La Ponce fue la primera persona a la que elegí para escribir un cuento a cuatro manos en un taller virtual que compartíamos hace unos años. En ese momento se hizo la estrecha y dijo que no. La he recontra perdonado por muchas razones, tres principalmente: a saber: no me conocía en ese entonces y me dijo que sí tiempo después; cuando nos pusimos a escribir juntas salió un monstruo con dos cabezas que metamorfoseó en dos maravillosos cuentos diferentes, y, en tercer lugar, las que nos salen espectaculares a cuatro manos, incluso a seis, cada vez que nos juntamos en casas propias o ajenas, son las empanadas de carne.
¡Ah! me gustaria probarlas
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