"Si uno de los temas dominanates de la literatura alemana es el terror frente a la mujer, con Weininger la misoginia llega al paroxismo. Y él sabe perfectamente que ese elemento femenino que constituye una permanente amenaza para el ideal viril está alojado en su interior. Pero él no es el único que expresa a gritos su aversión hacia la mujer y su malestar de identidad. El final del siglo XIX, explica J. Le Rider, se caracteriza por un recrudecimiento de la actiutd difamatoria hacia el sexo femenino. Ya no sólo los filósofos, sino psicólogos, biólogos, historiadores y antropólogos, dan muestras de un violento antifeminismo. Uno tras otro se dedican a demostrar, con éxito, la inferioridad ontológica de la mujer. La mujer, al igual que el negro y el animal, se mueve por instintos primitivos: celos, vanidad, crueldad. Pero como tiene un alma infantil, y la naturaleza la ha dotado del instinto materno (que comparte con las demás hembras mamíferas), su única vocación verdadera es la maternidad. Por consiguiente, todas las mujeres que pretenden ser emancipadas son malas madres: seres nerviosos de cuerpo degenerado...
Los remedios propuestos van de un extremo al otro. La mayoría de los hombres se declaran, como Nietzsche y Weininger, partidarios del retorno a una sana polaridad de las funciones sexuales. Para que los hombres recuperen su virilidad, hay que hacer que las mujeres vuelvan a su lugar natural. Sólo el restablecimiento de las fronteras sexuales liberará al hombre de su angustia de identidad. La represión masiva de la bisexualidad original hará el resto. Ese es el sentido de la célebre fórmula de Alfred Adler: "la protesta viril". En el extremo opuesto están las voces marginales que invitan a los hombres a deshacerse de una virilidad artificial y opresiva, y a recuperar cuanto antes la feminidad original. Pero no tienen mayor resonancia. Tampoco las mujeres que se expresan públicamente sobre el tema logran atenuar la ansiedad masculina. Ya puede jugar Lou Andreas-Salomé al "desarme unilateral" y a "llevar puesta la encantadora máscara del Eterno Femenino, para calmar las perpetuas dudas de los hombres sobre su masculinidad", sin obtener ningún éxito. Lo mismo sucede con el discurso clarividente de la feminista vienesa Rosa Mayreder que habla de la síntesis de lo masculino y lo femenino en aquellos individuos que se hayan liberado de sus características sexuales. Semejante defensa de la androginia no podía sino aumentar el terror masculino."
Badinter, Elisabeth. "XY, la identidad masculina". Colección Literatura y ensayo. Ed. Norma. Colombia. 1993.
Profe! existe la entrevista en que Ray Bradbury habla de lo que es la ciencia ficcion? :s
ResponderEliminarno la encuentro en ningun lado :(
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