viernes, 1 de agosto de 2008

Ni tan calvo ni con dos pelucas

"Muchos acusan al feminismo de los años 60 de haber "desestabilizado las oposiciones reglamentarias y confundido las referencias estables." En realidad, el feminismo occidental más que confundir las referencias, lo que hizo fue mostrar desnudo al rey. Al acabar con la distinción entre los roles y tomarse sistemáticamente todos los campos que antes estaban reservados a los hombres, las mujeres desmontaron lo que caracterizaba universalmente al hombre: su superioridad sobre la mujer. Desde el origen del patriarcado el hombre se definió siempre como un ser humano privilegiado, dotado de algo de más que las mujeres ignoraban. Se consideraba más fuerte, más inteligente, más valiente, más responsable, más creador o más racional. Y ese más justificaba su relación jerárquica con las mujeres o, al menos, con su propia mujer. Pierre Bourdieu explica que "ser hombre es estar instalado por derecho propio en una posición que implica poderes." Y concluye precisamente que la "illusio viril le sirve de fundamento a la libido dominandi." Pero también se puede invertir la idea y decir que la libido dominandi fundamenta la virilidad, así sea ilusoria. Y aunque "el dominante sea dominado por su dominación", ésta última constituía el criterio definitivo de la identidad masculina. Con su desaparición progresiva, el hombre se ha visto enfrentado a un vacío de definiciones. Hay motivos entonces para sentir angustia por todos aquellos jóvenes que navegan alertas para evitar dos escollos: No ser suficientemente machos, o serlo demasiado."



Badinter, Elisabeth. "XY, la identidad masculina". Colección Literatura y ensayo. Ed. Norma. Colombia. 1993.

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