jueves, 31 de diciembre de 2015
Viajar lejos y rápido
"Se você deseja viajar longe e rápido, viaje leve. Deixe pra trás todas suas invejas, ciúmes, incapacidade de perdoar, egoísmo, e medos." (Glenn Clark)
Everything must go
Buena comedia. No muy recordable pero bien. El prota fracasado que vende todo en la vereda, la vecina embarazada (y mi reflexiones sobre qué es y qué no es estar en pareja), el niño amigo que se la banca.
Tres capítulos de Grimm
Había visto los capítulos iniciales de esta serie y me parecía genial. Estos capítulos que pesqué ahora ya no representan cada uno un cuentos tradicional actualizado y casi se ha perdido la idea original de Grimmm como descendiente de los famosos hermanos que recopilaron los cuentos que todes conocemos. Medio me aburrió.
Elvira
A partir del mito urbano del marido que se fue a comprar puchos se desarrolla una buena historia. Obsesiva ella buscándolo, reacciones bien planteadas en lo que encuentra, en sus cambios, en el desenlace que sí no te voy a contar porque es necesario vivir el impacto. Muy lindo el amante que no sirve para mucho más que manejar la camioneta.
Anoté una frase y una canción para mi repertorio: "Yo te daría mi vida pero la estoy usando" y "Voy a canta suavecito, para llegar a tus oídos suavecito, suavecito".
Anoté una frase y una canción para mi repertorio: "Yo te daría mi vida pero la estoy usando" y "Voy a canta suavecito, para llegar a tus oídos suavecito, suavecito".
Whale Rider
Me gustó mucho. Sucede en Nueva Zelanda, en seguida te das cuenta por las caras y los cuerpos que son ese pueblo que canta cosas raras en idioma rara en la playa y con el cuerpo tatuado. Muy buenos los planteos de género al nacer niña cuando se esperaba heredero varón. Muy buenos los personajes del padre, del abuelo, de la abuela y la prota. Y hermosas las ballenas y su metáfora hecha cuerpo animal y vivo y que deja de ser metáfora.
Según Roxi
Serie argentina que pesqué en Netxfil pero no soporté ni diez minutos de primer capítulos. Quiere ser graciosa con eso de la maternidad de treinteañeras que quieren seguir saliendo de joda pero ni te creés esa onda Malena Pichot descremada y embole que le habla a la cámara.
The lover
En Siria. Caras raras. Linda pero ahí. Me dio gracia que en el final se eliminan todas las formas sexuales que venían calentando el argumento y sólo resta el mal sexo matrimonial. ¿Te conté el final? No creo que eso sea importante y ya se veía venir con las caras de boludo del marido (además de lo mal que besaba): ¿eso será el amor matrimonial? Uy, por ahí no estoy entendiendo algo...
Diario de un seductor
Siempre me gustan las de Jonnhy Deep pero ésta no. Un embole. La vi endos días porque me aburrió el primero y me siguió aburriendo al final. Por ahí parecía que levantaba un poco con esa estética del fracasado, pero no. Lo único lindo, las fotos del mar, de la playa, de los veleros y del departamento hecho mierda que comparten los tres borrachos. Ah, y el fitito celeste.
Lo peor
Lo que más me aleja de vos es que no conozcas ninguna forma de felicidad. Ni siquiera deseás la alegría.
Ya me anoté
Fonola Artexpresion ha compartido su evento.
No te vas de vacas!
Venite a hacer musica a la Fonola Artexpresion!!!
Percusion y Canto Africano, no hace falta experiencia ni instrumento!
Te esperamos
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El regreso CF de la tía Inés
Ayer, en maravilloso día de lectura y creatividad, retomé mi novela sobre Paulita y su viaje a casa de la tía Inés. Había surgido como cuento en 2010 y avanzado como novela en 2011. Luego manoseado y abandonada para resurgir como libro de poemas en 2015. En 2016 reinicia en clave CF. O casi.
Volvió mi enojo, qué felicidad!!!
El espíritu navideño hizo que te buscara y te volviera a sonreir y aceptara tus llamados y tus jajajiji. Hasta te compré un regalo divino que sigue cagándose de risa acá porque nunca viniste a buscarlo. Todo pelotudez mía. ¿Qué quiero conseguir? ¿Lo mismo que tuve todo este año? No, gracias: Anoto lo que me hizo bien y no busco más.
A todo esto no pasó nada
Sé que es difícil entender que un día te llame y al otro no quiera atenderte pero mis procesos interiores son demasiado rápidos para tu pajez. Y, después de todo, todo es bastante obvio y la única que se enreda soy yo.
Todo lo mío se destruye al lado tuyo
Verdad mortal: ni yo quiero aceptarla. Durante todo este año has despreciado desde mi perro hasta mis poemas, te has peleado con nuestros hijos y ensuciado lo que yo creía más sagrado. ¿Para qué más?
Otra vez no
Me acordé de la que me hiciste el 1ero de enero pasado a las 5 de la mañana. Se me fueron todas las ganas de pasar el fin de año otra vez con vos.
miércoles, 30 de diciembre de 2015
Radiante y desprolija obsenidad
Oscura plegaria
- 28-12-2015
- Ariana Harwicz
Ariana Harwicz sorprende con cada novela que publica. En Precoz trabaja una zona del lenguaje que puede relacionarse con Zelarayán, Néstor Sánchez, Aurora Venturini, entre otros.
Por Edgardo Scott.
“Cuando salgo retengo la visión de ellos acuclillados entre vasijas de anémonas. Esa calentura deben sentir las viejas de la región al entrar al sagrario”. Basta aislar dos oraciones cualquiera de Precoz(Mardulce), para que la lengua de Ariana Harwicz se exhiba en su radiante y desprolija obscenidad. Sintaxis, puntuación, semántica, gramática todos los síntomas y amarras del lenguaje son arrasados por esa lengua; por la lengua, en este caso, de una madre insaciable. Literalmente. No sólo no se sacia con ser madre, no se sacia de ser madre. Por eso acosa y persigue, abandona y olvida a su hijo (para recobrar y reencontrar: “el momento providencial de volverlo a ver”, escribe) todo el tiempo. ¿Drama psicológico? ¿Relato –como se decía en una época– de raigambre psicoanalítica? Nada de eso. Volvamos a la pista de las viejas, la calentura y el sagrario. En Precoz, Harwicz se aplica o se deja caer en una lengua en trance. Entre alucinada y mesiánica. La poesía de los místicos. San Juán o Santa Teresa sí, pero en el pagano éxtasis de Bernini.
Harwicz pertenece a esa especie (más que tradición) de escritores que sería injusto clasificar como narradores o poetas –ni que hablar de novelistas o prosistas–. Impropio sería también, para acercarse a su estilo, lo que se entendía por prosa poética (hoy poco menos que un sacón arrumbado). Los ejemplos concretos, enumerar su árbol genealógico, por fortuna releva la impotencia de la descripción. Voces como las de Zelarayán, Néstor Sánchez, Aurora Venturini y sobre todo El tapiz, de Mercedes Roffé, el Correas de Los jóvenes o el Gusmán de El frasquito (y más todavía, de sus variaciones inmediatas: Brillos, Cuerpo velado, En el corazón de junio). La escoltan pocas escrituras contemporáneas, pero clave: Luciana De Luca, Matías Alinovi. La escritura como un rezo, como un susurro trágico y voluptuoso.
Y está el tema. O la representación. ¿La maternidad? Sí, la maternidad. Una maternidad pura, sin padres a la vista. Precoz interpela una maternidad que en la representación literaria, cuando no ha sido una tragedia directa (La viuda de las colinas, de Walter Scott, etc.), ha sido una eterna albúfera reaccionaria o el mejor pábulo servil del discurso feminista. Pero Harwicz no escribe sobre la maternidad; no concluye ni deja concluir nada. No hay mensaje. Y si comunica una experiencia es a través de cómo su lengua se zambulle en ese líquido amniótico, que bien puede ser un vicio. Yvonne Knibiehler, en Historia de las madres y de la maternidad en Occidente escribía: “La aparición de la palabramaternitas en el siglo XII marca un momento de inicio: los clérigos inventaron una palabra simétrica a paternitas, para caracterizar la función de la iglesia en el mismo momento en que se producía una especial expansión del culto de Notre-Dame, como si necesitaran reconocer una dimensión espiritual de la maternidad, sin dejar de despreciar la maternidad carnal de los hijos de Eva.” Y después: “En la época de las Luces, las dos nociones parecen acercarse, para construir un modelo terrestre de la buena madre, que sigue sometida al padre, pero que es valorada a causa del alumbramiento de los hijos. La función materna absorbe la individualidad de la mujer.” Harwicz escribe esa tensión. Un alicaído ideal femenino: la maternidad, en pelea a muerte con el amoroso y vigilante cuidado del cuerpo del hijo (instinto materno), y también contra unlullaby o réquiem, según el caso, en torno al deseo.
Y aun así “todo es tan idílico”, escribe Harwicz hacia el final. Qué otro paraíso ganado, qué otro idilio que madre e hijo en un paisaje extranjero –europeo–, errando en la periferia de ¿París?, sin padre ni ley ni servicio social a la vista. No es casual que al pasar esté Córcega (Si Dios fuera negro, si Napoleón fuera mujer). Madre joven y bella, hijo adolescente, corriendo y tropezando, entre bosques, accidentes, autostops, hombres difusos. Enamorados, por supuesto. Para “que todo sea olvido”, escribe también, tan cerca de la plegaria. Oscura plegaria. Un hijo borrando el tiempo y la melancolía; para que todo sea el sonido y la furia. Oleaje. Olas como las de Virginia Woolf; olas que también golpean en la escritura de Harwicz, en esos encabalgamientos poéticos, en esas repeticiones de terciopelo manchado.
Como todo buen –involuntario– relato de terror y suspense, en el borde del grito, Harwicz también nos roba una carcajada. Precoz es inestable. Como su narrador, como su protagonista: “La madre inestable que luchó años para hacerse inseminar ilegal en el extranjero”. Porque ¿quién es precoz a fin de cuentas, la madre o el hijo? Demasiado crudo, demasiado temprano, demasiado antes. Demasiado. Los padres siempre son y serán múltiples y fallidos, pero una madre siempre alcanza. Y hasta puede ser demasiado.
Matate, amor
VISTO Y LEIDO
Criaturas salvajes
En Matate, amor, la vida conyugal y la maternidad
asfixian a la protagonista al punto de hacerla desbordar. Con un pulso narrativo original y punzante, en la
primera novela de Ariana Harwicz se ponen en juego las formas de interacción de lo salvaje y lo humano.
asfixian a la protagonista al punto de hacerla desbordar. Con un pulso narrativo original y punzante, en la
primera novela de Ariana Harwicz se ponen en juego las formas de interacción de lo salvaje y lo humano.
Por Malena Rey
“Estoy cansada de que no esté bien andar a escopetazos o denigrar al bebé”, dice al pasar la protagonista de Matate, amor, una mujer casada que habita junto a su familia una casa lindera al bosque y la pasa mal, tan mal, que hasta piensa en matarlos a todos: a su “dorima”, a su suegra viuda y a su retoño. El hastío, la alienación y lo siniestro marcan el pulso desquiciado y violento de Matate, amor, la primera novela de Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977), que sacude y sorprende desde la primera línea, sin respiro hasta el final. Como una bestia tras las rejas, llena de ruido mental, esta mujer de clase media pasa de la autocompasión a la autodestrucción, siente un llamado salvaje que le pide que se arroje fuera de esa vida, que se lastime, y lo que encuentra es la salida exterior: la naturaleza, la mirada de un ciervo, los sonidos desconocidos y los pastizales.
“Matate, amor surge en mí como un animal que se te cruza de pronto en la ruta. Nace a partir de la visión de una mujer tirada en los altos pastizales con un falso cuchillo en la mano y un nivel insoportable de insatisfacción. Mucho más consigo misma, que con el marido y el hijo. Su accionar, reventarse contra un vidrio, ir hacia el bosque y finalmente perderse entre los matorrales, tiene más que ver con una búsqueda salvaje de libertad que con una postura reflexiva contra la institución matrimonial”, aporta Harwicz, que estudió cine y guión en Enerc, artes combinadas en la UBA y literatura comparada en La Sorbonne abordando en profundidad el fenómeno de la creación y la escritura. Su novela, publicada en simultáneo en la Argentina y España, viene a abrir una grieta allí donde otras escrituras del yo se regodean: la intimidad. Como en los vaivenes filosóficos y poéticos de El matrimonio, de Marina Mariasch, o en el desamparo y la intensidad de las mujeres de los cuentos de Vera Giaconi, en la prosa de Harwicz de lo que se trata es de darle lugar a la alienación transformándola en otra cosa, en un andamiaje literario que pueda producir imágenes intensas y ritmos potentes, y hasta temerosa identificación. Que esta alienación e insatisfacción –las “imágenes sin moraleja” que dice tener la protagonista, o la apreciación de que “el dramaturgo de mi vida es muy mediocre”– la lleven a los bordes de la locura es un dato menor, porque son más interesantes sus monólogos interiores, el fluir de su conciencia desequilibrada y el tratamiento estilístico de su erotismo perverso. “Una mujer que se desprecia a sí misma porque no es lo que quería o podía ser, no sé cuánta idea del amor puede tener. La protagonista ve la vida doméstica, y por ende la vida conyugal y la maternidad, como un acto de repetición al infinito que la acorrala, que la invade. De ahí esa frase cuando recién termina de tener sexo con su marido, ‘ahí viene el acoso del amor’. Porque en ese momento de furia, el amor es visto como un acoso. No así el deseo erótico que ella quiere que la salve y tampoco. No hay una idea de mujer sino un personaje creado, si ven en ella a una gitana, si la ven masculinizada o animalizada, o como a alguien enfermo, todo eso puede ser verdad”, agrega la autora.
La decisión por el uso estricto de la primera persona para narrar (y el predominio del tiempo presente) parece atinada y de hecho mantiene un ritmo acelerado y vertiginoso casi hasta el final. Lo que no se explica demasiado es la aparición de dos pasajes en los que cambia el punto de vista, un corte que no termina de encauzarse en el relato, sino que parece abrir otra perspectiva que no se desarrolla. Con referencias desdibujadas a las inestables Virginia Woolf y Zelda Fitzgerald, el debut en la literatura de Ariana Harwicz es una grata sorpresa llena de efectos inesperados. Habrá que seguirle la pista y recomendarla de boca en boca.
Luego te dan ganas de pasarles la mano por el pelo
LOS AMORES DIFÍCILES
Nació en Argentina y vive en Francia, donde también empezó a escribir. Su segunda novela trata sobre la imposible, o por lo menos harto dificultosa relación, de madres e hijas.
Por Laura Galarza
“Rompe con el cristal de la costumbre, dijo Proust.” Es Ariana Harwicz –autora joven, venida del cine y la dramaturgia– la que invoca al gran escritor cuando tiene que dar una definición para su segunda novela, La débil mental. Elige un té frío en la carta del bar de Palermo, “aunque con este clima tendría que pedir uno caliente, ¿no?”, dice, quizá porque donde vive Harwicz, en medio del bosque a 120 kilómetros de París, ahora mismo, es una tarde de verano. Radicada en Francia hace siete años, en lo que no llega a ser un pueblo, aclara, “apenas un conjunto de casas en medio del campo pero cerca de todo”, Harwicz pasa dos meses al año en Buenos Aires, donde nació, en 1977, y vive su familia de origen. En esta oportunidad vino a presentar la novela, comenta, mientras saca una hoja que alisa con las manos sobre la mesa y dice que es su agenda. Que ahí lleva escritos los lugares donde hablará de La débil mental y también de Matate, amor –su primera novela, editada en 2012 por Paradiso, en Argentina, y Lengua de Trapo, en España– “porque no las puedo pensar una sin la otra”.
Aquella primera novela la leyó Alicia Dujovne Ortiz, que parece haber llegado en el momento justo a la vida de Harwicz: “Estaba tirada en los pastizales que rodean mi casa, deprimida, sin motivación. Un amigo que tiene inmobiliaria llama para decirme que una escritora argentina se había mudado a 40 kilómetros. Me embriagué. Yo había empezado a escribir Matate, amor por las noches, en los intervalos de sueño y teta de mi hijo. Se la llevé a Alicia, y me dijo: ‘Acá hay una novela salvaje y bella’”.
La definición de Dujovne Ortiz se aplicaría también a La débil mental. Aunque con un tratamiento más concentrado sobre el lenguaje, en esta segunda novela se va entendiendo que el arremeter de Harwicz –algo bestial en lo que cuenta y cómo lo cuenta– empieza a ser una manera muy propia que no se deja encasillar. Por empezar, la débil mental no es tal. Lo que inspiró la historia de la novela fue una chica que se paseaba por los alrededores de la casa de Harwicz, dejando que el tiempo pasara, deambulando. “Cuando les pregunté a mis vecinos por ella, me dijeron: ‘Ah, es una débil mental’. Pero los franceses no lo entienden como nosotros, para ellos débil mental equivale a loquita o atontada. Más tarde supe que la chica actuaba así porque estaba enamorada de un hombre imposible, igual que mi protagonista. Y las obsesiones tienen algo de locura.”
Lo cierto es que Harwicz, en La débil mental, avanza sobre el ribete menos explorado –casi prohibido– del vínculo entre madre e hija: el de la destrucción. Del que se habla poco a calzón quitado y porque siempre se prefiere la versión más azucarada. “¿Alguien desearía tanto algo como para destruirlo?”, se pregunta la protagonista de la novela, una niña que crece en el transcurrir de la trama hasta convertirse en una treintañera, dentro de una casa que huele a mujer.
Un mundo sin hombres, caótico y desquiciado. Así viven estas tres: abuela, madre e hija, cuyos destinos se van soldando entre sí en escenas memorables como aquella en la que las mayores están en una habitación con un hombre mientras la niña deambula por la casa con su caja de cereales.
“Pensé el pasado como incrustaciones en el presente –dice Harwicz–. Porque se suele tomar la infancia de manera equivocada, como un relato continuo, plano, sin interrupciones. En cambio, pienso la infancia llena de cortes, momentos de no infancia. La novela trata de la imposible herencia, de la imposible educación.”
La madre quiere que la hija crezca, que se haga mujer de una buena vez. Pendiente de cómo le crecen las tetas, la madre mira los pezones rosados y duros de su hija. ¿Hasta dónde debe mirar una madre? ¿Hasta dónde debe mostrar? Un borde por el que Harwicz se pasea sin desbarrancar. No es locura lo que sucede, es una verdad pura y desatada.
Un punto aparte merece sin dudas el tratamiento del lenguaje, a la altura de lo que se cuenta. Filoso, cortante y a la vez estético. Una combinación que por momentos puede hacer retroceder al lector como cuando se mira a la luz de frente y encandila. Harwicz lleva al lector hasta ese punto de enfrentarlo con el horror que encierran potencialmente las relaciones humanas.
“Y mamá pone su cara de compungida y pienso en acariciarla. Gran ventaja las mujeres con cabellera lisa y suave, en general color miel y aroma a limpio. Pueden decir la cosa más inmunda, ser unas déspotas, pero luego te dan ganas de pasarles las manos por el pelo.”
Buscar la trilogía de Ariana Harwicz
El amor nos destrozará
Las ficciones de Ariana Harwicz no se parecen a nada, y están a medio camino entre el soliloquio y la pesadilla
JUEVES 29 DE OCTUBRE DE 2015 • 00:10
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Hay gente que escribe. Bien, incluso hasta muy bien. Pero hay pocos escritores, y dentro de lo que uno habitualmente piensa cuando habla de escritores (aquellas personas que viven en estado de literatura) hay, a la vez, muy pocos que logran dar forma a una obra personal y singular. Cuando a fines del año pasado un periodista español me llamó para decirme que estaba confeccionando la lista de los quince escritores argentinos más importantes de la actualidad, me leyó los nombres que tenía y me pidió que le recomendara una escritora le dije, sin dudar, Ariana Harwicz. Había leído poco tiempo antes la segunda novela de Harwicz (Buenos Aires, 1977), La débil mental, y había salido de la experiencia tocado por la convicción de que había dado, al fin, con una autora. Una que se movía por fuera de las modas, las tendencias y las convenciones de cualquier género.
Harwicz estudió filosofía, guión cinematográfico y dramaturgia en la Argentina, pero vive en Francia hace años. No en París, sino en Francia: en un pueblo rural de menos de veinte habitantes ubicado a unos 180 kilómetros al sur de la capital. El detalle sería apenas pintoresco si tanto La débil mental (novela que no dejan de alabar los críticos españoles ahora que sus libros comienzan a viajar de un lado a otro del océano) como su nuevo libro, Precoz, no estuvieran ambientados en una geografía que replica el lugar de residencia de la autora. Un contexto de profunda ruralidad, una geografía que se impone a cualquier atisbo de civilización y se abalanza sobre los seres humanos y sus vidas precarias, e instala en ellos la cifra de lo salvaje. Camino, campo, lo que sucede, gente.
Las ficciones de Harwicz no se parecen a nada, y están a medio camino entre el soliloquio y la pesadilla. Como si se trataran del monólogo de un sonámbulo. En La débil mental se narraba la historia de amor siamés entre una madre y su hija, y Precoz es algo así como una segunda parte, o como una novela complementaria de aquella: aquí también hay una mujer enamorada (otra idiota, otra poseída, otra débil mental) de un hombre que no la corresponde, una madre que es correspondida, en otro orden amoroso, por su propio hijo. "Sigo sus pasos por toda la casa, adelante y atrás. Subo las escaleras dejando mis huellas en las suyas, y las bajo detrás de él, me cierra la puerta cuando va al baño, lo espero y lo sigo cuando va a buscar maderas y a la cocina cuando se hierve unas pastas. Soy su nube, su perdición".
"En las breves novelas de Harwicz hay siempre un fondo barroso, biliar, seminal, que da como resultado una literatura opaca, plagada de fugas de sentido"
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En las breves novelas de Harwicz (de cien páginas o menos) hay siempre un fondo barroso, biliar, seminal, que da como resultado una literatura opaca, plagada de fugas de sentido. ¿Abstrusa, intrincada, barroca? Más bien lunática, endiablada, signada por la locura, la libido y el espanto. Los humanos mostrados en su más desnuda animalidad: "Me paro en dos patas. Me subo a su espalda huesuda pero me saca como un gorgojo y me quedo viéndolo alejarse y lo oigo decir. Nací de tu culo y desde entonces apesto". A su vez, el amor todo lo atraviesa y es promesa de futuro, pero nunca de uno venturoso o tranquilizador. No hay aquí parejas consumadas, celebraciones ni mucho menos perdices. Lo que hay son besos, saliva, secreciones y patos: "Delante del corral nos besamos idílicamente mientras él duerme aplastado. Cientos de patos corren y berrean y él cuenta cómo les meten un tubo en la garganta y los fuerzan a comer rompiéndoles el cuello para hacer el hígado graso. Los torturan dándoles de comer hasta el atracón aprovechando que no pueden vomitar. Después entramos a la granja y el patrón nos da de probar dos tipos de foie gras sobre panes caseros recién asados. Los paladeamos besándonos una y otra vez".
Hay una mala noticia y es que Precoz llega a las librerías recién dentro de algunos días. Hay una buena noticia: el libro estará en las librerías el martes que viene. Es un volumen pequeño, breve, de tonos verdes y grises, en apariencia inofensivo. No se deje engañar y tenga cuidado. No encontrará en sus páginas entretenimiento, tranquilidad ni sosiego. Pero si lo que usted estaba buscando eran cosas por el estilo, entonces andaba desorientado desde un principio. Hay actividades mucho más adecuadas para alcanzar esos nobles fines que leer literatura.
Un placer vampírico de disfrute y observación
CULTURA // "LA DÉBIL MENTAL"
Ariana Harwicz y la contundencia de una narración impecable
10:25 | En una breve entrevista conocemos un poco más de Ariana Harwicz, esta autora argentina radicada en Francia, que nos ofrece una novela de esas que quitan el aliento y hacen temblar el cuerpo.
Por Mariana Kozodij // Jueves 10 de julio de 2014 | 10:25
No es novedoso, en nuestra literatura contemporánea, encontrarse con una novela que se centre más en momentos y pausas que en el desarrollo de una "trama clásica". Sin embargo, Ariana Harwicz logra atrapar de una manera casi perversa al lector en un mundo de relaciones donde los cuerpos, los deseos y las pasiones resultan ser el motor que se imprime por sobre diálogos y acciones.
En la presentación de "La débil mental" (de Mardulce editora) , Luis Sagasti remarcó el ritmo de la prosa de Harwicz, sus armonías que fluyen como canciones. Una gran observación a la hora de destacar el espíritu de esta novela, independientemente de una historia que atrapa y que por momentos resulta demasiado incestuosa de una madre, su hija y sus parejas.
La carne de la trama se desarrolla con una prosa poética que se desangra de manera lenta, generando casi un placer vampírico de disfrute y observación de detalles y frases estimulantes para el lector. ¿Hay amor o sólo deseo?; ¿Pueden exisistir el uno sin el otro?; ¿El amor filial puede ser tan perverso?.
"La escuché con el sobrecogimiento de una débil mental que se nubla y se pierde en mil detalles a su alrededor, una plaga de microbios sobre la explanada".
***
Intercambiamos un ida y vuelta con la autora, antes de que se vuelva al campo a seguir escribiendo.
- "La débil mental" puede ser leída como una novela de relaciones, hay vacíos y contundencias bellas ¿cómo trabajaste el proceso de escritura de esos vínculos humanos?
Ariana Harwicz (AH)- Puede ser como una novela de relaciones extremas, acorraladas, anti-sociales, y también como personajes lanzados al vacío, órbitas de sí mismos que no ven nada, que avanzan en la niebla, armados.
Mi proceso de escritura no parte de lo vincular, de la familia, del diálogo, mientras los escribo todos están solos, el amante, la madre y la hija. Los vecinos también. Todos desean algo y en el deseo se cruzan, se comen, se asesinan.
- ¿Hay algo de psicoanálisis en tu novela? ¿O es más una investigación ficcional con tintes poéticos sobre lo que acontece en ese universo femenino?
AH- No hay una intención consciente de psicoanalizar, más bien al revés. De despojar lo más posible la escritura de los caminos interpretativos aprehendidos. De las inclinaciones a las que tendemos naturalmente. Escribir es aprender a mirar de otra manera. Ya se sabe que escribir es des-automatizar. Es una investigación existencial que adquiere forma de ficción.
"Tarde de moscas lentas"; "Mi cerebro son polillas en un jarro y se ahorcan"; "Y, mientras habito la antesala, soy un escarajo dado vuelta...";"Mamá dormida, la espalda con escoliosis la vuelve yacaré"
- Es llamativo que a lo largo de la trama siempre hay una referencia a la animalidad de ciertas sensaciones o a acciones que involucran animales, en especial insectos... ¿hay una tara con eso?
AH- Tara no sé, pero sí una suerte de relación cercana con el bicherío, con los animales salvajes y en especial, con los insectos. Andan por ahí, se meten por la ventana, chocan con el vidrio, se queman en las lámparas o se pegan a la computadora mientras escribo. Me invaden. Las babosas aplastadas cuando salgo a caminar, el griterío en el cielo en época de migraciones, su presencia física es muy fuerte.
- ¿Cómo construiste los personajes de madre e hija?
AH- Se construyeron solitas. Primero la hija, después estaba parida la madre. Las dos nacieron grandes. Las dos nacieron viciosas, degeneradas. La imagen de una vecina atontada con la naturaleza dio pie a que empiece a ver vivir a una chica adulta pero aniñada enamorada de un hombre imposible, y ahí mismo se le adosó una versión más grande de ella que no cumplía el rol de madre pero lo era. Si se disfrazaran, si intercambiaran los roles, si apagaran la luz, cualquiera de las dos podría ser madre o hija en esa casa de campo.
- La novela podría ser vista como aconteceres de sensaciones, independientemente del avance de la historia ¿Creés que puede ser leída así?
AH- Puede ser leída de cualquier manera. Como poemas. Como escenas de un film. Como una obra de teatro discontinua. Como un monólogo. Como piezas sueltas.
- ¿Cómo lees?
AH- En voz alta cuando aparecen pasajes sorprendentes, para repetirlos, para pronunciarlos mejor. Subrayando, sí, escribiendo en los márgenes, también.
Metiendo toda clase de papeles y boletos en los libros, doblándolos, escribiendo en las hojas en blanco, haciendo manías. Como verás, no soy purista sino bastante neurótica.
- ¿Tenés algún ritual para escribir?
AH- El ritual es entrar en “zona de escritura”, como un cartel te advierte en la ruta que tengas cuidado porque empieza la zona de derrumbe, hay un precipicio o poca iluminación. Entrar en esa área donde todo puede suceder y reinan otras reglas.
- ¿A quiénes leés?
AH-A los contemporáneos para estudiarlos, a los clásicos, manuscritos, correspondencias, biografías, ensayos, apuntes académicos.
- ¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto?
AH-Regreso al bosque en unos pocos días, ahí se verá. Habrá que volver a salir a cazar.
***
Ciertamente los lectores estaremos atentos ante la nueva "presa literaria" que nos venga a ofrecer la prosa magnífica, y bellamente poética, de Ariana Harwicz.
"La débil mental" de Ariana Harwicz
Mardulce Editora, 2014 112 páginas.
Ariana Harwicz: nació en Buenos Aires en 1977. Su primera novela "Matate, amor" (Publicada en Argentina en Paradiso, y en España en Lengua de trapo , 2012) fue traducida al hebreo, y fue también adaptada al teatro. Además es autora de un libro escrito en colaboración, "Tan intertextual que te desmayás" (Contrabando, 2013).