La boca del testimonio de Tamara Kamenszain
Tomado de http://www.minotaurodigital.net/textos.asp?art=190&seccion=Literatura&subseccion=Rese%F1as
El subtítulo de La boca del testimonio es Lo que dice la poesía. Así de claro y directo. Así de arriesgado. Por eso la autora declara que “intentar decir ese indecible a toda costa es el modo que tiene la poesía de aportar siempre, pero sobre todo en tiempos desérticos, una prueba de vida”.
Título: La boca del testimonio. Lo que dice la poesía
Autor: Tamara Kamenszain
Edita: Norma
Páginas: 162 págs.
El subtítulo de La boca del testimonio es Lo que dice la poesía. Así de claro y directo. Así de arriesgado. Porque contar lo que dice la poesía es tan difícil e impreciso como contar qué es la vida. La vida se vive, no admite otra explicación; la poesía se escribe y se lee, no admite otra vuelta o acabaremos diciendo como Bécquer “poesía eres tú” y no diremos nada más. Pero es que la poesía por necesidad también es vida y entonces lo dice todo. Y por ahí, tal vez, podríamos contar una experiencia, dar un testimonio.
Por eso la autora declara que “intentar decir ese indecible a toda costa es el modo que tiene la poesía de aportar siempre, pero sobre todo en tiempos desérticos, una prueba de vida”.
Desde hace unos años, bien como ensayista bien como poeta, Tamara Kamenszain ha estudiado el significado de la poesía y lo ha hecho con tan buen resultado que se ha convertido en una de las referencias ineludibles para comprender la poesía latinoamericana con una larga trayectoria que abarca desde De este lado del Mediterráneo (1973) a Solos y solas (2005), en poesía, y El texto silencioso. Tradición y vanguardia en la poesía sudamericana (1983) al presente libro, en ensayo.
En este volumen Kamenszain analiza tres actitudes extremas del testimonio poético: testimoniar en oxímoron, testimoniar sin lengua, testimoniar sin metáfora. Respectivamente, corresponden a César Vallejo, Alejandra Pizarnik y tres jóvenes poetas argentinos: Washington Cucurto, Martín Gambarotta y Roberta Iannamico. Son las tres partes en que se divide el libro, pero no podemos considerarlas tres ensayos independientes, sino que sólo es uno en el que cada parte contrasta y complementa a las otras dos. Incluso hay que considerar el libro como la lógica continuación de la obra anterior, pues los temas y los poetas estudiados son una revisión de lo ya publicado en ensayos anteriores. Retomarlos no sería, pues, una novedad, pero sí el análisis que los engloba, la línea de una poesía vital que emparenta unas actitudes tan disímiles y que, sin embargo, convergen en realidad trasmudada por la visión del poeta.
De César Vallejo se analiza la etapa de España, aparta de mí este cáliz, es decir, la poesía que trata de la Guerra Civil española, una llamada a la vida en contra de la barbarie de la guerra dirigida, más que a los combatientes, a los que considera sus compañeros, “ porque se trata de una poesía que, entre decir y callar, escribe B con V o V con B para que a los compañeros les llegue, directo al corazón, ese mensaje imperativo que siempre es de vida y/o muerte.” Hay una insistencia en no separar la vida de la muerte, pues ambas comparten el escenario de la guerra. Con mucho acierto, Kamenszain a menudo recurre a Paul Celan, quien seguramente es el mejor ejemplo de cómo un poeta del siglo XX lucha por crear, por sublimar los terrores interiores ante tanta tragedia. Otra referencia constante es Giorgio Agamben en alusión a su “lugar del testimonio” para buscar el intersticio que hay entre lo humano y lo inhumano. Es así como creemos entender este “Testimoniar en oxímoron” de Vallejo.
El caso de Alejandra Pizarnik quizás sea más controvertido para explicar esa lucha consigo mismo en el “Testimoniar sin lengua”. De nuevo aparece el modelo de Paul Celan, que podría haberse tomado en la aporía de manifestarse en una lengua – el alemán – cuando ésa fue de sus torturadores; pero Kamenszain prefiere fijarse en la problemática de la muerte y la identidad judía de ambos, Pizarnik y Celan, posiblemente desde la posición judía de la autora, y hable así de “la condición judía de toda muerte: ser sin resurrección.” Por supuesto, uno habla de lo que le interesa y como le interesa y, si se ha hecho con verdadera dedicación, es lógico que haya una implicación afectiva. El éxito de este libro radica en que la voz poética de Tamara Kamenszain también participe en el análisis de creaciones afines a estos poetas.
Entonces nos encontramos con la última parte, “Testimoniar sin metáfora”, la más subjetiva del libro. La poesía de Washington Cucurto, Martín Gambarotta y Roberta Iannamico es el intento de subvertir lo real mediante, en síntesis, un realismo atolondrado (Cucurto), la exploración de la realidad (Gambarotta) y el uso de lo real para crear donde no hay (Iannamico). Son intentos de renovación estética desarticulando el verso, la rima, el sentido de las palabras. La poesía se vuelve coloquial, directa, cercana y llega a perder su recurso estilístico fundamental, como es la metáfora.
El resultado, aunque variable, resulta interesante para acercarnos a la nueva poesía latinoamericana – en este caso la argentina – y aún puede ser más valioso si consideramos lo difícil que a menudo es difundir la literatura actual en los demás países de habla española.
En definitiva, ésta es una obra de gran calado, profunda y a la vez clara, de las que rebasan el mundo de los especialistas para acercarse al gran público. Es de agradecer que sea así tratándose de algo tan humano como la poesía.
óscar Martín
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