domingo, 7 de junio de 2009

Witt y su antiheroína

La antiheroína, por Federico Witt

(Extraído de Literatura Propectiva, ver link a la derecha)


El otro día Pily B. dedicó la primera entrega de su columna "Mujeres prospectivas", que me permito invadir un poco, a la lectora de ciencia ficción, intrépido ser al que atribuyó de modo más o menos honorífico el papel de superheroína de lo fantástico. Vino a decir —entre otras cosas— que el motivo de dicha designación se debe a que la lectora contribuye a salvar el género. Y le otorgó un mérito equivalente al del lector masculino de ciencia ficción, exactamente por los mismos motivos.

Lo que no sabía Pily (¿o tal vez sí?) es que desde hace bastante tiempo hay alguien que lleva como bandera un asunto muy cercano, el de la heroína sin el prefijo “súper”. Hablo de mi amiga Paula Irupé Salmoiraghi (aka Irupé de la forja), que no tardó mucho en comentar la jugada. De hecho, Paula trata de profundizar en lo que ella ha denominado, partiendo de la nomenclatura de los patrones masculinos, “El camino de la heroína”. Y parece que su conclusión, de momento, es que la heroína carece de dicho camino. La heroína se queda en su entorno y allí acomete las empresas que le llevarán a ostentar tan honroso título, que no tienen por qué implicar el uso desmedido de armas de gran calibre, ni siquiera de las que se hallan resguardadas de la intemperie un palmo por debajo del ombligo, como sí ocurre cuando se trata de la versión masculina del término que nos ocupa.

Mi opinión es que, si ha de ser denominada de tal manera, la heroína debe ser lo mismo que el héroe salvo por su sexo. Y por lo tanto debe tener un camino a seguir. Ya conocéis lo de los nosecuántos pasos del héroe: nacer bajo determinadas señales, ser arrancado de su hogar, emprender una huída a la que seguirá un aprendizaje bajo la tutela de su sabio mentor, establecerse como campeón en el extranjero, socorrer doncellas desamparadas y finalmente regresar a su hogar para desfacer agravios, enderezar los entuertos que le llevaron a huir tiempo atrás y acabar dando de hostias al malo; posteriormente le perdonará pero, como el malo además de ídem es estúpido, traidor y vicioso, intentará atacar por traición al héroe y recibirá más de lo mismo para al final acabar en el arroyo, criando malvas o con su estirpe deshonrada, lo cual probablemente dará pie a la siguiente historia de la saga. Vale, pues si en lugar de héroe se tratase de una heroína, tal vez la ultrajaran cuando era niña. Pero si aparte de eso cambia el concepto, si no recorre el camino ni hubo señales el día de su nacimiento, debemos inventar otra palabra: no llamarla heroína, porque no lo es.

Por otra parte, una mujer valiosa que lucha día a día por sus derechos, su lugar en el trabajo o en la sociedad, o simplemente por ser feliz con los que ama, no es una heroína de ficción sino eso, una mujer valiosa. Tampoco sería un héroe el hombre equivalente. Ni serían héroes en su acepción rigurosa quienes realizan heroicidades. Debe haber, repito, señales en el nacimiento y un camino que recorrer con parsimonia. Cuestión semántica.

Lo que creo que se suele utilizar como alternativa femenina al héroe clásico es en realidad una antiheroína. Y para ello sólo hay que cambiar de sexo al antihéroe.

Hale … En fin, delimitemos grosso modo qué entendemos por antihéroe.

Ciñéndonos un poco al ámbito cinematográfico, más visual y popular que la literatura, un antihéroe típico sería algo así como un personaje de corte fantástico interpretado por Harrison Ford. Estos individuos poco o nada tienen que ver con el verdadero héroe, individuo cuya historia recrea la de los homónimos grecorromanos. Si nos fijamos, todos los héroes de ficción son y hacen esencialmente lo mismo. Los antihéroes son más como nosotros, estimados lectores. Y ahí destaca la figura femenina, que como digo no es heroína sino antiheroína.

Mientras el héroe sigue su camino lleno de piedras y es capaz de tropezar dos veces con la misma para a la tercera saltar ágilmente sobre ella, el antihéroe y la antiheroína son más cercanos, más imperfectos, sin tantas leches de señales al nacer ni toda esa parafernalia de tener que regresar al hogar con muchísimo trabajo atrasado para finalmente cumplir su destino: casarse, tener hijos y reinar con justicia. No hay destino ni grandes reinos al regreso. El Dr. Jones y la teniente Ellen Ripley, nosotros (echándole imaginación), tropezamos con la piedra, nos la volvemos a encontrar y tropezamos de nuevo, y a la tercera vez que vamos al suelo, aun con un esguince y una uña tumefacta, regresamos y la emprendemos a patadas con la puta piedra de los c…

En fin, esto los (nos) diferencia de los semihéroes y semiheroínas, que serían aquellos personajes que luchan por el Bien de forma voluntaria, no porque el azar los guíe sino porque esta es su misión autoimpuesta en la vida, y sin recorrer el camino del héroe. Pero ya entraríamos en otra categoría.

Vale, y aparte de Ripley, ¿qué otras antiheroínas tenemos por ahí? Pues todas las tipas que molan. Echad cuentas, decidme de una sola mujer ficticia que mole y que recorra algún camino del héroe, o que luche por el Bien de forma voluntaria y no porque se dé de bruces con el Mal o necesite defender su vida o la de sus retoños. Sarah Connor, Ellen Ripley, Selene, Buffy —ésta con reservas, pues se encontraría a medio camino de la heroína debido a que es “la elegida”—, la de la pata con la ametralladora en Planet Terror… poned las que queráis. Ninguna de ellas luchará por el Bien a causa de sus virtuosos y rectos principios, ni seguirá el camino del héroe, sino que todas rodarán por un terraplén desde cuyo borde las empujó el destino; y se irán golpeando con los montículos que el azar puso previamente en su trayectoria, más o menos como si un ser superior jugara al Pachinko con ellas.

Ninguna será como el héroe o el semihéroe, sino como el antihéroe. Todas recibirán agravios, palizas, sufrirán heridas y al final su logro en la ficción no consistirá en reinar o en abordar un proyecto de futuro por el bien de los suyos; su logro será dar por saco al que las ha puteado durante toda la obra. Y, si de paso consiguen algo bueno para los demás, sólo será debido a un guiño del autor, a una casualidad o a que la puñetera piedra tenía que ser quitada de en medio con objeto de conseguir un final satisfactorio para el lector/espectador, que es por naturaleza un ser revanchista, vengativo y amante de las represalias y del ojo por ojo al 50 por ciento TAE y en Dolby Stereo.

Sin respuestas

1. Paula Irupé Says: Comentario pendiente de aprobación.
June 8th, 2009 at 1:12 am

Creo que estamos confundiendo algunas cosas aquí. Lo primero con lo que estamos de acuerdo es con que el rol, la función, la figura de la heroína NO está definida ni estudiada como si lo está y en profundidad la del hèroe.
Después: nos estamos olvidando de que tanto el concepto de hèroe como el (más nuevo) de heroìna cambian con el tiempo y con las culturas.
El tema del camino del hèroe tradicional parte del estudio de mitos y leyendas antiguos, de la tragedia griega, de los relatos tradicionales y folklòricos de la Edad media y nates aùn.
Podíamos hablar de Antìgona, de Electra, de Diana la Cazadora, de Medea, de las brujas nedievales, de Juana de Arco.
Y claro que tiene marcas de origen y claro que, si querems le encontraremos caminos rectos de salida y llegada, pero mi idea era “rectificar” la idea de que es “necesario e impresecinidble” hacer un camino recto. Yo digo que no, que el camino puede ser cèntrico o concèntrico y no implicar abandono de lugar.
Por ùltimo, tanto hèroes como heroìnas modernos se han “encarnado” paras er más “humanos” como vos decís. Lo de antiheroe es otra cosa. Pero todo surge en la actualidad. Que necesita por supuesto, ser estudiada por que no responde a los cànones clàsicos de hèroe. En eso estamos de acuerdo.

Pau

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