscura historia sobre el cuerpo, de un rigor formal y una intensidad narrativa absolutas. Elvira atravesando las calles de un Francfort de pesadilla con el adagietto de Mahler que aparece en Muerte en Venecia, masturbándose en la cama mientras escucha un disco que reproduce la música de un coro infantil, encontrándose con un negro suicida con la soga al cuello o jugando con Schopenhauer ("Esa representación que llamo mi cuerpo y del que soy también consciente como voluntad") en el patio de un convento donde pasó la infancia, son algunos de los momentos más delirantes de todo el cine moderno (...) dando lugar a un implacable melodrama sobre la identidad sexual y la marginación".

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