domingo, 16 de agosto de 2009

Dimensiones paralelas alrededor de Puán


Inscribirme en Letras en la Facultad de Filosofía Y Letras de la Uba no es para mí moco de pavo. Hay mucha historia, mucho deseo detrás.
El jueves me llevó Julián y me volví feliz pero sin anotarme porque faltaba legalizar mi título secundario (ups).
El viernes tomé el tren 9.30 de la mañna deidida a dedicar mi día (que me descontarían completo en las escuelas por falta de justificativo) al papeleo que llecaba a mi sueño dorado.
Bajé en Chacarita y, como me estaba haciendo pis, entré en la pizzería de enfrente para tomarme un café con el leche y tener derecho a los sanitarios. Salí, feliz y agradecida con la vida y me tomé el subte. Debería haber bajado en Pasteur para llegar directo hasta Uriburu 950, pero preferí irme hasta Carlos Pellegrini para caminar Corrintes. Salir del subte siempre descoloca un poco cuando no andás por camino rutinario, pero enfrentarme al Obelisco en momentos tan àlgidos de mi vida fue soberbio. Crucé bajo el monumento a la argentinidad y empecé a entrar en todas las librerías. Compré una novela de Federico JeanMaire, que mi profe preferida Monona Fonsalido, le había recomendado a nuestra amiga en común, Normita Cozzi. En librería Hernández me embobé con tres libros de Marosa Di Giorgio, poeta uruguaya que me embeleza y que no conocía como narradora. Una novela, un libro de cuentos y una recopilación de cuatro libros. El vendedor se me acercó (los iluminados por la palabra nos olemos unos a otros) y me dijo que me convenía la edición de el cuenco de plata en el que estaba incluído uno de los otros dos libros (la novela me la compro el mes que viene). Me dijo que si me gustaba Marosa tenía que leer "esto" y me alcanzó La mujer desnuda, de Armonía Sommers. Cuando le dije que estana leyendo Sólo los elefantes encuentran madrágora nos medimos con la mirada, ya sabíamos que estàbamos frente a alguien del mismo palo. Me preguntó dónde la había conseguido que era inhallable, le dije que en mi pripia biblioteca y que estaba fechada por mi mano en el 90. Me alabó con un "Debés ser de la pocas que la conocía en esa época porque reciém ahora se está descubriendo". Le confesé que ni me acordaba cómo había llegado a mí y no me importó que el pendejo me dejara como una vieja porque supe que todos mis caminos (de vida y de lecturas: Diario de Poesía, El péndulo, La danza del ratón) me venían llevando desde hace rato hasta aquí. Entusiasmado el muchacho me alcanzó un librito de una poeta que yo no conocía: María Melek Vivanco y me desafió a abrirlo en cualquier parte Y (no) quedar deslumbrada con dos versos. Tenía razón, lo compré y él me agradecía por "lo jugada".
Yo feliz, feliz, feliz, segura sobre el camino hacia mi destino.
En Legalizaciones tenía el número 636 cuando iban por el 245, pero ¿qué importancia tenía? Estuve tres horas y media con el culo en una silla, leyendo a Nietszche para el fianl de Filosofía del 22 y escuchando a dos pendejos detrásmío hablar de casi ángeles. Todo incréiblemente dotado de sentido trascendental para mí.
De ahí, a las 16.30 y sin comer me fui caminando por Uriburu hasta Rivadavia (qué linda es Bs As!) y me tomé el subte A hasta Puán (qué miedito dan esos espejos en paredes de madera que te transportan bajo tierra).
La sede de mi facu es maravillosa: de vida intelectaul y de kilombo (creativo y del otro). Llené papeles, hablé en la cola con una mina de 40 como yo que iba a por lo suyo en Filosofía y con un pendejo que me aconsejó anotarme en todas las que pueda (4 materias) aunque después fuera a cursar una. También me adelantó que mirara seguido una tal cartelera del segundo piso porque los horarios "suelen cambiar".
Me volví con libreta provisoria pero definitivamente feliz.

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